Edición nº 23 Abril/Junio de 2013

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Sirenas

Mª Dolores Gallardo López

El lunes 28 de enero el canal de TV Discovery Max emitió el sorprendente documental Mermaids. The Body Founds, escrito por Charlie Foley y V. Bhatt y dirigido por Bennet. El título es que ya es una completa declaración de intenciones. Semejante pretensión se dulcificó en la versión en lengua española denominando al documental Sirenas ¿Realidad o ficción?

En dicho reportaje dos científicos -así se definían ellos- combinando sucesos reales y conjeturas afirman haber hallado pruebas de la existencia actual de unas sorprendentes criaturas marinas que, además de cola, tienen brazos acabados en algo parecido a manos palmípedas y viajan con las ballenas, las cuales las protegen. Según los autores del reportaje estos extraños seres proceden de un primitivo mamífero que, muchos siglos atrás, caminó sobre la tierra y, por diversas circunstancias, hubieron de adaptarse al mundo marino.

Por otra parte, identifican a estos misteriosos seres escondidos en el océano nada menos que con las sirenas. Opinan que han podido sobrevivir porque durante siglos y siglos han permanecido escondidas. Así pues, en su opinión, el conocido mito, fuente de tantas leyendas, relatos, novelas y películas tendría una base real.

El documental en castellano puede verse en
http://www.youtube.com/watch?v=XjMFzgX5vjw

Las sirenas, con su larga cola, su juvenil belleza y su hermoso canto, han sido muchas veces protagonistas en las artes, sirvan como ejemplos:

En la literatura: el bellísimo cuento titulado Ligea, obra de Tomaso de Lampedusa (mas conocido por su célebre novela El Gatopardo) en el que describe los amores juveniles de un profesor de griego y de una hermosa sirena; o la magnífica novela La vieja sirena de J. L. Sampedro.
En la cinematografía, entre otras, hay que recordar las películas Splash y la encantadora La Sirenita de Walt Disney.

En pintura, podemos mencionar, entre otras muchas versiones, la serie Sirènes, expuesta en 1895 en Paris por la Société des Aquarellistes; Sirenas, peces plateados realizada hacia 1900 por G. Klimt, obra que fue expuesta en Madrid en octubre 1993-enero 1994 en el Museo Nacional Reina Sofía dentro de la magnífica exposición Viena 1900. O La sirena varada, obra se Eduardo Laborda de 1986. Como en todo hay excepciones, mencionamos el magnífico lienzo Sirenas realizado en 1987 por el gran pintor toledano Eduardo Beato, en esta obra el pintor se aparta de la iconografía usual: las sirenas están concebidas como ser híbrido de pájaro y mujer, pero al revés de lo que, como veremos, sucedía en la antigüedad clásica, el artista las pinta con cabeza de pájaro y cuerpo de mujer.

La tradición que ha prosperado en la cultura occidental considera a las sirenas encantadores seres híbridos mitad mujer-mitad pez, llenos de gracia y hermosura, dotados de bella y musical voz, que habitan en la profundidad de las aguas marinas. Sin embargo las sirenas de la Mitología clásica son, como veremos, algo muy distinto.

En la antigüedad y en la Mitología clásica figura híbrida de ser humano y pez no la tuvieron las sirenas, sí otros seres:

En el sexo masculino el dios menor Tritón, los tritones que forman parte del cortejo del dios del mar y otro dios menor, también marino, llamado Glauco.

En el sexo femenino la oceánide Eurínome y también Déceto, madre de la reina Semíramis. Según la leyenda Déceto se arrojó a un lago y quedó convertida en pez. El escritor Luciano, en su obra De dea siria, testimonia que se conservaba una estatua Déceto que la representaba como mujer hasta los muslos y que desde ahí tenía forma de pez.

Las sirenas de la Mitología clásica

Las sirenas de la Mitología clásica, nada tienen que ver con la tradición que se ha perpetuado en el mundo occidental: eran seres híbridos con cabeza y cuerpo de mujer y con alas y extremidades inferiores de pájaro cuya cualidad fundamental era su extraordinario y maravilloso canto. Su naturaleza era funesta, relacionada con la muerte.

Como mujeres/pájaro las encontramos representadas en la más antigua cerámica griega, en los sarcófagos paleocristianos e incluso en algunos capiteles del claustro del monasterio de Silos, como el que aparece más arriba.

Eran seres funestos, relacionados con la muerte (por eso aparecen en sarcófagos paleocristianos) a través de su maravilloso canto.

No habitaban en las profundidades del mar, como sucede en las interpretaciones modernas. Tradicionalmente se considera que las sirenas habitaban en una isla del Mediterráneo situada en la costa de Italia meridional, aproximadamente frente a la actual ciudad de Sorrento. Con su maravilloso canto atraían a los marineros hacia las costas de su isla.

El canto de las sirenas es caracterizado en los autores clásicos de diversas maneras: muchas veces es definido con adjetivos que hacen especial referencia a su dulzura; otras veces se le denomina "terrible" (por los efectos que, como veremos, provoca). Ambas definiciones se avienen bien: Con su maravilloso y musical canto -actividad canora que, por cierto, se aviene muy bien a un ser híbrido de pájaro, y bastante mal con un pez- atraían a los navegantes a la isla que habitaban, haciendo naufragar las naves y perecer a los marineros. Se decía que las costas que rodeaban la isla estaban llenas de cadáveres y huesos calcinados por el sol.

Los pasajes de la Mitología clásica más conocidos en los que intervienen las sirenas son dos:

El paso de la nave Argo ante su isla. Orfeo cantó tan maravillosamente que los argonautas no sintieron la conocida tentación que provocaba su canto. Sólo el héroe Butes se lanzó al mar, pero fue salvado por la diosa Afrodita.

El paso de la nave de Ulises. El héroe, advertido por la maga Circe de lo que podría suceder y de cómo podría evitarlo, siguió sus consejos. Así pues, para evitar el peligro que entrañaba oír el famoso canto taponó a sus marineros los oídos con cera y en cuanto a él, que no quería perderse la experiencia pero tampoco quería perecer en ella, ordenó que lo ataran al mástil y, de esta forma, evitó lanzarse al agua.

En la antigüedad clásica las sirenas fueron consideradas daímones femeninos provistos de alas. En este sentido cabe alinearlas junto a otros seres femeninos con igual aditamento: las erinias, las ceres, las harpías y también la Esfinge. También coinciden en que son jóvenes portadoras de la muerte.

La distinción entre sirenas y harpías en las representaciones iconográficas se hace bastante difícil hasta el momento en el que éstas últimas comienzan a ser representadas con patas palmeadas.

Vemos, pues, que las sirenas del mundo clásico greco latino y de siglos posteriores poco o nada tenían que ver con la imagen que de ellas hay en el mundo moderno. Parece que por primera vez fueron descritas con cola de pez en el siglo VI d. C. el anónimo Liber monstrorum, imagen que se ha popularizado en nuestra cultura occidental.
























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