Edición nº 23 Abril/Junio de 2013
Presentación
Tenemos el placer de ofrecer en primicia una primera entrega de diez poemas de Márcio Catunda, poeta, escritor y diplomático que comienza su colaboración con esta web, de lo que nos congratulamos todos los que hacemos Editanet y que tienen como objeto poético varias ciudades españolas. Dichos poemas forman parte del nuevo poemario del poeta que lleva el título de Paisajes y leyendas de España que será publicado próximamente.
Poemas de Márcio Catunda
SEGOVIA LA ESPLENDIDA
Segovia florece en vetustos pasillos
y arcillosos techos de rostro aéreo
y en la arquería simétrica del acueducto
de columnas de armonioso equilibrio.
Miro el coloso blanco de los picos nevados,
agazapados en las nubes.
Segovia la esplendida,
adornada de cuestas
teñidas de cristalina nieve.
Esmaltada de encantadora luz,
matizada de azul claro,
la flanquean sillares de granito.
Sobre la muralla se levantan las agujas,
atalayas sobre esparcida techumbre.
Voy respirando el aire de la peña
que los valles defienden.
La iconografía del Alcázar
supone un navío anclado
en el puerto de la vega.
Una isla en el mar pétreo de Castilla,
labrada por el Clamores y el Eresma,
inundada por la expansión espacial.
Vera Cruz, de pisos poligonales,
se muestra desde el mirador.
Las puertas diamantinas lucen,
ornamentadas de plazas y soportales.
De balcones y pilares enmarcan las escaleras.
Del delicado centelleo de hojas de los álamos.
Antonio Machado en la calle de los Desamparados,
a espaldas de las Descalzas.
Ventanas de tracería calada.
Graderías colmadas de horizonte,
donde medité sobre la hoguera de los páramos.
MURCIA
A Emilia Bernal y Eloy Sánchez Rosillo
El Segura, de caudales parco,
espeja fragmentos de claridad
bajo el espectro nebuloso.
A lo lejos, la serranía se divisa
entre edificios encendidos.
Dijo Eloy Sánchez Rosillo
que la ciudad fue tomada por la luz.
Deambulo por la calle Trapería,
desde la sacramental portada plateresca
de la imponente catedral,
hacia la plaza de Santo Domingo,
donde los pájaros paradisíacamente
deliran en las ramas del portentoso ficus.
Por aquellos silbos
encantadas estuvieron
las claras ventanas de la iglesia conventual.
De pronto suenan las campanas
y viene la compañía fraterna de la luna.
Prosigo mi trayecto
y llego al nexo entre la plaza de las Flores
y la de Santa Catalina.
Por el Dédalo de las callejuelas,
soy yo el que está tomado por vertiginosa luz.
¡Murcia, serpenteada y remota,
encerrada en adarves,
guarnecida por la hornacina y las palmeras!
Al lado de un molino en ruinas,
deslucido de altivez,
me abandono a orillas del agua que se remansa.PALENCIA
Palencia se me antoja un jardín románico,
Me quedé enajenado,
observando las hojas dispersas
de los espacios verdes,
enhilando siglos de piedras.
Palencia la de los escudos auriculares,
que magia de la tarde cubre de limpios azules.
Más allá de la iglesia de Santa Marina,
adosada al convento de la Piedad,
el sereno Carrión refleja las nubes.
Me extasío con la clarividencia de la naturaleza.
Vuelvo al urbano pavimento de la Seo,
erigida en el solar de la basílica visigoda.
Su torre campanario plantada
en reposo de austero encanto.
Su cripta de piedras romanas superpuestas,
dentro del túnel custodiado por San Antolín,
leyendario mártir que renegó del arrianismo.
Sus ventanales de ojiva.
Allende el semblante ornamental de sus portadas,
en el cielo una corona de pájaros gira.
Viajo en el tren con la memoria fija
en los rincones soleados.
Desde la azotea de la imaginación,
recuerdo el silencio metafísico de las visiones.
SORIA
A orillas del Duero de álamos yertos
centellea el cristal del día.
Respiro hierbas olorosas en el bosque de la peña.
En la superficie límpida y deslizante
el Sol se deja ver como piedra de hielo
y abre el nebuloso espectro.
Tras las murallas viejas,
sigo ebrio del aroma de los ramajes.
Sobre los verdes pinos trina un ruiseñor.
La campana de la Audiencia
anuncia la paz de las alamedas.
A lo largo del camino
espumas sonoras embelesan
el piadoso aire de la mañana.
Soria austera inspira tristeza de amor
y filtra sombras de quietud.
Soria duerme bajo fina luz de clara niebla.
En su regazo los árboles parecen meditar
y el manso fluir del agua
refleja esmaltes vegetales.
En sus campanas reposan nidos de cigüeña.
Por las laderas oreadas de un sueño alegre
deambulo hacia las simetrías de San Saturio,
que se alza como talismán de certeza sobre la roca,
enarbolando sus cumbres y hermosas paredes.
Desde el silencio de su monumentalidad,
sobre el rocoso pedestal de la cueva del santo,
diviso los grises alcores.
La suave placidez discurre por los caminos místicos.
Llevo conmigo la benevolencia que la sierra destila.
El brumoso encanto desvela maravillas.
Orillas del Duero donde se ensueña el viajero
entre armonías luminosas.
Serena claridad que enseña consuelo
y me redime de la noche del pesar.
VISIÓN LÍRICA DE BILBAORecojo imágenes a cada instante.
Bilbao emerge del valle
y expande sus paredes cercadas de verdes alturas.
Llevo conmigo recuerdos
de composiciones de encanto:
la estructura lírica de los puentes,
el paseo a orillas de la ría,
las alegorías del parque de Doña Casilda,
y el Guggenheim, portento de titanio.
Me enajena el desbordamiento sereno
del tiempo y del agua.
Atisbo las cárdenas colinas alzadas alrededor.
2/10/2012.
LOS ESPLENDORES DE SANTANDER
El viento de fines de septiembre,
aún disipa la niebla
y es grato ser andariego
por las aceras ajardinadas.
Contemplar la bahía de Santander,
los veleros flotando
y el relieve de la costa cántabra,
proyectado hacia el horizonte.
Hay un navío a la espera
del viaje en el embarcadero.
Voy desvelando astilleros y almacenes,
hasta el barrio pesquero
y vuelvo, entre edificios elegantes,
a la Ensenada del Sardinero.
El mar sereno, cercado de sierras verdes.
Delante del místico resplandor de la naturaleza,
a la sombra de un ciprés, me arrimo
para escuchar el canto de las olas.
Tengo pena de partir.
MAGNITUDES DE CUENCA
Acopladuras asoman de los acantilados.
Viviendas se encumbran
sobre el despeñadero calizo.
El entramado se despeña
en derramados ensanches
y enhebra escaleras porticadas
en las entrañas de la roca.
De las almenas alzadas
en las terrazas de las hoces,
brota la hierba del huerto rupestre.
El caserío se enrasa
con las estribaciones
de los frondosos contrafuertes.
Relumbra Cuenca clavada en la serranía,
bordeada por el Júcar y el Huécar,
enmarcada por pilastras de cárstica fisiografía.
El valle se adorna
con los matices de las edificaciones.
ZAMORA
Zamora es un otero amurallado.
Tiene a los pies de sus paredes
el Duero de limos dorados.
Con su vieja muralla fragmentada,
sobre sillares romanos el bien cerrado recinto.
Desde el puente de piedras
un rumor de agua me llena los oídos.
Y un rosario de templos discurre
entre adarves y almenas,
con capiteles de baluarte.
El castillo frente a la catedral
y el jardín entre ambos,
Zamora asoma en laderas,
por las que Bellido Dolfos,
tras dar muerte al rey Sancho,
escapó del cuchillo del Cid.
Puertas antiguas del ámbito claustral se alejan.
Tramos de muros guardan
portadas con rosetones
y vela de armas para caballeros..
Santiago del Burgo, de piedras claras.
San Vicente, de aguja gótica sobre torre arcaica.
TOLEDO
Custodiada por el Tajo,
que llena el paisaje de romanticismo,
Toledo emerge del cerro
y se entraña en las murallas del rey Wamba.
De las agujas del Alcázar
al pedestal de San Juan de los Reyes,
me pierden las calles en espirales:
el Arco de la Sangre y los lienzos visigodos
giran sobre el laberinto de mi desahogo.
Buscaba la Puerta del Cristo de la Luz,
pero don Gonzalo Ruiz, desfallecido y pálido,
agonizó en los brazos de los Pontífices.
El peñasco deja caer su musgo
sobre el anillo del agua.
Bajo la estridente claridad,
laderas de paradigma subo.
Los tejados ocres me miran,
fijos ante la inmensidad.
Santa María la Blanca,
de la que se apoderó Vicente Ferrer.
Más allá de los caprichos de Cisneros,
portadas de piedra, alero de tejados.
La Casa del Greco, que fue del Marqués de Villena
y del tesorero Levi, muerto por el Cruel Pedro.
Las puertas edificadas
con piedras del cementerio árabe.
La mitra de Rodrigo Rada en naves y pilares
La pesadumbre de edificios
que vio Garcilaso de la Vega
desde su solar.
Más allá de las tiendas de oropeles,
manchados por la intemperie,
los altos muros templarios de San Servando,
Santiago del Arrabal
y su ladrillo mudéjar sobre el minarete.
Rincones desde donde Carlos V gobernó.
Toledo es el coloso sacralizado.
Andariego, discurro entre paredes
quemadas por la luz del tiempo.Toledo es siempre un enigma.
VIGO
El viento canta en la ola
y engalana el rastro de la espuma.
Bebo el reflejo luminoso
de la planicie del mar.
Verdes ensoñaciones embellecen la mirada.
La tarde que me hechiza de aromas y perspectivas
me otorga las rías con gaviotas y mástiles.
Se expanden las estaciones marítimas
hasta las orillas diamantinas.
Los resplandores discurren sus alas
en un jardín de mansedumbre.
La ciudad duerme en la cuesta
y sus blancos pilares exhiben lámparas
que el día derrama
en la hermosura del oleaje florido.
Lucida ventura de frescores
que alberga los primores del aire azul.