Edición nº 2 - Abril/Mayo de 2008

Edición nº 2 - Abril/Mayo de 2008

Diario de un mal año, de J.M. Coeetze

Ficción


Diario de un mal año
de J.M. Coetzee
Mondadori

por Ana Alejandre

.Esta novela Diario de un mal año, de J. M. Coetzee, es como muchos de sus libros el estudio, con el estilo personal y siempre imprevisible de este autor, de unos personajes desarraigados que luchan por comprender y ubicarse en un mundo en el que parecen no encajar bien. En esta ocasión, el personaje central es un escritor, figura solitaria aunque reconocida, al que proponen que escriba una serie sobre temas de actualidad. El escritor solicita a una joven que le mecanografíe sus textos. Esto sirve de punto de partida para que Coetzee haga un análisis de la sociedad actual y critica, de forma lúcida, los defectos principales de los que adolece y que son a juicio de este siempre polémico escritor: la falsa moral y el racionalismo exacerbado, a los que considera verdaderas lacras sociales de nuestro tiempo.

Esta obra, por lo anteriormente apuntado, está a caballo entre la novela y el ensayo, por la extrañeza que causa en el lector y por la propia intencionalidad de su autor, en el que los personajes a través de sus diálogos están poniendo en evidencia sus pensamientos en los que parecen buscar continuamente el motivo de la confrontación total y, quizás, de la catarsis liberadora de sus propias contradicciones que son, sin duda alguna, de la sociedad en la que viven, aunque sintiendo, en todo momento, las paradojas existenciales y el caos mental que son reflejos del mundo real que los fagocita.

La obra de este escritor, en general, son siempre desestabilizadoras, irritantes, algunas veces, pero siempre dejan al lector ávido de seguir leyendo sus libros, quizás, porque esa tensión incómoda, ácida y exigente, sobre todo para los lectores acostumbrados a literatura más convencional, revela que detrás de este escritor hay una de las pocas mentes contemporáneas que se hace preguntas, y por ello nos las traslada a los lectores, sobre la identidad personal y colectiva y en cuanto a lo que se refiere a la posibilidad de una visión moral que permita un asidero para poder sobrevivir en esta sociedad, en este mundo complejo, deshumanizado y tecnificado, en el que los seres humanos parecen naufragar. Por ello, sus personajes son siempre seres desorientados, solitarios y fracasados, a los que la vida les ha quitado la capacidad de ilusionarse, de tener una mínima porción de esperanza, porque todos ellos son víctimas del propio devenir de sus existencias, atrapados en el círculo de la desventura, la soledad y el desarraigo.

Los personajes de sus obras tienen, como única tabla de salvación, el coraje de vivir, la terquedad en sus propósitos y la férrea capacidad de resistencia ante un destino aciago en el que, sin quedarles ya ninguna sombra de esperanza, sí tienen aún la decisión de batallar en un intento último y desesperado para no declararse voluntariamente derrotados fatalmente por esa enemiga que siempre gana la última y definitiva batalla como es la propia vida.

Libro, recomendable para los seguidores de este escritor y para quienes aún no han degustado su estilo inconfundible y provocador que no deja nunca indiferente a los lectores.

No ficción

El cuerpo y las olas, de Manuel Vicent

El cuerpo y las olas
de Manuel Vicent
Alfaguara, 2007



por Ana Alejandre

Esta obra escrita con la prosa luminosa, acerada y brillante de Manuel Vicent, es una colección de artículos publicados en el periódico con el que colabora asiduamente este escritor y columnista. El propio autor los define así: ”Este libro contiene el fluido de la vida que uno ha visto pasar desde cualquier acera…” y acierta en su definición porque esta obra es el conjunto de las escenas cotidianas, de las sensaciones, de las ideas y de las venturas y desventuras que a través del prisma personal de su autor, se van desgranando en esta colección de pequeñas estampas, pequeñas en cuanto a su extensión no en la calidad de su prosa, que conforman el propio y personal universo de Vicent que demuestra, una vez más, la deslumbrante policromía de su prosa en la que brilla toda la luz del Mediterráneo en el que nació y vivió durante muchos años, y al que vuelve siempre en busca de esas raíces profundas de las que se nutre su visión hedonista, en el buen sentido del término, y escéptica de una sociedad en la que vive; pero de la que se siente lejano en su cercanía, mirándola debajo de la blanca paz de la sombra que proyecta cualquier parra y en la que degusta el sabor de las verduras asadas lustradas por el oro verde del aceite de oliva.

Vicent habla de lo que le rodea, pero desde una lejanía desengañada que no trata de cambiar esta sociedad desarbolada, pero tampoco renuncia a ella, porque se sabe parte integrante de la misma, aunque siempre buscando el retiro discreto del intelectual que mira, observa, piensa y escribe en esa soledad buscada y que le proporciona una evidente independencia de criterio, pero sin renunciar a toda manifestación y disfrute del placer del que obtiene la fuente de sabiduría, de conocimiento de esa realidad que lo rodea y que le confiere ese carácter de hedonista puro que busca el placer en lo sencillo, en la verdad indiscutible de la naturaleza que otorga siempre la única e indiscutible belleza.

Todas las culturas mediterráneas, Grecia y Roma, sin olvidar a la milenaria Bizancio, se alza de nuevo en el lenguaje de este escritor que trae prendido en su lenguaje los azules turquesas de ese mar que baña las orillas milenarias en las que nació la cultura occidental y en cuyas aguas se sumerge ese autor de naranjos y atardeceres luminosos, en un baño ritual de iniciación en el que sale el escritor puro, el esteta, que busca la verdad y la belleza en el caos de un mundo al que no comprende, pero del que oye el latido de su corazón enfermo y hace el diagnóstico certero, diseccionando la realidad con el acerado bisturí de su prosa.

No ficción

Carta a mi mujer, de Francisco Umbral

Carta a mi mujer
de Francisco Umbral
Planeta, 2008

por Ana Alejandre

Este libro, emocionante en su fondo y forma, ofrece el lirismo de uno de los mejores prosistas del siglo XX dentro de la literatura española. Es una obra de difícil clasificación en cuanto al género, ya que no se le puede encuadrar como memorias, ni tampoco biografía, ni siquiera en el género epistolar que podría ser el más adecuado en función de su título, porque no es ninguno de de ellos pero es todos a la vez.

Esta obra, por la calidad indiscutible que ofrece un Umbral íntimo, lúcidamente desengañado y sincero hasta llegar a profundizar en la herida que el tiempo y el propio discurrir de la existencia deja abierta en el alma de todo ser humano, es un testimonio personal , profundo y demoledor del hombre que es, además, un escritor al que la literatura sirve de vehículo de expresión y de escapada de una “actualidad”, como le llama a los aconteceres sociales que le roban el tiempo que conforma el presente, ese lugar temporal en el que quiere instalarse y vivir, despojándose de cualquier atisbo de actualidad absorbente y alienante de la verdadera esencia del tiempo que es todo presente y que hace posible el “carpe diem” en el que Umbral quiere vivir y realizarse al margen de toda actualidad engañosa y acaparadora.

Sus relaciones conyugales quedan al descubierto con el acerado bisturí que enarbola en una continua disección intimista de su matrimonio en el que el propio autor no sale airoso en sus confesados adulterios y en su propia soledad de todo ser deshabitado de un amor que le dé sentido, luz y color a una vida en la que la soledad compartida a dúo pone el acento trágico de un náufrago en una isla compartida con otro compañero de desdichas, en la que luchan, uno al lado del otro, por sobrevivir en el océano de incomunicación que les rodea amenazante. Umbral define a su mujer con las palabras precisas y el adjetivo justo que pone de manifiesto en este párrafo: “Eres tú, aquella a la que el jardín divide, multiplica. Criatura nada intelectual –ni falta que hace-, te entiendes bien con las plantas, con el agua, sabes entrar en conversación con lo callado.

Y eso es todo.”

Esta definición de su mujer, a la que llama María y no por su verdadero nombre que es España, no es la única que hay en Carta a mi mujer, porque por las páginas de este libro intimista, nostálgico, terrible en su desnudez de sinceridad doliente, están también los reproches que florecen en el texto al compás de la narración de la memoria del escritor al recordar, revivir, los años pasados con esa mujer, compañera, amante y tan desconocida como un ser humano puede serlo para otro, a pesar de la larga convivencia, de distanciamientos y reencuentros en un espacio común, en esa casa con jardín y despoblada de niños en la que Umbral se siente envejecer prematuramente con cincuenta años y desde la que habla del amor, desamor, de la vida y la muerte y de todos los grandes enigmas que rodean al ser humano en ese largo paréntesis que va desde el nacimiento a la tumba.

En estas dos cartas, largas y extensas en significado y en páginas, escritas en 1985 y 1986, que Umbral no quiso publicar hasta después de muerto y que, en 2007, al vislumbrar la cercanía de su fallecimiento, le pidió a su mujer que las pasara al ordenador para que fueran dadas a la luz pública, sabiendo, quizás, que ya era poco el tiempo que le quedaba con vida y esa intuición se cumplió porque antes que su esposa finalizara la transcripción de su texto mecanografiado, Umbral falleció sin ver publicado ese testamento vital y literario que define al gran escritor que siempre fue pero en su faceta más íntima, desgarradora en la sobriedad de su lirismo deslumbrante y en la sinceridad de unas páginas en las que se contienen el dolor, la soledad y la incomunicación que siempre van unidos, en etapas recurrentes, a la difícil convivencia de una pareja de larga duración.

Libro que emociona, como afirma Pere Gimferrer, prologuista de lujo para esta obra imprescindible para conocer al Umbral humano, cercano y pesimista, pero nunca carente de una lucidez extrema que le permite puntualizar, con la pincelada exacta de sus metáforas deslumbrantes que aparecen en este libro y que lo convierten en la más reveladora y sincera confesión de una vida a dúo de la que el dolor nunca estuvo ausente.

Libro para leer y releer en pequeños sorbos que destilan la gran belleza de una prosa en la que Francisco Umbral no sólo fue un maestro, sino un experto narrador de vidas interiores, la de su mujer y la suya en común, en las que siempre se encuentran prendidas las notas de una indefinible y sobrecogedora belleza.

Poesía

Cien poemas japoneses, de Kenneth Rexroth.

Cien poemas japoneses
Kenneth Rexroth.
Traducción de Carlos Manzano
Gadir, 2008. 175 pp

por Ana Alejandre

Este poeta y traductor norteamericano, nacido en 1905 y fallecido en 1982, está en el punto medio entre el exceso verbal y casi retórico de algunos de los grandes poetas norteamericanos y la brevedad y concisión de otros, por lo que parecía ser necesario la aparición de una figura como la de Rexroth, poeta que busca en la profundad de su propio yo, su voz poética personal e íntima, sin atenerse a modas pasajeras, Rexroth deja en libertad su propio canto poético, sin dejar interferir en su obra la influencia de aquellos poetas tan próximos como son las figuras de Kerouac o Ginsberg, nombres por sí solos que alumbran al movimiento llamado “Renacimiento cultural de San Francisco”.

En este caso, el paso del tiempo ha sido favorable para subrayar en su verdadera valía la obra de este poeta, uno de los mayores del panorama literario norteamericano del siglo XX, porque en ella aparece la gran profundidad en la experiencia poética, en la que una profunda espiritualidad en su obra pone el acento de asombro ante un mundo en el que su voz se hace imprescindible para resaltar la belleza y sordidez del mundo.

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