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Los infantes de Granada

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LOS INFANTES DE GRANADA, UN TEMA POCO CONOCIDO

M. Dolores Gallardo López

En el número 26 de esta revista, correspondiente a enero-marzo de 2014 escribí dos artículos sobre el Reino de Granada: “El Reino de Granada, último reino hispano-musulmán” y “Laujar (Almería), último bastión hispano-musulmán”, completo ahora la serie dedicada al antiguo Reino de Granada con el tema, interesantísimo pero poco conocido, de los infantes de Granada.

1.- La esclava Turayya o Zoraida y el sultán Muley Hacén

Al parecer el sultán Abú al Hasan Alí, (Muley Hazén o Hacén para los cristianos) en 1478 se encaprichó de una esclava, se casó con ella, la convirtió en su esposa favorita y la hizo muy rica pues le entregó gran parte de las herencias de sus tías, las princesas Çetti Onfalfata y Çetti Haxa.

La antigua esclava se convirtió en la sultana Zoraida o Soraya. Muley Hazén y Zoraida tuvieron dos hijos: Nasr ben Alí y Saad ben Alí

Años después de la conquista de Granada, tratadistas cristianos crearon la leyenda de que la sultana Zoraida o Soraya era la cristiana Dª Isabel de Solís, hija del comendador de Martos, Sancho Jiménez de Solís, aunque tal cosa no parece cierta.

Según esa leyenda, la joven Isabel habría sido capturada durante una incursión de los musulmanes nazaríes en tierras cristianas y posteriormente encerrada en una torre de la Alhambra, que todavía hoy es llamada, por esta leyenda, “torre de la Cautiva”. La prisionera, joven extraordinariamente hermosa, cautivó al propio Muley Hazén. La joven, tras profesar la religión islámica y tomar el nombre de Zoraida (Lucero del Alba), contrajo matrimonio con el sultán, que la convirtió en su esposa favorita

El relato de la cristiana Isabel/Zoraida y el sultán, sumamente dudoso, tiene indudables elementos novelescos. Hay que saber, sin embargo, que el matrimonio entre una cristiana y un importante personaje musulmán se dio bastantes veces en el mundo cristiano-musulmán de la península: por ejemplo el gran Abd al Rahmán III, el más importante de los omeyas andalusíes y el que convirtió al Ándalus en califato, era hijo de Muhammad (hijo a su vez del séptimo emir cordobés Abd Allah ibn Muhammad al Umawi) y una cautiva vascona que los historiadores suelen llamar Muzna o Mariya. El propio Abd al Rahmán III tuvo una esposa cristiana a la que los historiadores llaman Murchama o Maryan y, para mayor abundamiento, de la unión de Abd al Rahmán III y esa cristiana nació su heredero, el califa al Hakan II. Lo mismo podría decirse de Almanzor, que también tuvo esposa cristiana, etc.

La supuesta historia de bella cristiana Dª Isabel de Solís y el emir granadino, ha inspirado a escritores de distintas épocas hasta el día de hoy: Martínez de la Rosa en 1837 escribió la novela histórica Doña Isabel de Solís, reina de Granada; Laurence Vidal, Los amantes de Granada (año 2000); Brígida Gallego Coin, Isabel de Solis-Soraya (año 2011).

2.-Los infantes de Granada

Como ha quedado dicho, Muley Hazén y Zoraida tuvieron dos hijos: Nasr ben Alí y Saad ben Alí. Boabdil se sublevo contra Muley Hazén, su padre y se proclamó emir

Algunos dicen que en 1490, después de morir Muley Hazén, los jóvenes príncipes Sa’d y Nasr, como hijos del depuesto emir y Turayya o Zoraida y hermanastros de Boabdil, fueron vistos como recambio regio, noticia que inquietó a los Reyes Católicos. Sin embargo nada a día de hoy demuestra fehacientemente tal cosa.

En cambio sí es cierto -lo atestigua que la crónica granadina del siglo XVII que reproducimos- que, en fechas muy cercanas a la toma de Granada, ambos príncipes fueron bautizados con padrinazgo regio: a Saad, el mayor, se le puso el nombre de Fernando, por el Rey Católico, que fue su padrino, y al menor el nombre de Juan, por el hijo de los Reyes Católicos, padrino suyo.

Pusiéronle a S’ad, el mayor, don Fernando de Granada, por el Rey Católico que fue su padrino, y al menor le pusieron don Juan de Granada, respeto del príncipe don Juan que lo apadrinó. Diéronle palabra de que se les daría el estado de Mondexar, que era suyo en Las Alpuxarras, abiéndose conquistado, y ellos desto se les hiço otras muchas merçedes”.

Ambos jóvenes recibieron el título real de Infantes de Granada, que transmitieron a sus herederos, como veremos.

No se suele resaltar la importancia política -digna del genio del rey D. Fernando- que tuvo la decisión de nombrar infantes -título reservado en Castilla a los hijos de los reyes- a los hijos de Muley Hazén.

Con ello, si alguna vez los musulmanes decidían nuevamente atravesar el estrecho y volver a las tierras perdidas en Hispania invocando supuestos derechos sucesorios de algún príncipe (no olvidemos que el Zagal y Boabdil con sus respectivas familias vivieron en el norte de África y que durante muchos años el Islam fue un peligro real para el mundo cristiano occidental), siempre se podría aducir que los descendientes legítimos de Muley Hazén eran los Infantes de Granada.

También la sultana Zoraida, madre de los nuevos Infantes, se convirtió al cristianismo con el nombre de Dña Isabel de Granada, por la reina Isabel (cosa imposible si hubiera sido una esclava de origen cristiano, como supone la leyenda de la supuesta Dña Isabel de Solís), a la que acompañó hasta su muerte

Los Infantes de Granada y su madre continuaron en todo momento la ruta de los Reyes Católicos: entre 1504 y 1505 residen en Segovia, Salamanca y Valladolid. Como cualquier otro noble importante del momento, aparecen asegurando sus posesiones en Granada a través de copias de escrituras arábigas. En los albores del siglo XVI los encontramos completamente integrados en la sociedad cristiana y ambos Infantes emparentaron por matrimonio con importantes linajes castellanos.

D. Hernando/Fernando de Granada murió joven en 1612, en Burgos. No dejó descendencia; su hermano menor, D. Juan, heredó sus tierras y posesiones. D. Juan fue gran colaborador de los reyes y después al emperador Carlos. Casado dos veces dejó una larga descendencia en que mantuvo el título de Infantes de Granada.

3.- Los infantes de Granada y el levantamiento de la Alpujarra.

Reinando Felipe II, la víspera de Navidad del año 1568, en protesta por la Pragmática Sanción del 1 de enero 1567, que recortaba hasta punto insufrible los hábitos y costumbres de los moriscos y les impedía el uso de su lengua, se produjo el levantamiento de la Alpujarra.

Desde allí la rebelión se fue extendiendo al llano y a otras zonas montañosas; los moriscos que habitaban en las ciudades como Almería, Málaga, Baza y Guadix, en zonas cercanas o en la vega en general no tomaron parte en la rebelión, aunque simpatizaran con los sublevados.

Fueron tres años de durísimos enfrentamientos. La principal preocupación del rey fue que la rebelión de los moriscos del reino de Granada no se transformara en el levantamiento generalizado de los moriscos de todos sus reinos hispanos. O que recibieran ayuda el sultán otomano y de los señores de Argel y Tetuán, con lo cual el conflicto podría ser terrible para la propia monarquía.

En los comienzos del año 1570 Felipe II, ante la gravedad que tomaba el conflicto destituyó como Capitán General de Granada al marqués de Mondéjar, nombró a su hermanastro D. Juan de Austria y desde levante e Italia hizo venir a un ejército regular.

D. Juan de Austria entró a sangre y fuego en la Alpujarra. Aún así los enfrentamientos continuaron hasta 1571. Desde el 1 de noviembre de 1570 se inició una deportación general de los moriscos, es decir no se deportó a los que se habían sublevado sino a todos. En las primeras tandas de deportación casi la mitad eran moriscos de la ciudad de Granada, a pesar de que estos -como ocurrió también en otras ciudades- no se habían unido a los sublevados, pero se consideró que sacarlos de Granada “sería de gran efecto”.

Después de la derrota final, los moriscos que quedaron sufrieron el mismo castigo. La deportación se hizo a otras regiones de la Corona de Castilla especialmente a la parte más occidental de Andalucía y a las dos Castillas. La consecuencia para el reino de Granada y muy en especial la Alpujarra fueron desastrosas. La guerra destrozó los campos, los pueblos, los talleres; la deportación masiva provocó la despoblación, la economía se hundiera (los moriscos eran su gran motor) y la miseria se enseñoreó.

En la época de la sublevación de la Alpujarra el jefe de la dinastía nazarí era D. Juan de Granada y Mendoza. Él y su hermano Hernando de Granada cuando estalló la rebelión estaban en Italia. Los italianos describían a D. Juan, que contaba entre 25/30 años, como de elevada estatura, tez blanca, pelirrojo y con poca barba.

Los Infantes de Granada de época de Felipe II, descendientes legítimos de los hijos de Muley Hacen, seguían ostentando la legitimidad de la casa real nazarí. Eso inquietaba a su madre, Dña Cecilia de Mendoza, y probablemente también al rey. Desde los primeros meses de 1569 Dña Cecilia envió cartas a sus hijos informándolos de la sublevación y pidiéndoles que no se movieran de Italia.

Que se sepa no tomaron parte activa en la rebelión ni se incorporaron a ella pero actualmente hay quien cree que, quizás, no fue voluntariamente: este sentido a quién esté interesado le recomiendo que lea a V. Sánchez Ramos “Un rey para los moriscos. El infante D. Juan de Granada”, mencionado en la bibliografía.

El día se San Miguel de 1568 D. Hernando de Córdoba y Valor, de familia descendiente de los Omeyas cordobeses, fue elegido jefe tomó el nombre de Muley Mahamete aben Humeya (Omeya) y se convirtió en líder de la rebelión, pero parece que algunos sectores preferían a alguien de la familia nazarí. Aben Humeya murió asesinado en Laujar. Su lugar lo ocupó Aben Aboo.

Sea como fuere, lo cierto es que los infantes de Granada no participaron en la rebelión que tan funestas consecuencias tuvo para los moriscos del antiguo reino de Granada.

4.- Final de la dinastía nazarí

En navidad del 1569, un año después del levantamiento de la Alpujarra, D. Juan de Granada, que había regresado de Italia, vivía en Valladolid, recién casado con Dña Ana de Castilla y Acuña. No tuvieron descendencia. ¿Qué pensaba D. Juan, jefe de la dinastía nazarí, cuando los moriscos del reino de Granada, deportados, empobrecidos y en lastimoso estado, llegaban a Castilla?

A la muerte de D. Juan su hermano D. Hernando heredó sus derechos dinásticos. Estaba casado con Dña Ana del Hierro, tampoco tuvieron descendencia.

Así pues, la dinastía nazarí se extinguió, casi al tiempo que los moriscos granadinos, que quedaron con vida después de la masacre de la guerra, eran expulsados se su tierra y enviados al exilio a otras regiones hispanas.

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Bibliografía: Valeriano Sanchez Ramos, Sharq al Andalus, 4/15, pgg. 285-315: “Un rey para los moriscos. El infante D. Juan de Granada”

 

 

Exposición Arte y cultura de al-Andalus

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Exposición Arte y cultura de al-Andalus

Exposición Arte y cultura de al-Andalus. El poder de la Alhambra

M. Dolores Gallardo López

Como culminación de las celebraciones del I Milenio de la creación del reino de Granada en el año 1013, tras la desaparición del califato de Córdoba, el Consorcio para la celebración del Milenio, el Patronato de la Alhambra y el Generalife y el Legado andalusí ha montado la magnífica exposición Arte y cultura de al-Andalus. El poder de la Alhambra. Está ubicada dentro del recinto de la Alhambra, en el palacio de Carlos V. Finalizará el 30 de marzo.

Se exhiben 300 piezas emblemáticas de la cultura andalusí en todos los aspectos, incluyendo un vestido y dos pares de calzado pertenecientes al Boabdil, último emir de Granada o el báculo del cardenal Cisneros. Se hace especial hincapié en lo que significó la Alhambra.

La última sala, la sala 6, está dedicada a una selección de visiones del la Alhambra en el Arte: desde la primera vista general que tenemos de Granada : un grabado en plancha de cobre que data de 1659 de Louis Menunier de 1659 titulada Vista de la villa de Granada capital del Reino de Granada en España y la última es una obra de José Guerrero, pintor granadino afincado en Estados Unidos, Alcazaba, óleo sobre lienzo de 1973. A continuación quienes o desean pueden ver noticiarios del desaparecido No-do que hablaban de Granada así como las escenas de películas españolas y extranjeras que se localizan en la Alhambra.

Los lectores de esta revista quizás recuerden que al Reino de Granada, con motivo de su Milenario, le hemos dedicado en esta revista tres artículos. Dos de ellos aparecieron el nº 26, correspondiente a enero-marzo de 2014: “El Reino de Granada, último reino hispano-musulmán” y “Laujar (Almería), último bastión hispano-musulmán” y el tercero “Los Infantes de Granada, un tema poco conocido” en el número 27 abril-junio 2014.

Dado que, cuando salga este número, la exposición habrá concluido, les dejo en enlace a la visita virtual. Así pueden recorrer las diversas salas de la exposición: en el lateral izquierdo pinchando en espacios expositivos se despliega un índice con lo que pueden visitar, pinchando en cualquiera de ellos elegirán se les mostrará la sala elegida y las principales piezas que en ella se encuentran.

http://elpoderdelaalhambra.com/

También pueden visitar las diversas dependencias que componen el conjunto monumental de la Alhambra junto con un plano interactivo

http://www.alhambra-patronato.es/index.php/Conoce-la-Alhambra/9/0/

Nota de la autora. Esta reseña ha apareció también el 9 de marzo de este año en el blog La mirada actual.

 

 

Flora y Flora Meretrix, de Arcimboldo

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EL ESPECTACULAR EFECTO DE DOS PINTURAS DE FLORA

M. Dolores Gallardo López

En febrero de este año ha tenido lugar en la Fundación Juan March de Madrid la exposición titulada “Giuseppe Arcimboldo. Dos pinturas de Flora”. Se han mostrado los dos magníficos cuadros que realizo de esta ninfa de la Mitología romana: uno, Flora, pintado en 1589 y otro, mucho menos conocido, Flora meretrix, en 1590.

G. Arcimboldo (Milán 1526-1593) nació en una familia de pintores. Fue un artista polifacético, muy reconocido en su momento: entre otras cosas diseñó cartones para vidrieras y tapices para el Duomo de Milán, pintó los frescos de la Catedral de Monza y desde 1562 y hasta 1587 formó parte de la corte imperial, primero con el futuro emperador Maximiliano II y posteriormente con Rodolfo II.

G. Arcimboldo ha pasado a la Historia del Arte por singulares obras llamadas teste composite, “cabeza compuesta”, es decir composiciones que son resultado de la asociación de elementos diferentes, identificables, que se combinan para formar la cabeza y la parte superior de un busto, con lo cual provocan la sorpresa del espectador.

Algún pintor moderno ha calificado a G. Arcimboldo como pintor mediocre y casi artesano. Ciertamente es artesano, casi miniaturista: por ello hoy día es mundialmente reconocido.

Dos ejemplos relevantes de su arte son las dos Flora: los rasgos que conforman su cara, el pelo con sus adornos, el busto, el manto de aparente terciopelo verde con cuello de armiño están realizadas a base de cientos y cientos de diferentes flores y hojas, elementos que únicamente son reconocibles al mirar muy de cerca las obras.

En ambos casos la ninfa Flora de la mitología romana está presentada como alegoría de la primavera y de la fecundidad de la naturaleza: la Flora de 1589 está aparece como una casta y no muy agraciada matrona, púdicamente cubierta con su verde y aterciopelado manto con blanco cuello de aparente armiño; Flora meretrix es una hermosa joven que mira de fijamente al espectador y abre su magnífico manto verde para mostrar toda la belleza de su nacarada piel y un blanquísimo seno, realizado todo ello por cientos de delicadas flores, incluso el pezón de su pecho es el botón de una pequeña camomila; esta segunda Flora representa la fecundidad sensual.

Además de la belleza y sensualidad que desprende hay en Flora meretrix otras diferencias menores, pero significativas, con respecto a Flora: lleva quince animalitos camuflados entre las flores y hojas que la componen. Mayoritariamente insectos: mariposas, mariquitas, una hormiga –situada junto al pezón del bello seno-; también hay un molusco y un reptil. Esos animalitos en la época estaban asociados al mal. De manera que subliminalmente se está indicando la relación entre la belleza y la sensualidad con el pecado.

Todo esto para el espectador ha sido sorpresiva y extraordinariamente visible -por primera y quizás única vez- en una magnífica proyección que se exhibía en la sala y que permitía contemplar todos estos detalles ampliadísimos.

En efecto, la espectacularidad de la exposición de la Fundación Juan March ha consistido en que, de espaldas al espectador que miraba las dos Flora -al que se le permitía acercarse hasta muy cerca de las obras para ver cómo, lentamente, las figuras se descomponían en minúsculas y múltiples flores y hojas- se proyectaba ininterrumpidamente una proyección a todo color en la que, a tamaño gigantesco, los dos cuadros eran analizados milimétricamente.

Con sólo darse la vuelta el espectador podía comprobar con asombro como los rasgos de los retratos, los ojos, los labios, los oídos, la piel entera, de convertían en las más diversas flores, hojas e insectos que su ojo -incluso muy cerca del cuadro- era incapaz de apreciar. Efecto espectacular, inenarrable.

Flora, pintada en 1589, fue considerada desde su creación como una de las obras maestras de Giuseppe Arcimboldo. De ella nos han llegado numerosos testimonios.

Nada dicen las fuentes documentales de Flora meretrix, pintada al año siguiente, única obra de las que conocemos de Arcimboldo que rezuma sensualidad. Sólo en 1911 sabemos documentalmente de ella pues fue incluida en por Granberg en su catálogo de pinturas extranjeras de las colecciones suecas.

La obra de G. Arcimboldo gozó del favor de sus contemporáneos, tras su muerte el pintor fue olvidado. Sorpresivamente a mediados de los años treinta del pasado siglo XX volvió a renacer su fama pues H. Barr Jr. -fundador y primer director del MoMA de Nueva York- lo consideró precursor de los pintores surrealistas y dadaístas y lo exhibió con ellos en la exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism (1936-37).

Finalmente subrayar que con motivo de esta exposición la Fundación J. March ha publicado en el Catálogo un magnífico ensayo sobre G. Arcimboldo realizado por Miguel Falomir, Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700) del Museo del Prado.

 

 

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