Gonzalo Rojas

 

 

Introducción

Continuamos ofreciendo las figuras de los poetas que han sido galardonados con el Premio "Miguel de Cervantes", el más importante galardón de las letras españolas.
En esta ocasión, se trata de Gonzálo Rojas, poeta y escritor chileno de renombre universal, que recibió el Premio "Miguel de Cervantes" en 2003.

 

Gonzalo Rojas

Gonzalo Rojas, poeta y narrador chileno.

Ana Alejandre

Escritor chileno, nacido el 20 de diciembre de 1917, en el puerto de Lebu cerca de Concepción en el sur de Chile, en una familia de pocos recursos. Después de la muerte de su padre, acaecida en 1921, se trasladó junto a su familia a Concepción en 1926.

Cursa estudios en el Internado de Concepción y más tarde en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, aunque abandona dicha carrera en su tercer año y también cursa la carrera de Filología Clásica en la mencionada universidad donde obtuvo la licenciatura. Además de estudiar, trabaja paralelamente como inspector en el Instituto Barros Arana, cuyo fin es la alfabetización de los mineros en Atacama.

También ejerce de jefe de redacción de la revista Antártica en Santiago de Chile. A partir de 1938 participa en el grupo surrealista Mandrágora, fundado por Braulio Arenas, Teófilo Cid y Enrique Gómez Correa y el propio Rojas, hasta 1941, año en el que se separa de dicho movimiento del que siempre se mostró disidente durante su permanencia en el mismo por no aceptar el apego que demostraba hacia el surrealismo francés.

Publica su primer poemario La miseria del hombre (1948, premio de poesía inédita de la Sociedad de Escritores de Chile), que obtuvo escasa acogida por parte de los críticos, aunque fue muy alabado por Gabriela Mistral que le prodigó toda clase de alabanzas.

Una vez obtenida la licenciatura, oposita y gana, en 1952, las cátedras de Literatura Chilena y Teoría Literaria en el Departamento de Español de la Universidad de Concepción donde permanece hasta 1970, y posteriormente vuelve a ejercer de profesor en Valparaiso, además de promover encuentro nacionales de poetas en ambas universidades: el Primer Encuentro Nacional de Escritores (1958) y el Primer Encuentro de Escritores Americanos (1960) dentro de las actividades culturales promovidas en el seno de las Escuelas Internacionales de Verano que dirigía Rojas. Según Carlos Fuentes y José Donoso estas reuniones han sido el germen del boom latinoamericano, por haber abierto un espacio de debate y reflexión - tal como Rojas lo propusiera-, alrededor de la cultura de América Latina y los problemas del hombre actual.

A pesar de su continua e incesante actividad en la docencia universitaria, no abandona por ello la creación poética, en busca de la expresión pura y diamantina, la que mostrará en toda su intensidad en Contra la muerte (1964), obra que es celebrada unánimemente por la crítica.

Salvador Allende le nombró consejero cultural en China en 1970, y posteriormente, en fue enviado como diplomático a Cuba en 1972. Después de producirse el golpe de Estado de Augusto Pinochet, que le sorprende en La Habana como Encargado de Negocios, es cuando se produce un vuelco trágico no sólo en la historia de su país, sino también en su vida porque se convierte en un exiliado "indocumentado", ya que se le priva de su condición de diplomático y se le expulsa de todas las universidades chilenas por considerarlo un peligro para el orden y la seguridad nacional. La Universidad de Rostck -Alemania Oriental- lo acoge como profesor, pero no imparte clases en ella, por lo que dicha situación de inactividad le crea un profundo malestar por lo que marcha a Caracas (Venezuela), para ejercer la docencia en la Universidad Simón Bolívar.

Sigue publicando sn cesar y entre los títulos que van apareciendo están Contra la muerte (1964, premio Casa de las Américas), Oscuro (1977) ), obra esta última que trasciende de los límites de Chile y se difunde internacionalmente, y Transtierro (1979).

Regresa a Chile en 1979, por haber obtenida la beca Guggeheim, aunque sabe que las puertas de las universidades permanecerán cerradas para él, pero aún así se instala en Chillán, 400 kilómetros al sur de la capital, donde fija su residencia permanente. Sin embargo, realizó diversos viajes para ejercer de profesor en diversas universidades tanto de Europa como de Alemania, Estados Unidos, México y España.

Otras obras de estos años son: Del relámpago (1981), 50 poemas (1982), El alumbrado (1986), Materia de testamento (1988), Desocupado lector (1990), Antología de aire (1991), Las hermosas (1991), Zumbido (edición para bibliófilos,1991), La miseria del hombre (edición crítica,1995), Río turbio (1996), América es la casa y otros poemas (1998) y Del ocio sagrado (2002).

Recibe el Primer Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el 5 de junio de 1992 y, posteriormente, el 13 de noviembre del mismo año, el Premio Nacional de Literatura que es el máximo galardón literario de Chile. Sigue incesantemente recibiendo el reconocimiento internacional, a los premios anteriores se sumarán el Premio Octavio Paz, de México y el Premio José Hernández, de Argentina.En 2002 es nombrado miembro de la Academia Chilena de las Letras. También es galardonado con el Premio Miguel de Cervantes (2003), el más alto galardón de las letras españolas.

En su poesía se encuentran nítidamente reflejados el amor, la muerte y la búsqueda incesante de la trascendencia, pero siempre usando un lenguaje en el que aparece su conciencia crítica y el diálogo constante con el mundo.

En todos sus poemarios se muestra al poeta que busca y ansía lo absoluto, transido de pasión erótica que aparece siempre reflejada en su verbo poético pleno de sugerencias.

 

 

Obra de Gonzalo Rojas

Obras de Gonzalo Rojas

Poemarios y antologías

La miseria del hombre, ilustraciones de Carlos Pedraza, Valparaíso, Imprenta Roma, 1948; ed. crítica de Marcel Coddou, Valparaíso, Puntángeles, 1995.Contra la muerte, 2006.

Oscuro, Caracas, Monte Ávila, 1977.

Transtierro. Versión antológica 1936-1978, Madrid, Taranto, 1979.

Antología breve (1980).

Críptico y otros poemas (1980).

50 poemas (1982).

Del relámpago (1984).

El alumbrado, ilustr. de Roberto Matta, Santiago de Chile, Ganymedes, 1986; El alumbrado y otros poemas, Madrid, Cátedra, 1987.

«Poesía inédita de Gonzalo Rojas: antología imaginaria» en Revista Universitaria, Santiago de Chile, 24 (1988)

Antología personal, México, UNAM, 1988.

Materia de testamento, Madrid, Hiperión, 1988.

Las adivinas y otras visiones, Madrid, Hiperión, 1988.

Schizotext and Other Poems/ Esquizotexto y otros poemas, trad. de R. M. Cluff y L. H. Quackenbush, Nueva York, Peter Lang, 1988.

Desocupado lector, ilustr. de Michael Nerlich, Madrid, Hiperión, 1990.

Antología de aire, sel. de Hilda R. May, prólogo de Eduardo Milán, epílogo de Jorge Rodríguez Padrón, Santiago de Chile, FCE, 1991.

Las hermosas. Poesías de amor, sel. y ed. de Hilda R. May, Madrid, Hiperión, 1991.

Zumbido, edición para bibliófilos, ilustr. por grabados de Víctor Ramírez, Barcelona, Taller de Lluis Aliart, 1991.

Cinco visiones, sel. de poemas de Gonzalo Rojas, prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, 1992.

Carta a Huidobro, incluye los poemas «Carta a Huidobro» y «Morbo y aura del mal», con 15 monotipos de José Antonio Pérez en caja de arte, Madrid, Sirena de los Vientos, 1994.

Río Turbio, Madrid, Hiperión, 1996; Valdivia, El Kultrún / Barba de Palo, 1996; México, Vuelta, 1996.

Obra selecta, Santiago de Chile, FCE y Ayacucho, 1997, sel., prólogo, cronología y bibliografía de Marcelo Coddou, ed. revisada por Gonzalo Rojas, al cuidado de José Ramón Medina.

80 veces nadie, edición conmemorativa, Santiago de Chile, 1997.

América es la casa, Madrid / Salamanca, Casa de América / Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca, 1998.

Tres poemas, prólogo de Marcelo Coddou, Valparaíso, Puntángeles / Universidad de Playa Ancha, 1998.

Diálogo con Ovidio, México, Aldus, 1999; ilustr. de R. Matta, México, Eldorado y Aldus, 2000.

Metamorfosis de lo mismo. Poesía completa, Madrid, Visor, 2000.

¿Qué se ama cuando se ama?, ed. de Mario Andrés Salazar y Regina Rodríguez, Santiago de Chile, DIBAM, 2000.

Réquiem de la mariposa, ed. de Mario Andrés Salazar y Regina Rodríguez, Santiago de Chile, DIBAM, 2001.

Hombre es baile, mujer es igualmente baile, ed. de Antonio López Ortega, Caracas, Pequeña Venecia, 2001.

Antología poética, sel. del autor y Fabienne Bradu, voz del autor, México, FCE, 2001.

Poesía esencial, selección y nota de Pedro Lastra, prólogo de Eugenio Montejo, ed. corregida por su autor, Santiago de Chile, Andrés Bello, 2001 (D.L. 2002). Incluye cronología y amplia selección de prosas del autor.

Del ocio sagrado, sel. de Jeannette L. Clariond, Barcelona, Random House Mondadori, 2002.

Al silencio, México, Gobierno del Estado de Nuevo León, 2002; ed. de Mario Andrés Salazar y Regina Rodríguez, Santiago de Chile, DIBAM, 2002.

Inconcluso, Madrid, Universidad de Alcalá, 2003.

No haya corrupción, Barcelona, La Poesía, Señor Hidalgo, 2003.

La reniñez. Juego diálogo Rojas-Matta / Matta-Rojas, dibujos de Roberto Matta, Madrid, Tabla Rasa, 2004.

Del zumbido, tres vols. (I. ¿Qué se ama cuando se ama?; II, Réquiem de la mariposa, III. Al silencio), ilustrado con fotografías de M. Matthews y C. Bertoni, México, FCE, 2004.

Latín y jazz, introd. y sel. de Mª Ángeles Pérez López, Salamanca, CELYA, 2004.

Del loco amor, Santiago de Chile, Universidad del Bío-Bío, 2004.

La voz de Gonzalo Rojas (contiene un CD y un libro), Madrid, Residencia de Estudiantes, 2004.

Gonzalo Rojas, poeta del relámpago: Premio Cervantes 2003, Alcalá de Henares Universidad de Alcalá de Henares, 2004. Edición de homenaje al poeta, con antología de textos e ilustraciones.

Concierto. Antología poética (1935-2003), sel. y prólogo de Nicanor Vélez, liminar de Gonzalo Rojas («No al lector: al oyente»), incluye amplia selección de prosas del autor, Barcelona, Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, 2004.

Duotto: canto a dos voces, textos de Gonzalo Rojas y Roberto Matta, ilustr. de Roberto Matta, selección y edición de Germana Matta, México, FCE, 2005.

Man Ray hizo la foto, Barcelona, La Poesía, Señor Hidalgo, 2005, ilustr. de Víctor Ramírez.

XXI por egipcio, Santiago, LOM, 2005.

Esencial: 104 poemas y otros textos, Valle de Sartenejas (Venezuela), Equinoccio, 2005.

Esquizo, Concepción, Ediciones Universidad del Bío-Bío, 2007.

Del agua, edición conmemorativa del Gobierno de Chile, Santiago de Chile, 2007.

Artículos, notas y ensayos:«Primer Encuentro Nacional de Escritores» (discurso de la última sesión, 1958), Atenea, 380-81: 5-8.«Segundo Encuentro Nacional de Escritores» (discurso inaugural, 1958), Atenea, 380-81: 206-212.

«Mi testimonio sobre Braulio Arenas», Atenea, 399 (1963): 135-139.

«Darío y más Darío», en Rubén Darío (1867-1967), Concepción, Eds. Revista Atenea, 1967: 209-220.

«La palabra», en Antología de la poesía chilena contemporánea, ed. de Alfonso Calderón, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1970: 314-320.

«Poesía y resistencia: viento del pueblo», Casa de las Américas (La Habana), XIV, 83 (1974): 110-112.

«Por Huidobro», Papel Literario (Caracas), 12 de marzo de 1978.

«Recado del errante», en VV.AA., Gabriela Mistral, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1980: 149-153.

«Relectura de la Mistral», en Inti (Providence), 15 (1982): 45-53.

«Palabra previa», Chasqui (Provo), XVI, 1 (1987): 3-4.

«Prosa», ed. de Marcelo Coddou, en Obra selecta, Caracas, Ayacucho, 1997: 249-301. Incluye:

«Octavio aquí y ahora», en Cuadernos Hispanoamericanos, 589-590 (1999): 193-199.

«Intervención de Gonzalo Rojas en el aniversario 188 de la Biblioteca Nacional», en Mapocho: Revista de Humanidades y Ciencias Sociales (Santiago de Chile), 51 (2002): 321-325.

«Vertiente en pobre prosa», en Metamorfosis de lo mismo, Madrid, Visor, 2000: 549-599. Incluye:

«Papeles inconclusos», en Poesía esencial, Santiago de Chile, Andrés Bello, 2002: 351-447. Es la más completa recopilación de las prosas de Gonzalo Rojas, y añade las siguientes a las incluidas en «Vertiente en pobre prosa»:

«No al lector: al oyente» y «Ejercicios en prosa», en Concierto. Antología poética (1935-2003), Barcelona, Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, 2004: 35-38 y 357-403.

 

 

Poemas de Gonzalo Rojas

Materia de testamento

A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercero día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l'amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro Nüremberg,
a los desaparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wall Street un dólar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el silabario de Heráclito, el encantamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.

de Materia de testamento, 1988.

En cuanto a la imaginación de las piedras

En cuanto a la imaginación de las piedras casi todo lo de carácter copioso es poco fidedigno:
de lejos sin discusión su preñez animal es otra,
coetáneas de las altísimas no vienen de las estrellas,
su naturaleza no es alquímica sino música,
pocas son palomas, casi todas son bailarinas, de ahí su encanto;
por desfiguradas o selladas, su majestad es la única que comunica con la Figura,
pese a su fijeza no son andróginas,
respiran por pulmones y antes de ser lo que son fueron máquinas de aire,
consta en libros que entre ellas no hay Himalayas,
ni rameras,
no usan manto y su único vestido es el desollamiento,
son más mar que el mar y han llorado,
aun las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,
son ciegas de nacimiento y ven a Dios,
la ventilación es su substancia,
no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,
no entierran a sus muertos,
la originalidad en materia de rosas les da asco,
no creen en la inspiración ni comen luciérnagas,
ni en la farsa del humor,
les gusta la poesía con tal que no suene,
no entran en comercio con los aplausos,
cumplen 70 años cada segundo y se ríen de los peces,
lo de los niños en probeta las hace bostezar,
los ejércitos gloriosos les parecen miserables,
odian los aforismos y el derramamiento,
son geómetras y en las orejas llevan aros de platino,
viven del ocio sagrado.

de Materia de testamento, 1988.

Las pudibundas

Mujeres de 50 a 60 hablando en un rincón de austeridad
frenéticas contra el falo, ¡a las horas!,
cuando ya se ha ardido mucho y se ha tostado
el encanto, hirondelas, y lo frustrado
se ha vuelto arruga. Trampa,
no todo será lujuria pero qué portento
es la lujuria con su olor a
lujuria, con su fulgor
a mujer y hombre nadando
en la inmensidad de esos dos metros
crujientes con
sábanas, o sin, en un solo beso
que es pura imantación mientras afuera la Tierra dicen que gira
y ellos ahí libres. Gloriosos
y gozosos, embellecidos por los excesos. Que hablen
lo que quieran de gravedad menesterosa
esas pudibundas. Ay, cuerpo, quién
fuera eternamente cuerpo.

de Materia de testamento, 1988.

Instantánea

El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que más amo es el zafiro de tus ojos;

pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilíneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpación, seda, olfato

o, más que olfato y seda, traslación
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entiéndase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,

así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre
piano de marfil en la película; ¿qué fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue
del vestido blanco?

Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna
de frenesí y
perdición, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;

entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino así más durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifanía de la inmediatez
ventilada por la lozanía, y soy tacto
de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si
veo simultáneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.

de Materia de testamento, 1988.

Contra la muerte

Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?

Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.

No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.

Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.

Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.

De Contra la muerte, 1964.

Juguemos al gran juego

Juguemos al gran juego de volar
en esta silla: el mundo es un relámpago.

Entro en Pekín, y caigo de cabeza en el Támesis.
Duermo en la tumba etrusca de Tarqüinia.

Me troncho el pie en Caracas si te busco en París
y despierto en un muelle de Nueva York sangrando.

Pero me sale a abrir la muchacha bellísima
de Praga, cuando el viento me arrebata en Venecia.

Arcángeles y sputniks saltan el frenesí
y me estallan los sesos. Déjame en Buenos Aires.

Todo y todo es en México lo que empieza en Moscú
y en la rueda, de un trago, llego a Valparaíso.

de Contra la muerte, 1964.

Retrato de mujer

Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
en la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí, mujer, te dejo tu figura.

(1957)
d
e Contra la muerte, 1964.

Los amantes

París, y esto es un día del 59 en el aire.
Por lo visto es el mismo día radiante desde entonces.
La primavera sabe lo que hace con sus besos. Todavía te busco
en ese taxi urgente, y el gentío. Está escrito que esta noche
dormiré con tu cuerpo largamente, y el tren interminable.

París, y éste es el fósforo de la maravilla violenta.
Todo es en el relámpago y ardemos sin parar desde el principio
en el hartazgo. Amémonos estos pobres minutos.
De trenes y más trenes y de aviones errantes nos cosieron los dioses,
y de barcos y barcos, esta red que nos une en lo terrestre.

París, y esto el oleaje de la eternidad de repente.
Allí nos despedimos para seguir volando. No te olvides
de escribirme. La pérdida de esta piel, de estas manos,
y esas ruedas terribles que te llevan tan lejos en la noche,
y este mundo que se abre debajo de nosotros para seguir naciendo.

París, y vamos juntos en el remolino gozoso
de esto que nace y nace con la revolución de cada día.
A tus pétalos altos encomiendo la estrella del que viene en los meses de tu sangre,
y te dejo dormir en la sábana. Pongo mi mano en la hermosura
de tu preñez, y toco claramente el origen.

de Contra la muerte, 1964.

El sol y la muerte

Como el ciego que llora contra un sol implacable,
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados para siempre.

¿De qué me sirve el rayo
que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si he perdido mis ojos?

¿De qué me sirve el mundo?

¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a palpar los placeres en la sombra,
a morder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?

Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de aquel monstruoso parto.

Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.

No tengo otra palabra que mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez
de mi propia tortura, como el ciego que llora
contra un sol implacable.

de La miseria del hombre, 1948

La eternidad

Sin tener qué decir, pero profundamente
destrozado, mi espíritu vacío
llora su desventura
de ser un soplo negro para las rosas blancas,
de ser un agujero por donde se destruye
la risa del amor, cuyos dos labios
son la mujer y el hombre.

Me duele verlos fuertes y felices
jurarse un paraíso en el pantano
de la noche terrestre,
extasiados de olerse y acecharse
como los muertos, solos.

"Oh amantes: no durmáis hasta la aurora,
hasta que el sol reemplace vuestra furia
y entre por las cortinas a besaros los ojos.
No durmáis, Juventud, que la Vejez
os espía detrás de la ventana
con su cara invisible".

"No durmáis, proseguid
vuestra lucha, templad
sin cesar vuestras arma seductoras
con el tacto insaciable, con la sed
del primer huracán, a sangre y fuego.
No durmáis. Que el furor
os libre de mis manos asesinas".

"Soy vuestra peste. Soy
el que os sopla al oído la verdad de la tierra,
los designios aciagos:
he perdido mi cuerpo, porque yo soy la voz
de los cuerpos perdidos".

"No durmáis, hasta el sol.
No durmáis, mis hermosos amantes. No escuchéis
las olas del abismo".

Todos me ven y me oyen,
todos me temen, todos los que sufren el tiempo
como una pesadilla indescifrable,
y todos me preguntan quién soy, pero es inútil:
mi máscara es la noche.

de La miseria del hombre, 1948

Himno a la noche

Eres la solución del sistema solar,
la incógnita resuelta de las ondulaciones
que establece en la tierra y el mar el equilibrio,
la madre de los sueños, donde empieza
toda sabiduría.

Tu cuerpo es el principio y el fin de la belleza,
pues su espiga renace de otra espiga quemada,
y el encanto supremo de la gran posesión
hace sangrar de gozo frenético el vaivén
de tus entrañas convulsivas.

Engañada por todos, y por tu corazón,
tú partiste las sábanas y el pan de tu belleza
con los abominables mercaderes viciosos,
en la ciudad moderna donde el sol es hollín
y un horno la existencia.

Diste la vuelta al mundo por un sol varonil
que te besara duro en la boca y las venas.
Por las plazas de todos los placeres inútiles,
nunca viste la carne y el hueso de los hombres
sino el miedo y la paja.

¿Quién mordió tu pasión? ¿Quién cogió tu cintura?
¿Quién te tumbó en la arena? ¿Qué varón primitivo?
¿Quién te habló con la lengua común del bien y el mal?
¿Quién te sació la sed? ¿Quién te dió la visión
de la ráfaga eterna?

Oh mujer combustible. Ya el tiempo se ha cumplido.
Tú eres la hija del fuego y yo soy tu salvaje.
y yo somos el aura de la videncia. Tú
virgen materia, y yo lucero necesario
para engendrar la poesía.

Duerma pegado a mí tu cuerpo estremecido:
mujer única y múltiple, tocada por la mano
de la sublimidad, oh rústica hermosura.
Semillas somos de la salud de los hombres,
oh memoria perdida.

El viento se aproxima. ¿Pero qué puede el viento
que descifra la consistencia de las rocas
contra ti, contra mí, ciclón del vaticinio?
-Nada. Porque ese viento no es sino el gran fantasma
de lo que el hombre ignora.

de La miseria del hombre, 1948

Coro de los ahorcados

Si habéis visto una alcoba,
y en ella un lienzo frígido, y a vuestra novia en él,
envejecida y seca por el mórbido estío,
y el vidrio del terror os corta la mirada;
oh ciegas criaturas
ved nuestra cabellera
morada por el nudo. Tocad nuestra garganta
besada por el nudo.
Arrancadnos la lengua.

Si habéis sido testigos
de ese vaho que todo lo suaviza y lo pudre
en alcobas de negro terciopelo,
cuando ante vuestros ojos se os escapa el origen,
y vosotros estáis inclinados y mudos
oliendo alcohol divino, que es esencia materna,
de facciones hundidas, como él evaporadas;
oh sordas criaturas,
gustad, más que esa espuma, nuestra seca agonía
mordida por el nudo. Bebed de nuestra arteria
hinchada por el nudo.
Sufrid su lenta gota.

Si habéis tragado el vidrio
del estertor - la uña de lo blando y profundo-,
y madre y podredumbre son un mismo veneno,
y vosotros lloráis de haber nacido:
malditas criaturas,
miradnos suspendidos
entre el cielo y la tierra,
llenos de espasmo y semen para engendrar el odio
-hijo del nudo-: vednos coronados de asco.
Doblados a la nada por el nudo.

Si el huracán hambriento de vuestra dentadura
ha roído los huesos de la muerte sembrada.
Si habéis partido y vuelto
desde el vientre al sepulcro.
Y si ya el sobresalto vela vuestros sentidos
helados por la sátira de la risa postrera:
pérfidas criaturas,
despertad con nosotros
para reinar mil años por un instante frío
bajo el ojo infernal, que es el ojo del nudo.
Vivid de pie en el trono.

Si no habéis perdonado
al Cadáver Supremo -el ladrón de la noche-,
su robo y su codicia.
Si os habéis rebelado contra su mano augusta.
Si viene vuestra hora;
ved cómo os crece un nudo
alrededor del cuello, cada sol, corredizo.

La trampa bajo el trono,
el horizonte en ruinas;
arrugados, famélicos hasta la eternidad,
tocad dónde comienza vuestro nudo.

Oid crecer las flores debajo del patíbulo
regadas por el semen de la muerte.
Aventad sus semillas para que nadie sepa
dónde comienza el nudo.
Deshojad sus cenizas.

Oh ciegas criaturas.
El sol está morado.
La aurora es una farsa. Desconfiad
del nudo: centinela del gusano.

de La miseria del hombre, 1948.

 

 

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