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Protagonistas de la Historia

 

 

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unamuno y Millán-Astray

UN ENFRENTAMIENTO AL FINAL DE UNA GUERRA CIVIL: LA UNIVERSIDAD FRENTE A LA LEGION

“VENCEREIS PERO NO CONVENCEREIS” DIJO EL FILOSOFO

“VIVA LA MUERTE” PROCLAMO EL MILITAR LEGIONARIO

DOÑA CARMEN POLO SALVO A UNAMUNO PORQUE SE COGIO A SU BRAZO PARA SALIR


Laura López-Ayllón

El acto, celebrado el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, celebraba el Día de la Raza. A ese acto lleva Unamuno la representación de Franco como nos dice Carlos Rojas en “Momentos estelares de la guerra de España”.

Unamuno es de la Universidad de Salamanca, preside el acto y junto a él se encuentra doña Carmen Polo, la mujer de Franco. En el acto figura también el general Millán Astray, el fundador de la Legión Extranjera. Se encuentran asimismo en la sala otras autoridades civiles, militares y eclesiásticas, nos dice Javier Figuero en su libro “La España de la rabia y de la idea”

Tras las intervenciones triunfalistas de rigor existe gran expectación y llega el turno de Unamuno: “Estáis esperando mis palabras” dijo y añadió “Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio”. A veces quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia…..Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; y mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil.

Más adelante el filósofo continúa “Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, que es crítica y diferenciadora, más no de inquisición”.

Carlos Rojas nos cuenta que Unamuno estaba pálido, pero todavía alto y erguido a los 72 años y que su voz se adueño rápidamente de la sala de actos y apostilla que Millán Astray iba con su único brazo enguantado y la cuenca derecha tapada por un parche. Varias cicatrices, una de ella en el rostro, le cruzan el cuerpo.

En algún punto del discurso Millán Astray intenta intervenir dando un puñetazo en la mesa mientras sus dos guardaespaldas (legionarios) levantaba hacia él las metralletas,, nos dice Figuero y exclama “¡Mueran los intelectuales¡ ¡Viva la muerte¡”(el grito de la legión)…..Entre los gritos e insultos de los asistentes al acto Unamuno responde: “Estáis en el templo de la inteligencia. Estas palabras profanan tan sagrado recinto…os falta razón y derecho en la lucha. Es inútil pedir que penséis en España”.

Figuero nos dice que el acto fue disuelto inmediatamente y que Carmen Polo, provista de guardia personal, coge del brazo al filósofo y va con él hacia la salida. Unos dicen que lo cogió por iniciativa propia y otros que por sugerencia de Esteban Madruga, mientras que le toma del otro brazo y Juan Crespo se sitúa detrás para protegerlo. Pero todos coinciden en que, de no haberlo hecho, no se sabe que hubiera pasado con Unamuno, que falleció poco después el 31 de diciembre sin apenas haber salido de casa. Franco firmó el 22 de octubre su destitución como rector. En los ambientes que Unamuno frecuentaba se le hizo un vacio absoluto, se le expulsó del Casino y una patrulla lo estuvo vigilando porque había la orden de impedir como fuera que saliera de Salamanca aunque se sabe que hubo intelectuales falangistas jóvenes que pasearon con él en las escasas ocasiones en que salió.

El historiador Santos Juliá coordina el libro “Víctimas de la guerra civil”, donde nos cuentan que antes de la intervención de Unamuno militares y eclesiásticos hablaron de las maldades de Rusia, de la anarquía, de los malos catalanes y vascos, aplaudidos por “patriotas” que gritaban ¡España¡ ¡Una¡, ¡Grande¡ ¡Libre¡. El libro coordinado por Santos Juliá nos dice también que en el acto José María Pemán, que ya antes había apostillado, “no,”no”,”viva la inteligencia”, “Mueran los malos intelectuales” y dijo “Muchachos de España: hagamos cada uno en cada pecho un Alcázar de Toledo”.

QUIENES ERAN LOS DOS PROTAGONISTAS

MIGUEL DE UNAMUNO. Uno de los intelectuales de la Generación de 1898 como fueron también Baroja, Machado, Maeztu y Valle-Inclán. Nació Unamuno en Bilbao, perdió a su padre a los seis años, recibió educación católica y posteriormente salió a estudiar Filosofía y Letras en Madrid, y obtuvo la cátedra de Griego en Salamanca. Su tesis fue sobre “Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca”.

En 1900 fue nombrado rector durante unos años y se hizo cargo también de la historia comparada del latín y el castellano (después historia de la lengua española).Se afilió al Partido Socialista pero lo dejó tres años después. Se manifestó contra el gobierno de Primo de Rivera y fue confinado en la isla canaria de Fuerteventura desde donde se dirigió a París. La República volvió a nombrarlo rector de Salamanca y catedrático aunque ya no de griego sino de lengua y ya jubilado en 1934 rector vitalicio. En el momento del incidente la república ya no lo mantenía como rector pero fue nombrado de nuevo por el gobierno que había ganado la guerra.

Entre sus obras figura “En torno al casticismo”(estudio del alma española), “Paz en la guerra” (novela), “Amor y pedagogía”, o “Del sentimiento trágico de la vida”. Cultivo también la poesía como “Rosario de sonetos líricos”, “El Cristo de Velázquez” y “Rimas de dentro”. Entre sus obras figuran también novelas, llamadas por el nivolas, caso de “Abel Sánchez”, “La tía Tula”, “San Manuel Bueno mártir”, “Nada menos que todo un hombre” o “Niebla”, y obras de teatro como “La esfinge”.

JOSÉ MILLÁN ASTRAY

Millán Astray entró en la Academia de Infanteria en 1894 a los quince años y más tarde en la Escuela Superior de Guerra y dos meses después logra plaza en el I Batallón Expedicionario y parte a Filipinas para combatir a los tágalos. A la carrera de las armas le lleva un trauma familiar pues el padre, a quien venera en la infancia, era director de la Cárcel Modelo de Madrid, pero también era músico conocido, zarzuelista, poeta y gerente de revistas literías, nos dice Carlos Rojas, pero poco después y tras haber infundido al hijo la idea de que su deber en la cárcel no es sólo el de celador, sino también el de compasivo docente, el niño descubre a los nueve años que su padre deja salir a los penados si lo sobornan o sin necesidad de soborno si son gallegos.La historia se pone en evidencia cuando en la resolución de un crimen se pone en evidencia que el acusado de matar a su madre, Vázquez Varela, en la cárcel entonces por el robo de una capa, había salido con la venía del alcaide, que animó además a la otra persona imputada, Higinia Balaguer, a declararse única responsable del crimen.El director de la cárcel es detenido e incomunicado y sufre un paro cardiaco del que se recupera lentamente .Aunque el suceso transcurre en Madrid, el asesinato pasa a conocerse como “El crimen de la calle de Fuencarral” y el niño presencia aterrado la caída de su padre y la deshonra de su nombre, aunque Millán Astray y Vázquez Varela salen absueltos mientras que las otras dos acusadas reciben penas.A pesar de ser absuelto el suceso vuelve a aparecer unos años después con otro crimen de Vázquez Varela, de modo que su padre vivirá infamado hasta su muerte en 1923.

Millán, nos cuenta Carlos Rojas, tiene en la Academia de Infanteria obsesión por la limpieza y de Filipinas vuelve con un culto guerrero a la muerte y con un firme convencimiento de la superiodad del militar sobre el intelectual en el famoso discurso de las armas y las letras.

Funda en Marruecos el Tercio de Extranjeros o la Legión a imitación de la Legión Extranjera francesa y le infunde un código de honor, el credo legionario, inspirado en Inazo Nitobé, donde se ensalza el haraquiri del caballero. Murió en 1954. Su participación en la guerra le produjo numerosas heridas ya que siempre se lanzaba delante de sus hombres y de esta manera perdió un brazo y un ojo que es el aspecto que tenía en el incidente con Unamuno.

Hizo importantes esfuerzos para poner en marcha Radio Nacional y para la creación de los hogares para mutilados y ciegos en los años posteriores a la guerra. Murió en Madrid en 1954.

 

 

Mariana Pineda (Granada 1804-1831)

Mariana Pineda (detalle de un óleo de Juan Antonio Vera Calvo, 1862)

Una mujer valiente que murió por defender la libertad en un siglo convulso.

Hoy se sospecha que perteneció a la masonería femenina

Icono de transmisión oral en Granada, su halo popular llevó a García Lorca a convertirla en obra de teatro.

Laura López-Ayllon

Nació en la ciudad de Granada el uno de setiembre del año 1804, fue la hija de un caballero nacido en Guatemala, Mariano Pineda Ramírez, y de la hija de unos labradores de Lucena, maría de los Dolores Muñoz y Bueno, pero los padres nunca formalizaron sus relaciones y el padre solo la reconoció como hija natural, por lo que fue expuesta al estigma social de ser hija de madre soltera.

Hoy un libro de Rosa Elvira Presmanes sobre la “Masonería femenina en España”, la asocia con la masoneria y expone que el comportamiento del padre fue consecuencia de las presiones del rey Fernando VII, pero que Mariana a pesar de ser huérfana desde muy pequeña fue una mujer de fuertes convicciones condenada a muerte por bordar en una bandera las palabras que más resonaban en una época que luchaba con el absolutismo como son “ley”, “libertad” e “igualdad”.

El padre de Mariana era capitán del Ejército retirado por enfermedad de la Real Armada y caballero de la Orden de Calatrava y pertenecía a una noble familia de la sociedad andaluza que había ejercido cargos en Guatemala.

La pareja vivió en Sevilla y tuvo primero una hija llamada Luisa Rafaela que murió muy pronto y después a Mariana. Vuelta a Granada, la pareja tuvo dificultades entre otros motivos por la negativa del padre a reconocer a Mariana, lo que hizo que su madre se la llevara cuando encontró nueva pareja. El padre la reclamó y la niña, que tenía entonces 15 meses, le fue devuelta, aunque de poco sirvió, porque don Mariano murió al poco tiempo. La madre también se fue tras litigar y no volvió a estar presente nunca más en la vida de Mariana, que pasó a la casa y custodia del hermano de su padre, José “el ciego”.

José, ciego, tenía 47 años cuando vino su sobrina a la casa de la familia, en un barrio noble de Granada, pero al cabo de un año quiso casarse y su mujer se negó a que permaneciera la pequeña con ellos, por lo que renunció a su tutoría y la dejó en manos de un dependiente suyo, José de Mesa y de su mujer, Úrsula de la Presa. Este matrimonio será a partir de ahora el que cuidará de Mariana, que los considerara sus padres toda la vida.

Siempre se ha dicho que el tutor se desentendió de Mariana, pero hoy autores como la investigadora Antonina Rodrigo cuentan que no la desatendió y dio al responsable una pensión hasta 1813. Cambiaron de domicilio los Mesa a la Carrera del Darro, cerca de su tio, pero su muerte dejó a Mariana sin parte de su herencia.

Es importante saber que se instalo en el mismo barrio granadino el conde de Montijo, que estaba afiliado a la masonería y contribuyó a que se estableciera en España el Gran Oriente, del que fue el Gran Maestre.

Es necesario comprender que el siglo XIX España se debatió entre el absolutismo anacrónico del rey Fernando VII y la Constitución de 1812 y todos los movimientos liberales que se produjeron pidiendo el restablecimiento de esta Constitución.

Mariana recibió, según Rosa Elvira Presmanes, una instrucción y educación esmerada y era alta, bella y de cabellos rubios. Antonina Rodrigo nos dice que “todas las descripciones físicas de Mariana coinciden en celebrar su atractivo y recuerda que una semblanza de Peña y Aguado nos dice que cuando era adolescente “era tan linda, tenía una fisionomía tan expresiva, eran tan bellos los contornos de su rostro, tan extremadamente azules y animados sus ojos, tan rubios claros sus cabellos, tan igual y tan limpia su dentadura, tan proporcionadas sus formas, tan blancas sus manos….”

Mariana se casó muy joven, a los quince años¸ con un joven huescar de Granada llamado Manuel Peralta que militaba en el Partido Liberal y estaba comprometido con los ideales revolucionarios. La pareja se casó “con premura” y el matrimonio tuvo a Fernando y después a Ursula María, y el marido murió cuando ella tenía 18 años. Peralta quiso averiguar que había pasado con la fortuna que el padre legó a Mariana y la familia de su tío, a cambio de su silencio, les legó el mayorazgo fundado en Loja por una de sus descendientes, nos dice Presmanes.

Lo más importante en cualquier caso es que a la muerte de su marido, con 18 años y dos hijos, Mariana había empezado a elaborar sus propias actitudes políticas y a enarbolar la bandera liberal, dice Presmanes. Cuando firma un documento con motivo de su boda se puede ver que tiene una firma clara, correcta y de trazo seguro.

Cuando se produjo la invasión francesa Mariana tenía seis años, pero en las calles de Granada probablemente conocería la alegría que produjo en su ciudad la proclamación de las Cortes de Cádiz en 1812. Se pone en marcha un patíbulo y las cárceles se llenan de liberales cuando Fernando VII demuestra su absolutismo y llama a los ”Cien mil hijos de San Luis”. Los españoles se dividen entonces en ”blancos” y “negros”, liberales y absolutistas. Mariana vivía además en los contornos de la Plaza Nueva de Granada y en ellos surgió también el movimiento revolucionario.

En el segundo periodo absolutista fue cuando Mariana empezó a militar en las filas liberales y tras una fuerte depresión tras la muerte de su marido lo reemplazó en las tertulias, ayudó a los que lo necesitaban y proporcionó falsos pasaportes a los que necesitaban emigrar.

En uno de los romances sobre su figura: “Marianita salió de paseo/Y a su encuentro salió un militar/y le dijo:----Ay, mi Marianita,/hay peligro, vuélvase usted atrás” nos habla de su relación con un militar, pero es verdad que existió una relación de amor que ha permanecido secreta, y en cualquier caso, sus relaciones conocidas tanto amorosas como políticas fueron con militares: su marido, Casimiro Brodett y Fernando Alvarez de Sotomayor.

Con Casimiro Brodett llegó Mariana a disponer los preparativos para la boda, pero al final no se llegó a celebrar, aunque ya estaba todo preparado. Mariana desapareció después durante un tiempo. Lo había conocido en la vecino casa de los Condes de Teba, padres de Eugenia de Montijo. Mariana era, según Antonina Rodrigo, una mujer de gran seducción y su presencia en las reuniones de liberales destacada no solo por su físico por la rara presencia de una mujer en las conspiraciones.

Entre los liberales que fueron encarcelados figuró un primo de Mariana llamado Fernando Alvarez de Sotomayor al que Mariana ayudó a escapar mediante un estudio detallado de las entradas y salidas de la cárcel y un plan en el que se le proporcionó un disfraz de monje y unas barbas postizas y el preso pudo salir.

Nadie pudo demostrar como se había llevado a cabo ni siquiera Ramón Pedrosa y Andrade, que había llegado a Granada tras ser nombrado por Fernando VII alcalde del Crimen de la Real Cancillería de Granada, y en esta ciudad su nombre fue pronto sinónimo de fanatismo, intolerancia y tiranía, nos cuenta Antonina Rodrigo, y mas tarde fue alcalde de Casa y Corte.

En esta ocasión no le ocurrió nada, pero tiempo después le encontraron en su casa una bandera a medio bordar con las palabras “Libertad”, “Igualdad” y “Ley”. Unos dicen que el bordado fue un encargo de Gibraltar, donde se refugiaban los liberales con problemas, otros dicen que la bandera se la introdujeron para inculparla, pero lo cierto es que Pedrosa la detuvo de forma fulgurante.

Ramón Pedrosa se convirtió por concesión de Fernando VII en el árbitro que podía conducir al patíbulo a Mariana y que cuando su proceso se puso en marcha, necesitaba un éxito político, de ahí su tenacidad por conseguir que se descubrieron los “Cómplices “. A todo esto se une la leyenda del gran atracción o amor que Pedrosa sentía por Mariana según el dicho popular.

Durante dos meses Mariana fue sometida a interrogatorios rigurosos pero no consiguieron nada y entonces Pedrosa presionó al fiscal de Granada, Andrés Oller, para que solicitara la sentencia de pena de muerte. Este personaje había sido amigo y conocido de Mariana, por lo que le afectó grandemente a pesar de su habitual serenidad de carácter. La sentencia incluía también la retención de su “madre” Ursula de la Presa, a diez años de reclusión en el Beaterio de Santa María Egipciaca así como ocho años de encierro para su criado José Burel.

Cuando llegó la confirmación de la sentencia desde Madrid se produjo gran impresión en la ciudad y se ejecutó en la mañana del jueves 26 de mayo en el Campo del Triunfo de la Inmaculada mientras se quemaba delante de ella la bandera bordada.

Antes de la ejecución y según la ley Mariana fue llevada al convento de Santa María Egipciaca, donde mantuvo su actitud serena y no desveló los nombres de conspiradores como quería Ramón Pedrosa, que estaba capacitado para ejercer el indulto. En estos días se confesó y se interesó por la situación en la quedaban sus hijos, decidió con quería que se quedasen.

Todo el mundo destaca la tranquilidad de ánimo de Mariana. Cuando se le aplicó la costumbre de cambiarla de traje para la ejecución, (para evitar la ocultación de venenos) sólo reaccionó cuando pretendieron cambiarle las ligas porque se negó a salir con las medias caídas. Se le pusó el uniforme de los reos, un saco y un birrete negros y el verdugo le ató las manos con soga y los frailes le dieron un crucifijo y un rosario menudo.

En el trayecto hacia el garrote se mantuvo tranquila y sin derramar una lágrima montada en una mula por su origen noble (los no nobles eran conducidos en asnos). Tiraba del ronzal de la mula el verdugo que iba precedido del pregonero y de un piquete de caballería, nos cuenta Antonina Rodrigo. El tablado era de madera, de cinco pies de altura, cubierta de bayetas negras y ella lo subió apoyada en el sacerdote.

Había de pasar un lustro para que la memoria de Mariana Pineda fuera públicamente exaltada. Romances y coplas circularon con la historia de Mariana.

Marianita era de Granada / su belleza debió de inspirar / a Pedrosa, coronel infame / su lujuria insolente y audaz.

Marianita salió de su casa / y a su encuentro salió un militar / y la dijo: ¿Dónde va usted sola? / Hay peligro, vuélvase usted atrás.

Marianita bordaba, sabiendo / lo arriesgado de su noble afán… / ¡Si Pedrosa la viese bordando / la bandera de la libertad!.

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Más adelante sigue

¡Oh, que día tan triste en Granada, / que a las piedras hacia llorar. / Al ver que Marianita moría / en cadalso, por la libertad!

Como rosa cortada del árbol / como lirio perdido en color, /como un nardo entre las azucenas, /¡más hermosa su cara quedó!

A historia de Mariana se trasladó por tradición oral hasta el año 1936. La mujer de Miguel Hernández recuerda en sus memorias que le contaba el romance a su hijo a modo de nana.
Lorca contó que Mariana fue una de las emociones de su infancia y que los niños de Granada, cogidos de la mano, cantaban en corros que se abrían y se cerraban:
¡Oh, que día tan triste en Granada / que a las piedras hacia llorar / al ver que Marianita se muere / en cadalso por no declarar!

García Lorca escucho las historias de esta heroína y en ellas se inspiró su obra “Mariana Pineda”, estrenada en Barcelona en 1927 y en Granada dos años más tarde, con intervención de Dalí en la parte artística.

 

 

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