Edición nº 8 Julio/Septiembre de 2009
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La Biblia de Arragel
José María Gómez Gómez
Aunque es más conocida como “Biblia de Alba”, reivindicamos el nombre de su autor, el rabí Mosé Arragel, por ser el sabio que tradujo y comentó el texto sagrado del Antiguo Testamento entre los años 1422 y 1430 en Maqueda, por encargo del Gran Maestre de Calatrava, Luis de Guzmán, y ayudado por los frailes franciscanos de Toledo, especialmente Fray Arias de Enzinas y el dominico Fray Johan de Zamora.
La obra atrae por su belleza física, el encanto de sus ilustraciones, pero sobre toda otra consideración su gran mérito es el espíritu con que es concebida y realizada, herencia del más alto esplendor de la Escuela de Traductores de Toledo. Pues, como el propio rabí Mosé Arragel señala en el amplio prólogo de 25 pliegos que precede a la traducción, se trata de LA PRIMERA BIBLIA DIRIGIDA OFICIALMENTE A LAS DOS “NACIONES” (“a las amas dos naciones”), judía y cristiana, Y PROPONE UNA LECTURA “UNIVERSAL” DEL TEXTO SAGRADO.
Todo comienza con la CARTA que el gran maestre de Calatrava, Luis de Guzmán, escribe en abril de 1422 al rabino Mosé Arragel de Guadalajara, que acababa de instalarse en Maqueda (en la carta se lee: “e que ha poco q ende venistes morar”), feudo de la Orden de Calatrava desde 1177. En Maqueda había arraigado una importante comunidad judía. La homonimia entre el nombre Maqueda y el bíblico Maqedah (Libro de Josué) hará que algunos comentaristas, como Isaac Avranavel y el propio Mosé Arragel, las haya identificado como la ciudad fundada por Nabucodonosor. De igual manera Toledo supuestamente se identificaría con la Toledoth bíblica, viniendo a significar “fundación de muchos”, como recoge Calderón de la Barca…
Don Luys de Guzmán, autor del encargo de la Biblia de Alba, es una de las figuras políticas más relevantes del momento en el reino de Castilla, sólo superado en importancia por Juan II y Álvaro de Luna. El encargo de la Biblia viene a significar la esperanza de reconciliación, entendimiento y convivencia que alentaba a los intelectuales judíos y cristianos (rabinos y teólogos respectivamente). Y todo ello setenta años antes de la definitiva expulsión de los judíos de los reinos de España.
Mosé Arragel elogia los buenos deseos de Don Luys de Guzmán al hacerle el encargo, pues no es como otros nobles que todo lo gastan en comilonas y cacerías… (pág. 88 del “La Biblia de Alba”).
El MANUSCRITO consta de 513 pliegos (páginas) y un tesoro de 334 miniaturas, iluminadas por los franciscanos de Toledo con la colaboración de Mosé Arragel y otros iluminadores judíos.
El PRÓLOGO se extiende a lo largo de 25 pliegos en que el traductor expone los pormenores del ambicioso programa de traducción y comentarios… Ello nos permite conocer la personalidad de Mosé Arragel y la relación con su mecenas y promotor, así como la colaboración con los teólogos cristianos.
El texto del Prólogo va ornamentado con rebordes decorativos e iniciales decoradas… Los personajes y el proceso de ejecución se ilustran en cinco miniaturas:Representación del Gran Maestre en un espectacular Retablo del Maestre en majestad y Mosé Arragel que le presenta humildemente la obra… El Gran Maestre de Calatrava escribe una Carta al rabí Mosé Arragel confiándole el encargo.Mosé Arragel frente a fray Arias de Enzinas, franciscano de Toledo, copista y teólogo.Mosé Arragel en el centro, con el texto delante, flanqueado por el franciscano Arias de Enzinas a la derecha y el dominico Johan de Zamora a la izquierda.Mosé Arragel postrado ante el rey Juan II de Castilla.
Mosé Arragel explica en el Prólogo que el método de trabajo tiene tres facetas o aspectos fundamentales:Traducir el Antiguo Testamento al romance castellano.Completarlo o aclararlo con comentarios judíos y cristianos.Iluminar el texto y embellecerlo con miniaturas.
Sin duda el aspecto más sobresaliente del Prólogo es lo relativo a la exégesis de los textos. Mosé Arragel plantea el problema de la interpretación y de las doctrinas (judía y cristiana). Y es partidario de yuxtaponer las fuentes litrerarias cuando los puntos de vista sean divergentes, pero cuando las doctrinas no se opongan, propone establecer un texto de referencia único, sin hacer mención de las fuentes que podría convertirse en un “texto de referencia universal”. He aquí sus propias palabras: “Por eso, muy alto Señor Maestre y todos los señores cristianos que viniesen a leer esta Biblia, habéis de saber que los comentarios aquí reunidos en esta Biblia han sido elegidos y tomados de numerosos autores. Y en el capítulo en el que no haya ninguna divergencia manifiesta entre los comentadores latinos y hebreos, (…) anotaré la glosa directamente sin añadir nada (…) y esta glosa podrá figurar de buena fe y ser sostenida por cualquiera de las dos naciones, los cristianos o los En cljudíos. Y en otros muchos lugares, como ya lo habéis oído, se me ha pedido que cite las opiniones judías y latinas, especificando cuáles eran las judías y cuáles eran las latinas”.
Con mentalidad digna de nuestra época dedica un capítulo del Prólogo con este título: “Donde se dice qué rito y cómo los cristianos por su lado y los judíos por el suyo deben leer la Biblia sin ningún peligro, puesto que los principios de fe de estas dos naciones no son los mismos”. En él expresa: “Pues en lo que a mí toca, soy judío y creo en las opiniones hebreas, lo mismo que el cristiano cree en las suyas, y nada hice sino relatar y recordar opiniones hebreas de los doctores judíos, los mejores de cuantos pude hallar, tanto antiguos como modernos; y las opiniones cristianas de los registros y de las minutas que me fueron entregados por el reverendo maestro Arias, y algunas por el reverendo fray Johan de Çamora del Colegio de Salamanca, bajo petición del dicho señor maestre. Así, nada hice que no fuese informar o recordar, y que cada uno crea, dispute o mantenga su ley cuanto pueda. Y ahora que hemos mostrado la calidad de esta obra, me parece razonable que su nombre responda a lo que es o a lo que aporta. Por eso conviene que esta obra lleve por nombre LA MEMORATIVA”.
El aspecto más llamativo de la Biblia de Alba son sus 324 MINIATURAS o ilustraciones que “iluminan” o aclaran el texto y, desde luego, embellecen el manuscrito. En el Prólogo Mosé Arragel deja claro que esa no fue tarea suya, pues se lo prohíbe su religión. Contrariamente a lo que hacen los cristianos, para los judíos es inadmisible la representación humana de Dios, pues eso sería rebajar sacrílegamente su gloria y su grandeza. Por ello, Arragel no puede dirigir el trabajo de los iluminadores del texto. Cometería sacrilegio. Además, añade que desconoce por completo el arte de la iluminación.
Esa tarea correspondió a los frailes franciscanos de Toledo, que trabajaron bajo la dirección de fray Arias de Enzinas y siguiendo literalmente los comentarios de Mosé Arragel.
Desde 1492 tras el Decreto de la Alhambra, año en que se concretó la expulsión de los judíos de España, no se sabía nada del paradero de la obra. En 1622 se hizo mención del manuscrito en un documento de la Inquisición. Se trata de la certificación de la entrega de la obra que el Gran Inquisidor don Antonio Pacheco hace al Conde Duque de Olivares en agradecimiento por los servicios prestados a España y porque había pertenecido a sus antepasados. La obra apareció en el Palacio de Liria de Madrid, propiedad de la Casa de Alba, de ahí que empezara ser denominada Biblia de Alba. En 1920 y 1922 Antonio de Paz y Melia preparó una edición ilustrada de la obra para bibliófilos en dos volúmenes de la que se tiraron 300 ejemplares. En 1992, en el marco de la conmemoración de los 500 años de la expulsión y de historia hispanoamericana, la obra se reprodujo en facsímil (500 ejemplares), trabajo que fue presentado en un gran acto cultural con la presencia del rey Juan Carlos I, a quien se hizo solemne entrega de uno de los facsímiles. En la actualidad esta magnífica obra sacra se encuentra en posesión de la Casa de Alba, quien la sigue conservando en el Palacio de Liria, bajo exposición, como parte de lo que la Fundación Casa de Alba debe administrar. La Biblia está valorada en 2,5 millones de euros.
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