Ediición nº 17- Ocubtre/Diciembre de 2011

Ideario (continuación)

El poeta pobre, de Carl Fitzweg

Ideario (continuación)

por Mario Soria


XI

Intermedio Poético


1

Quisiera alzar el vuelo desde los rascacielos
que elevan su blancura en la tarde luminosa.
Yo sé que, aunque remotos,
tengo un tiempo, un lugar, un amor;
yo sé que mis anhelos serán un día saciados,
que un día mis manos vigorosas
me ceñirán el peto y empuñarán la lanza.
Lo sé;
pero esta tarde quisiera alzar el vuelo.
Es muy duro esperar a que llegue el amor,
a que crezca el laurel;
aguardar sin obrar, con los brazos ociosos,
como el mudo que espera la mano que desata las lenguas,
como el ciego que aguarda el contacto milagroso en los ojos;
es muy duro velar junto al lecho vacío
y otear siempre en vano
el camino que muere en el sol.
En la tarde que esfuma su azul transparencia
por rosales y pinos del ígneo verano,
y bruñe de oro el contorno de los rascacielos,
creo oír que se acercan,
cabalgata callada,
mi tiempo, mi lugar y mi amor…


2

Afueras de Madrid

Ondulada y lejana,
es la sierra gigantesca trinchera
desde la que acecha el invierno…
Entre nubes que alternan sombra y luz,
una promesa de sol…
Sigue penosamente los altibajos de las colinas,
como el aletazo aprisionado de la raza,
una nutrida procesión de pinos y encinas…
Campos, alambradas, silencio
que se rompe por el chirrido de los autobuses
agobiados de estudiantes…
Obreros que pasan presurosos
y desaparecen tragados por la gleba…
Avenidas desnudas y abiertas
en las que trepidan
las flechas multicolores de los automóviles…
Un camino se retuerce
como serpiente de asfalto entre la arboleda…
Neblina…
Grandes cubos de afiladas aristas,
los edificios cuadran
muros rojos y ventanales grises…
Pinares envueltos en bruma azul…
¡ Otra vez el milagro de la tierra,
del viento y de los árboles…!

3

La carne

Para luchar, para morir, para amar,
para ser torturados nos desnudamos…
Es la carne una colmena
donde zumba el aguijón
cabe la rubia dulzura de la miel…
Todo lo encierra
dentro de sus fronteras calientes y suaves:
el polvo luminoso de las últimas estrellas,
y la hoguera negra donde arde el corazón;
el ensueño que traza con su compás de oro
la circular armonía del amor,
y la sangre que fluye, cálida y obscura,
bajo la dorada tersura de la piel;
las flores que crecen sobre las tumbas antiguas,
y la canción que ríe en las mañanas claras…
Desnuda,
ilumina la tiniebla apasionada de los vientres vacíos
con la ardiente ternura
de los besos que corren sobre otra carne tibia,
y en la alborada mueren como rosas ajadas…
Triunfa desnuda,
como Dios,
celaje desangrado en el cielo de la cruz…



4

Amor

Fusión de dos que se huyen;
flor que florece
hecha de fuego,
de bruma y fantasía,
y se agosta si la acarician demasiado…
Vacilación suprema en la penumbra del alma,
caminar sobre el filo de celestial navaja,
cabalgar donde retumba el galope de la noche…
Arte maravilloso,
no aprendido nunca,
de darse y reservarse,
de descubrirse y esconder,
de desconfiar y entregarse…
Divino capricho
de separar lo unido y unir lo separado…
Uno es dos,
tú y yo,
mundos distantes,
mundos distintos…
Corazones almenados de soledad y orgullo,
que desmantelan sus sombrías fortalezas
y bajan el puente levadizo
con la palabra dulce y el gesto propicio…
Corazones en ruinas,
aún conservan entre los aposentos derruidos
una altiva torre del homenaje…
Feudales rebeldías
junto al arroyo que corre,
y la tibia merienda,
y la brisa que brinca iluminando las flores…
Gozo de rendir los reductos ajenos,
y temor de avasallar el último,
el de la entrega total,
cuando el amor triunfa y muere.



5

Misterio

Somos mineros que buscan
la veta sinuosa del misterio…
Nos asomamos a los ojos,
a los labios, a la pálida extensión de la piel,
como quien llama a las puertas y palpa las paredes
de una inaccesible fortaleza,
preguntando por un huésped invisible…
Recorremos palmo a palmo nuestro cuerpo,
exploradores de un país desconocido
donde brotan flores de arrebatadora hermosura
y corren fuentes cristalinas bajo el fresco follaje…
Nos autotorturamos sabiamente:
debajo del vello erizado buscamos el tacto cálido,
el dolor placentero…
Carne y mar;
las olas temblorosas ondulan la superficie
que dibuja espaldas dilatadas.
Buceamos en el piélago insondable de la carne,
y nuestro esquife tiembla al abandonar el puerto…
Y también nos sentamos a esperar,
pordioseros que extienden la mano
pidiendo la limosna de una teofanía…
¡Ah!, sabremos quiénes somos,
qué huésped maravilloso albergamos,
cuando Dios vuelva a nacer
en la roja navidad de la sangre.


6

Doble presencia

“Si Dios no existiera, yo
no existiría; si yo no existiera,
Dios no existiría”.

Angel Silesio.

El hombre está desnudo ante Dios;
se oculta entre las sombras;
huye, como David,
desde el Levante hasta el Poniente;
pero siempre encuentra a Dios.
Dios está en el hombre,
sombra discreta
que sigue a un cuerpo pesado y torpe.
Está en el aburrimiento que araña
la quietud sonrosada,
en la cobardía que se amaga o suplica
como reo castigado,
en el ensueño que quisiera morir
desangrándose y fecundando
la heroica matriz de la tierra.
Dios y el hombre están uno junto al otro:
duermen codo a codo, como dijo el poeta;
son dos adversarios que se persiguen sin cesar
para abrazarse llorando.
El hombre está desnudo ante Dios;
es sólo aquello que Dios ve del hombre
-un destello en la pupila divina…
Dios está en el hombre:
es la fuerza del brazo nervudo,
lo sabroso del beso más dulce,
el latido recóndito,
el último, el más fuerte,
el que destila la quintaesencia de la vida.
Dios es aquello que el hombre
descubre de Dios,
entreviendo lo infinito
en el abismo sin fondo
del sentimiento y de la carne:
abismo,
mar sin lecho,
puntal del firmamento,
cielo remoto,
presencia al alcance de la mano,
presencia eternamente compañera.
Dióscuros del amor,
hombre y Dios
se apoyan uno en el otro sin querer separarse,
llamas que arden confundidas en la hoguera universal.


Nota

Adviértase que Angel Silesio se refiere a la existencia ideal del hombre en Dios, es decir, al arquetipo del primero. Esa existencia ideal forma parte de Dios. De modo que, si se la suprimiera, desaparecería el sujeto que la sustenta. De ahí que no sea paradójico ni irreverente afirmar que depende del hombre el existir divino. La poesía transfiere esa correlación a la vida, estableciendo correspondencias, hermana-mientos, conexiones.


7

Resurrección

¿Quién apagó los candelabros
a cuyo fulgor bailaba palpitante la vida?
¿Dónde se esconde
el alma de las rosas marchitas ahora,
que lucieron en verano
como vino fragante?
¿A dónde voló el perfume
que guardaba el frasco de tallado cristal antiguo?
¿Dónde está la tersura
de los párpados ajados
y la curva encarnada
de los labios que insinuaban el beso?
¿Quién mató el enjambre de ilusiones
que libaba en las flores de los días luminosos?
¿Por qué palidece la fantasía,
y son sombra sus mundos,
y duerme el viento del pensamiento?
¿Quién detuvo el molino
que molía la harina sedosa
del amor y la paz?
¿Quién congeló los mares,
convirtiéndolos en inmensa esmeralda
sobre la que resbala
la nieve silenciosa de la luna?
-El tiempo,
cuya boca insaciable lo devora todo.
Pero, en el corazón de la eternidad,
Dios enciende con su áureo relámpago
las rosas marchitas,
llena el frasco vacío,
remoza la carne arrugada,
da impulso al ocioso molino,
resucita las ilusiones muertas
que antaño brillaban
como lentejuelas plateadas
sobre la capa celeste del día…