Ediición nē 14- Enero/Marzo de 2011

LA MAL LLAMADA ARMADA INVENCIBLE

Derrota de la Armada Invencible - Pintura de Philippe-Jacques de Loutherbourg 1796

LA MAL LLAMADA ARMADA INVENCIBLE NO FUE TAN GRAN VICTORIA DE LOS INGLESES SINO PROPAGANDA BIEN RENTABILIZADA.

ESPAÑA CONTO DURANTE SIGLOS CON UNA ARMADA DE LAS MEJORES DEL MUNDO, PRIMERO EN EL MEDITERRANEO Y DESPUES EN EL ATLANTICO Y LAS RUTAS CON AMERICA Y FILIPINAS.

LO SUCEDIDO A LA EXPEDICION FUE CONSECUENCIA DE LA MALA ORGANIZACIÓN, EL EMPLEO DE BARCOS EN EL MAR DEL NORTE CUANDO ESTABAN PREPARADOS PARA EL MEDITERRANEO Y LA FALTA DE COMUNICACIÓN ENTRE LA ARMADA ENVIADA DESDE ESPAÑA Y LA DE ALEJANDRO FARNESIO QUE ESTABA EN FLANDES.

por Laura López Ayllón

Nos educaron con el título de “Armada Invencible” y nos lo creímos. Sólo ahora o hace no demasiado tiempo hemos empezado a conocer los entresijos de esta armada y que fue lo que realmente pasó con ella. Al parecer, lo de “Armada Vencible” no fue cosa de Felipe II, sino de William Cecil, secretario de Estado de Isabel I de Inglaterra, que uso este término en tono irónico de forma humorística, pero que después fue tomado en serio por los historiadores.

La idea de formar y enviar esta Gran Armada se fue gestando como consecuencia en primer lugar por el apoyo de Isabel I a la iglesia reformada fundada por su padre Enrique VIII y la consiguiente persecución a los católicos, todo lo contrario de lo efectuado por su hermana María, que estuvo casada con el rey español, y en segundo lugar por los ataques de los barcos ingleses a los españoles que hacían la ruta a las Indias, así como las dificultades de la flota española para comunicarse con los Países Bajos. Influyó asimismo en el rey español la muerte de la reina escocesa María Estuardo, ejecutada por orden de Isabel I.

Las conferencias pronunciadas en la Real Academia de la Historia hace unos años por el académico José Alcalá-Zamora y Queipo del Llano, y la labor de otros historiadores han dado a conocer este nuevo planteamiento, así como el trabajo del investigador Luis Casado Soto, cuya labor permitió rebatir los bulos que habían configurado la falsa historia.

La Gran Armada zarpó para invadir Inglarerra estaba formada por 120 barcos, de los cuales la mitad eran buques de guerra, más otros de transporte y auxiliares, y en ellos viajaron 28.000 hombres –marineros, remeros y tropa-, mientras que en los barcos ingleses y holandeses viajaban 16.000, pero no tropas.

Las galeras mediterráneas existentes no eran aptas para la navegación atlántica y hubo que crear una Armada de buques de guerra de alto bordo y amplio velamen, con mucha artillería, lo que llevó mucho tiempo.

Cuando Felipe II estudió el tema del envío de la armada lo hizo de forma personal, como en él era lo habitual, como es comprobable en los documentos del archivo de Simancas, de modo que examinó personalmente la cartografía de la zona, midió distancias y calculó los tiempos, pero no tuvo en cuenta las características del litoral flamenco, ni el calado de los puertos disponibles, ni la amplitud de las mareas en el Canal de la Mancha, o bien no dispuso de la correcta información sobre estos temas.

La expedición fue preparada desde Lisboa por el marino más prestigioso de Castilla, Alvaro de Bazán, y desde Sevilla por Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, mientras desde Flandes lo preparaba Alejandro Farnesio, príncipe de Parma e importante dirigente de los tercios de Flandes (nieto de Carlos V y del Papa).

Una de las primeras dificultades de la expedición fue la muerte en 1588 por tifus de Alvaro de Bazán a los 67 años, lo que colocó al mando de la expedición al duque de Medina Sidonia.

De La Coruña salieron el viernes 22 de julio de 1588, según el especialista Casado Soto, 141 buques, divididos en diez escuadras, 43 naves y 20 galeones (barcos de guerra de casco reforzado). El resto, aparte de las galeazas (barcos de guerra), eran buques auxiliares y de carga, pinazas (20 metros de eslora), zabras (naves largas y ligeras a remo y vela), pataches (empleados como buques), galeoncetes y urcas (barcos de carga). Esta variedad de barcos influyó en el resultado pues los más rápidos debían replegar velas para marchar con las más lentas. Esta situación junto al mal tiempo, hizo que la escuadra tardara trece días en llegar a Finisterre, donde debían incorporarse barcos de carga de las costas cantábricas.

La enfermedad que afectó a parte de las fuerzas embarcadas y los daños en los barcos obligó a la flota a permanecer en La Coruña durante un mes.

La flota debía recorrer un total de 800 kilómetros hasta las costas británicas, 600 por territorio enemigo hasta Dunquerque, donde debía conectar con la armadilla de Farnesio e invadir después Inglaterra.

Tras volver a salir, el mal tiempo obligó a las cuatro galeras a abandonar la travesía ya que estaban preparadas para el mediterráneo y no para el mar del norte. Llegados al Canal a finales de julio, la flota marchaba en ocho escuadrones con los buques de guerra protegiendo a los buques mercantes y al frente marchaba el galeón San Martín.

La escuadra inglesa era más numerosa pero de barcos de menos tonelaje, lo que les hacía más ágiles y maniobreros para las turbulencias del mar del norte. Estaba mandada por Charles Howard y su segundo era el pirata Francis Drake y contaba como buque insignia con el Ark Royal.

Las tripulaciones, además de los remeros, estaban formadas por 7,667 marineros y 20.459 soldados u hombres de guerra. Pero eran escasos los pilotos expertos en navegación, aunque participaron los marinos españoles más distinguidos del momento como Recalde, Oquendo, Moncada, Medrano, Hurtado de Mendoza…). En la expedición iban también 180 sacerdotes, 74 médicos y unos 4.000 galeotes.

Losada nos dice que grosso modo fueron unas 20.000 bajas , 1.500 murieron en combate, 2.000 pasados a cuchillo en las costas de Escocia e Irlanda, 8.500 ahogados y 8.000 fallecidos por enfermedades y privaciones.

Alcalá-Zamora nos recordó que lo que si es cierto es que se calcula que unos 2.000 españoles fueron eliminados en las costas de Irlanda y Escocia, en condiciones difíciles de imaginar hoy.

La primera decisión de Medina-Sidonia se considera equivocada pues no entabló batalla cuando las condiciones le fueron favorables como hubiera hecho Alvaro de Bazán ya que intentaba seguir al pie de la letra las instrucciones del rey.

A comienzos de agosto se habían perdido ocho buques por embates de la mar gruesa por averías o por estallar la Santa Bárbara.

Al cabo de unos días y frente a Calais, Alonso Pérez de Guzmán tomó otra decisión equivocada y a la que se opusieron unos cuantos capitanes, fondear en el puerto francés, desprotegido y abierto a las corrientes y vientos y próximo a los bancos de arena que se extendían en líneas paralelas a la costa.

La noche del domingo siete los ingleses lanzaron ocho brulotes o navíos de fuego contra los barcos españoles y los buques salieron en desorden nocturno completo con el temor además de encallar en los bancos de arena.

Unas cuantas naves tuvieron que lidiar solas con la escuadra inglesa y poco después Medina-Sidonia tomó otra decisión polémica como fue conducir a la escuadra, escasa de municiones y víveres, hacia el norte de Inglaterra para volver por las costas entonces no conocidas de Irlanda.

La escuadra se mantuvo unida un tiempo, pero después los navíos españoles sufrieron sucesivos temporales que desgarraron velas, destrozaron jarcias y se llevaron vergas y palos. Las olas abrían vías de agua que las bombas no conseguían desalojar y el frío y las bajas raciones –medio litro de agua, un vaso de vino y cuarto de kilo de bizcocho-minaban la salud de los españoles. Gran número de barcos naufragaron en las costas.

Luis Casado nos dice que la formación se descompuso y que el 21 de agosto, cuando se envió la noticia al rey, una galeaza había embarrancado, dos naves estaban accidentadas y otra quemada, uno de los galeones había sido abandonado por la tripulación y hundido y dos galeones habían sido capturados por los holandeses. De los 122 buques que penetraron en el Canal regresaron 87. De los 63 buques de guerra regresaron 26 naves y 17 de los veinte galeones.

Los buques españoles que regresaron fueron en gran parte restaurados y volvieron a formar parte del poderío naval hispano que en 1593 volvió a recuperar las cifras anteriores.

Cuando Medina-Sidonia llegó a Santander y pidió camas, comida y provisiones para los heridos y al día siguiente salieron para allá treinta mulas cargadas de provisiones, pero esta petición dio a conocer la magnitud de lo que había ocurrido.







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