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LOS REYES MAGOS



LOS REYES MAGOS

Dolores Gallardo López

La cercanía de la de salida de este ejemplar de la revista a la festividad de la Epifanía, “el día de los Reyes Magos”, me ha movido a escribir este artículo. Sirva de homenaje a las generaciones de niños españoles que, en una época en que no había tecnología ni Papá Noel importado, depositábamos nuestros fervientes deseos infantiles en la carta que cada Navidad escribíamos y -¡como no! - enviábamos sus Majestades.

En los países occidentales de tradición cristiana se adoptó la costumbre de celebrar el día 6 de enero el día de la Epifanía o la revelación de Jesús al mundo pagano, representado por los Magos que acudieron a adorarlo. Poco a poco parece haberse olvidado el significado verdadero del término epifanía y la festividad del 6 de enero es simplemente la festividad de la Adoración de los Reyes Magos.

Los Reyes Magos o los Reyes Magos de Oriente es el nombre con el que la tradición católica denomina a los visitantes (tres según la consideración más extendida) que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido desde países extranjeros para rendirle homenaje y entregarle tres regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.

En España y en algún país iberoamericano existe la tradición de que la noche que precede el día en el que se celebra la Epifanía los niños -por extensión también los mayores- reciban regalos que les “dejan” los Reyes Magos.

A. EL ENIGMA DE LOS REYES MAGOS

Lo que en la actualidad conocemos sobre estos personajes se debe más a la leyenda o la tradición que a hechos reales. Las referencias que tenemos sobre ellos provienen del Evangelio de San Mateo y de algunos otros evangelios no aceptados por la Iglesia católica, los denominados “evangelios apócrifos”.

Ningún testimonio conservado califica como “reyes” a los personajes que visitaron al niño Jesús. Tampoco indica ninguno cuántos eran.

El Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos sabios que, tras seguir haber visto una estrella, buscan al «Rey de los Judíos que ha nacido en Jerusalén”, guiándoles dicha estrella hasta donde vivía Jesús.

En realidad es poco lo que el Evangelio de Mateo dice sobre los sabios de oriente: no indica un número específico, aunque menciona que entregaron tres regalos simbólicos: oro, incienso y mirra:

Mateo 2,1-2:
“Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes llegaron de oriente a Jerusalén unos sabios preguntando: ¿Dónde está el rey de judíos los que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en oriente y venimos a adorarlo”.
Mateo 2,11:
“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”.

Según el relato de S. Mateo 2,12, estos sabios, advertidos por un sueño, emprendieron el camino de vuelta a casa sin pasar a visitar a Herodes.

Leyendas posteriores dicen que tiempo después, en tanto el apóstol Tomas evangelizaba oriente, se habían convertido a la fe en aquel niño al que habían visto a poco de nacer. Por tanto habrían muerto como cristianos y a una edad avanzada.

La palabra "sabios" es usada en lugar de la latina Magi, “Magos”. El término griego Μαγός tiene procedencia oriental. Del griego pasó al latín: Magus, Magi, de donde llegó al español.

Es posible que los llamados Magi que visitaron a Jesús fueran astrólogos-astrónomos.

La palabra mago, sin embargo, adquirió pronto para los cristianos connotaciones peyorativas pues se asoció a prácticas de magia y brujería. En Hechos de los Apóstoles 8,9-24 y en algunas obras de la Patrística se repudia como farsante a un personaje denominado Simón “el Mago”. Quizás este hecho pudo contribuir a que los Magos que visitaron a Jesús fueran reinterpretados como reyes y que, debido a ello, su iconografía cambiara, como veremos.

Examinemos algunas cuestiones acerca de ellos:

1) ¿Cuántos eran?

Como hemos visto en uno de los textos mencionados más arriba de S. Mateo se indica que fueron tres los regalos otorgados por los sabios al niño Jesús, pero no se dice el número de esos sabios. Tampoco aparece en ninguna otra fuente.

En un principio el número de los Magos fue indeterminado. En las pinturas de las catacumbas romanas a veces aparecen dos, otras cuatro.

La Iglesia de Siria creyó que eran doce, lo que parece prefigurar los doce apóstoles futuros.

Algunas tradiciones de la Iglesia copta elevan el número hasta sesenta y citan los nombres de más de una docena de ellos.

En el siglo IV su número entre los cristianos parece quedar en tres. Después, en el siglo V, el Papa León I el Magno definitivamente fija su número en tres para toda la cristiandad.

2) Iconografía y nombre

El aspecto iconográfico que presentan ha variado notablemente en el transcurso del tiempo.

Los Magos siempre funcionaron como una entidad colectiva, no como individuos; por eso durante mucho tiempo fueron representados exactamente iguales.

Durante bastante tiempo aparecen vestidos con el traje persa de los sacerdotes de Mitra, con los pantalones anaxyrides, y tocados con el gorro frigio.

Un ejemplo de ello es el llamado Sarcófago de Aurelio, del siglo IV, que se encuentra en museo del Vaticano (ver imagen). Construido en mármol, de factura poco elaborada, proviene de un taller secundario, de provincia. La actitud corporal es la misma para los tres Magos, no se diferencian uno del otro. Visten el traje persa. Los Magos se dirigen hacia la Virgen, que sentada en una silla de alto respaldo sostiene a un Niño Jesús recién nacido, fajado e inmóvil. La figura de la virgen tiene un tamaño similar a las otras figuras, lo que indica que es una imagen anterior al Concilio de Éfeso en el cual la Virgen fue declarada Theotokos: Madre de Dios. A partir de entonces el tamaño se su figura aumenta con respecto a las otras para indicar su superioridad jerárquica.

Con la misma uniformidad están representados en sarcófago de Layos Toledo, fechado entre 310-320 (ver imagen) y en otros muchos.

Pese a la uniformidad con que la que en los primeros tiempos los Magos son presentados, varía sin embargo la manera de ofrecer los presentes: en algunos casos los regalos son presentados en simples bandejas, otras veces en cofres, copones e incluso en el cuerno de la Abundancia.

En Cripta de la Madona, del siglo III (catacumbas de los santos Pedro y Marcelino de Roma), en un luneto aparece María, vestida como una dama romana y con el Niño en brazos, recibe a dos magos, vestidos con el traje persa, que portan bandejas (véase imagen). María está pintada de mayor tamaño que los Magos pues se mantiene la convención romana de representar al personaje de mayor jerarquía con un tamaño superior a los otros personajes.

En unas tapas para guardar evangelios del siglo V, del tesoro de la catedral de Milán (ver imagen), decorada con escenas de la vida de Cristo, en el panel superior se representa la Adoración de los Magos. La Virgen sentada en una silla de alto respaldo y se encuentra en un plano elevado con respecto a los Magos ya que está sobre una tarima. Dos de los Magos portan bandejas, pero el Mago central lleva un cuerno de la Abundancia

A mediados del siglo VI la iconografía establece en los magos una premeditada diferenciación en la edad: uno de ellos es presentado con barba blanca -para reflejarlo de más edad-, otro con barba oscura y el tercero, más joven, sin ella.

Así aparecen representados en la iglesia de San Apolinar el Nuevo, en la ciudad italiana de Rávena de mediados del siglo VI (véase imagen). La iglesia fue construida como templo arriano bajo el rey ostrogodo Teodorico a fines del siglo V, pero en el 524 la consagró por un obispo ortodoxo. En los muros de la nave central hay sendas procesiones: en uno los mártires, saliendo del palacio de Teodorico, se dirigen en procesión hacia el altar y hacia Jesús entronizado; en la pared opuesta la procesión de santas va encabezados por los tres Magos y se dirige hacia María y el Niño en majestad. Los tres Magos conducen la procesión vestidos a la moda persa y tocados con el gorro frigio, su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen, sentada en un trono con el Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar. El conjunto de ambas procesiones fue hecho cuando la iglesia, ya bajo Justiniano, pertenecía a la fe católica.

Con el tiempo los gorros frigios con que se los representaba originariamente a los Sabios o Magos fueron sustituidos por coronas y también desaparecieron los pantalones anaxyrides. Comenzó a gestarse la leyenda de los Tres Reyes Magos, que tardó varios siglos en completarse.

Aunque a partir del siglo IV se comenzaron a conocer los nombres de los Tres Reyes Magos, sólo fueron categórica y ampliamente reconocidos por los creyentes cuando se les aceptó en un pontifical de Rávena del siglo IX.

Beda El Venerable (673-735) -un monje benedictino de asombrosa erudición, autor de la monumental obra Historia eclesiástica de los ingleses, que alcanzó un notable éxito- en uno de sus textos recoge, además de los nombres, el aspecto físico de los Reyes Magos: "El primero de los Magos fue Melchor, un anciano de larga cabellera cana y luenga barba... fue él quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe de tez blanca y rosada, honró a Jesús ofreciéndole incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena (fuscus en latín) testimonió ofreciéndole mirra, que significaba que el hijo del hombre debía morir...".

A raíz de este texto, los artistas empezaron a representar a los magos de acuerdo a determinadas edades. De esta manera los magos venían a representar simbólicamente las tres etapas de la vida del ser humano: 20, 40 y 60 años, es decir juventud, madurez y ancianidad.

3) Baltasar, el rey negro

Aunque Beda El Venerable, como acabamos de decir, llamaba a Baltasar fuscus, es decir de tez morena, durante mucho tiempo nadie imaginó la existencia de un Rey Mago negro.

Según la tradición, los sabios o magos que visitaron a Jesús eran originarios de Persia, con lo cual difícilmente podría alguno ser negro.

Desde el siglo XIV, quizás por influencia de la vocación ecuménica de los predicadores, se empieza a dar un carácter universal a los reyes magos y pasan a simbolizar las tres razas humanas admitidas en la antigüedad y prefiguradas por los tres hijos de Noé: Sem, Jafet y Cam, tal y como el Antiguo Testamento las define. También, obviamente, de entonces arranca la tradición de representar a Melchor, Gaspar y Baltasar montados sobre animales correspondientes a sus geografías: un caballo, un dromedario y un elefante, respectivamente.

Una anécdota curiosa ocurrió en el siglo XVI tras el descubrimiento de América. Al representar los Reyes Magos a todas las razas del planeta, algún devoto cristiano tuvo la idea de que el Nuevo Mundo se viera representado en el cortejo real. De esta forma en el retablo portugués de la Catedral de Viseu, Baltasar, en lugar de ser un rey negro, es representado como un pintoresco jefe indio de Brasil de emplumada jabalina (ver imagen).

4) Oro, incienso, mirra

Los Padres de la Iglesia y los teólogos han señalado diversos significados para los regalos al Niño Jesús.

El oro, metal precioso propio de reyes, simbolizaba el tributo a la realeza de Jesús, a su calidad de rey. El incienso, de importante papel en los rituales religiosos y en las ofrendas a las deidades, era un tributo a la divinidad de Jesús, es decir con ese presente se reconoce que era Dios. La mirra -usada en los ritos funerarios, en los embalsamamientos, en la unción de los cadáveres- era emblema de muerte y sufrimiento y por lo tanto con ella se lo reconocer como ser humano, sujeto, como todos, a la muerte. Hay otras interpretaciones.









B. LAS RELIQUIAS DE LOS REYES MAGOS

1) El relicario de los Reyes Magos

La catedral de Colonia es uno de los monumentos góticos más impresionantes de Europa. Es también el lugar donde en la actualidad se encuentra las reliquias de los Reyes Magos. En el año 1164 el arzobispo Reinaldo de Dassel, canciller imperial y arzobispo de Colonia, trasladó desde Milán a Colonia estas reliquias.

En el año 1248 se inició la construcción de la catedral de la ciudad para, entre otras cosas, albergar estas importantes reliquias. Actualmente es la iglesia gótica más grande de Europa septentrional. La actual configuración de la catedral presenta siete capillas, la tercera corresponde a la tumba del arzobispo Conrado de Hostaden -que el 15 de agosto de 1248 puso la primera piedra de esta catedral- y la cuarta a las reliquias de los tres Santos Reyes. En las vidrieras se representa la historia de los Reyes Magos y la historia del emperador Constantino y su madre Santa Elena.

En esta magnífica catedral, detrás del Altar Mayor, se encuentra el llamado “Relicario de los Reyes Magos”. Está formado por tres sarcófagos: dos de ellos unidos el uno al otro, el tercer sarcófago descansa sobre los otros dos. El conjunto formado por los tres tiene la forma de una basílica.
La estructura básica está hecha de madera, la madera está revestida de oro y plata. Lleva 74 figuras en bajorrelieve entre las cuales se encuentran escenas de la vida de Cristo y esculturas de los apóstoles y los profetas, todas ellas recubiertas con oro. El conjunto está decorado con esmaltes, marfil y unas 1000 piedras preciosas.
Algunas partes del relicario fueron diseñadas por el famoso orfebre medieval Nicholas de Verdún, que empezó el trabajo en el año 1180 o en el 1181. El relicario se completó alrededor de 1225.

Examinemos cómo han llegado hasta allí las reliquias.

2) Las reliquias de los Reyes Magos en Milán

En la basílica milanesa dedicada a Eustorgio -un gran arzobispo milanés del siglo VI, que tomó parte en varios concilios y publicó varios tratados contra los herejes de su época- se encuentra un enorme sarcófago de piedra. Sus medidas son excesivamente grandes para un sarcófago: 2 metros por 3,70 de base, 2 metros de altura. La cubierta es a dos aguas.

Está esculpido en un único bloque de mármol y no tiene comparación en el mundo del arte romano del que procede. Los estudiosos subrayan que ejemplares similares se encuentran sólo en el mundo asiático. En suma, es un sarcófago, pero al mismo tiempo un gigantesco cofre o caja. Una pequeña ventana abierta en uno de los lados da a entender que debió haber sido utilizada como relicario. Los arqueólogos lo datan en el siglo II o III después de Cristo.

Si hubiese sido el sarcófago para el cuerpo del santo milanés, las enormes proporciones no serían fácilmente justificables. Por otra parte es posible que Eustorgio fuera sepultado en la zona de enterramientos situada fuera de los muros romanos, en el camino hacia Pavía. Y sobre ese lugar enseguida debió elevarse una iglesia.

¿Quién mandó construir este enorme sarcófago? ¿Para contener qué? Según la tradición habría contenido durante siglos los restos de los tres sabios que visitaron a Jesús de Nazaret.

Como llegaron las reliquias a Milán es algo que a ciencia cierta no se sabe pero desde el siglo XII

En Milán se habla de las reliquias de los Magos en el año 1158, no antes.

En el siglo XII empezó a circular la siguiente leyenda:

Elena -santa Elena, si se quiere- fue madre del emperador Constantino el Grande. En el 324 había seguido a su hijo el emperador Constantino a Palestina y allí reunió numerosas reliquias. Incluso milagrosamente encontró en la colina del Gólgota restos de la Cruz donde Jesús fue crucificado (esa reliquia es llamada la Vera Cruz). También desde Persia hizo trasladar a Costantinopla los despojos mortales de los Reyes Magos, que hasta entonces habían permanecido dispersos. En Constantinopla los huesos fueron puestos en un gigantesco sarcófago de granito,

Tiempo después, en el siglo VI, los milaneses eligieron como obispo a Eustorgio, el cual visitó Constantinopla para que el emperador le permitiera aceptar su reciente nombramiento. El emperador de Bizancio le regaló los cuerpos de los tres reyes.

Eustorgio decidió trasladar las reliquias hasta la lejana sede de su diócesis. Para ello adquirió dos robustos bueyes y un carro, hizo cargar sobre éste el sarcófago y emprendió la marcha. Alguna versión de esta leyenda refiere que la misma estrella que siglos antes había señalado a los Reyes el camino de Belén, resplandeció en la ruta de San Eustorgio, y lo guió a todo lo largo del difícil camino. Pero al pasar por las ásperas montañas de los Balcanes, un lobo hambriento asaltó y mató a uno de los dos bueyes. Para continuar su viaje, San Eustorgio domeño a la fiera insolente y la unció al yugo de su víctima. El lobo salvaje acabó transformado en lobo de tiro. San Eustorgio llegó a Milán con el carro cargado con los restos de Melchor, Gaspar y Baltasar y tirado por un buey y un lobo manso. Fue recibido con júbilo por los milaneses.

No es la única leyenda sobre las reliquias de los Reyes Magos. Un cronista francés, Roberto de Monte Saint-Michel (¿1110?-1186, nacido en Torigni –sur-Virey y conocido en la actualidad como R. del Monte Saint, por ser abad de la famosa abadía de ese monte) escribía que en el año de 1158 los milaneses habían encontrado en una capilla cercana a la ciudad los restos de los cuerpos de los tres Magos.

También se dice que el cronista anglosajón Guillermo de Newbury -vivió en la segunda mitad del siglo XII- escribió que, cuando Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, asediaba Milán, los milaneses, para no dar facilidades a los asediadores, decidieron arrasar los arrabales y hallaron las reliquias «compactas en los huesos y en los nervios... y cuando fueron encontradas un cerco de oro rodeaba los cuerpos, uniéndolos entre sí». Naturalmente los preciosos restos fueron trasladados dentro de las murallas.

¿Sirvió el enorme sarcófago conservado bajo las bóvedas de San Eustorgio para custodiar esas reliquias? Nadie lo confirma, pero ciertamente sus dimensiones hacen sospechar que debía haber estado destinado a acoger algo fuera de lo normal.

En todo caso en el año 1162 Milán fue tomada, saqueada y destruida por Federico I Barbarroja, emperador del sacro Imperio Romano Germánico. Su consejero Reinaldo de Dassel, obispo de Colonia, en medio de la contienda no olvidaba los intereses de su diócesis, pidió y obtuvo del emperador permiso para llevar a la ciudad renana las ilustres reliquias. También hay una serie de leyendas acerca de cómo consiguió quitar las reliquias a los milaneses. En 1164 las reliquias salieron de Milán.

3) Las reliquias en Colonia

El traslado a Colonia se produjo con gran pompa. El sucesor de Reinaldo, Felipe de Heinsberg, mandó construir el magnífico relicario que más arriba hemos descrito.

Las peregrinaciones se multiplicaron y el papa Inocencio IV estableció indulgencias para quien peregrinara a venerar los cuerpos de los Magos.

¿Y Milán? Siempre hubo en la ciudad personas que no se resignaron a la pérdida de las reliquias. En el año 1495, el papa con el nombre de Alejandro VI (Rodrigo de Borja) a instancias del duque de Milán Ludovico Sforza “el Moro”, pidió al arzobispo de Colonia la restitución de las reliquias pero el arzobispo se negó.

Tampoco tuvieron éxito en sus gestiones Pío IV, que era milanés, ni Gregorio XIII ni Felipe II, el rey de España, cuando dominaba el Milanesado.

El 20 de julio de 1864 el relicario se abrió y fueron descubiertos restos humanos que se supone que son de los tres Reyes Magos y monedas de la época de Felipe de Heinsberg.

En la frontera del siglo XIX con el XX triunfó la habilidad diplomática del Cardenal Ferrari, arzobispo de Milán: en 1903 obtuvo la restitución de una tibia, un húmero y un esternón. Estos tres huesos hicieron el viaje en tren, vía Basilea-Lucerna-Como; a su llegada fueron transportados con gran solemnidad a la Basílica de San Eustorgio. 

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Nota:
Algunos de los contenidos expuestos pueden verse en P. Grau- Diekmann, "Una iconografía polémica: Los Magos de Oriente",
www.revistamirabilia.com/Numeros/Num2/magos.html


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