Ediición nē 14- Enero/Marzo de 2011

Otra vez los judios


XI

Otra vez los judíos


por Mario Soria

La cantidad de hebreos asesinados por el nacismo suscita toda clase de reparos que, si no sorprenden al lector adormecido continuamente por la propaganda martilleante de los medios de comunicación, sí llaman la atención de los avisados.

En primer lugar, y sin entrar en indagaciones acerca de la cantidad de judíos europeos existentes entre 1935 y 1945, así como no investigando los países donde los mismos vivían, profundamente llama la atención la cifra de hipotéticas víctimas: seis millones. Cifra redonda, impresionante, escueta, fácilmente recordable. Cifra que parece hija de la propaganda, bien elegida, rotunda como dogma histórico, objeto más bien de fe, pero nunca tratada así, sino en calidad de cantidad real.

Otra pregunta o serie de ellas se despierta con motivo de la intervención papal en la debatida, con sordina, cantidad de muertos, especialmente a causa de la negativa (enero de 2009) del obispo Ricardo Williamson, lefebrista, a aceptar el sacrosanto número. Porque, sin negar ni mucho menos las atrocidades nacis, se limitó el prelado a rebajar drásticamente el número consagrado. ¡Y aquí ardió Troya! Lo acusaron de haber desconocido tendenciosamente las matanzas y pidieron para él, en nombre de la libertad, la concordia y el odio al totalitarismo, que lo condenasen, proscribiesen, amordazasen. Y por ser obispo y haberle recientemente levantado Benedicto XVI la excomunión que sobre el réprobo pesaba a causa de haber sido anticanónicamente consagrado, exigieron que fuese de nuevo excomulgado, hasta no haberse retractado, al modo estalinista, de sus afirmaciones. ¿Y quienes lo pidieron y aun lo exigieron? Pues, personas e instituciones no muy devotas de la autoridad pontificia, pero en este caso vueltas ardientes patrocinadoras de aquélla. Así ocurrió con el diario madrileño El País, que a gritos pidió la intervención de la Santa Sede para sentenciar a Williamson, no dudando en esta ocasión de parecerle saludables y legítimos potestad y reprobación. Y cosa similar ocurrió con Angela Merkel, hereje luterana, que clamó condenase el papa no sólo la persona del disidente, sino la negación o cualquier duda acerca del tan traído y llevado holocausto judío. Los pontífices tienen potestad en materia de fe y costumbres, no en materia histórica, salvo que ésta toque un dogma, cosa que evidentemente no ocurre en el caso de que hablamos. Pero resulta que dicha mujer, que debe de abominar del concilio tridentino y rechazar cualquier juicio romano acerca de los sacramentos, la eclesiología o la gracia, instaba poco menos que a una declaración dogmática acerca de un tema ajeno por completo a la competencia del sumo pontífice.

Lamentablemente, católicos estúpidos, como lo son muchos del Opus Dei o de los legionarios de Cristo, más felpudos u orinales que hombres, canonizan cuanta palabra salga de la boca augusta, sea atinada o disparatada. Así resulta que se aplaude el rendirse a las exigencias heréticas o ateas. Y no se crítica el no atender a la verdad, ni a la probabilidad histórica, ni discernir la propaganda o la mentira. Y esto es lo sucedido con motivo del tan traído y llevado número.

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