Ediición nē 14- Enero/Marzo de 2011

Fernando de rojas

estatua de Fernando de Rojas.

FERNANDO DE ROJAS

LETRADO HONORABLE DE TALAVERA DE LA REINA
DEFENSOR DE LOS INTERESES DE LA CIUDAD

por José María Gómez Gómez

Prácticamente la mitad de su vida la pasó Fernando de Rojas en Talavera de la Reina, exactamente desde su toma de posesión como Alcalde Ordinario (14 de junio de 1508) hasta la fecha de su muerte (5 de abril de 1541). El inmortal autor de "La Celestina", obra capital del teatro español, había nacido unos treinta y tres años antes, hacia 1475, en La Puebla de Montalbán, dato indiscutible que él proclama en los versos acrósticos que dispuso al frente de la edición de Toledo del año 1500, y que se supone irían también al frente de la edición de Burgos 1499, cuyo V Centenario venimos conmemorando a lo largo del presente año.
En Talavera, entonces Villa y Tierra perteneciente al Señorío Arzobispal de Toledo, Fernando de Rojas fue hidalgo notorio y reconocido, Alcalde Ordinario, Alcalde Mayor, letrado honorable procurador y defensor de los intereses de la ciudad en los múltiples y variados asuntos que en sus manos ponía el Ayuntamiento..

Cuando nos acercamos a la biografía de Fernando de Rojas, el confesado autor que "acabó" "La Celestina", observamos no sin asombro que los únicos años de su vida y de su actividad apoyados documentalmente son los treinta y tres que vivió en Talavera, entre 1508 (fecha de su toma de posesión como alcalde ordinario) y 1541 (fecha de su muerte).
El 14 de junio de 1508 Fernando de Rojas toma posesión como alcalde de Talavera. He aquí el acta que se levantó de su juramento, conservado entre los valiosos documentos del Archivo Municipal: "Este dicho día el dicho señor liçençiado presentó por alcalde de la dicha villa al bachiller Ferrando de Rojas, vezino de La Puebla, e los dichos señores le reçibieron, e el dicho bachiller Ferrando de Rojas juró en forma, etc. E luego los dichos señores le mandaron que dé fianças llanas e abonadas para el dicho cargo. E luego pareçieron presentes Diego Núñez e Ferrando Álvarez de Montalván, escrivanos públicos, e se obligaron de mancomún e cada uno dellos e de sus bienes por sy insolidum e por el todo por el dicho alcalde, segund como de derecho se requyere, etc. Antonyo de Mazariegos e Alonso Rodríguez, escrivanos, e yo, Pedro Gómez, escrivano (Rúbrica)".
Hasta aquí el acta que se levantó sobre la Toma de Posesión de Fernando de Rojas en el Ayuntamiento de Talavera (14 de junio de 1508).
Hemos de aclarar que el concepto y cargo de "alcalde" en la época no equivalía a lo que hoy entendemos por tal. Nuestro alcalde actual equivaldría prácticamente al corregidor de entonces; nuestros concejales a los antiguos regidores; y los antiguos alcaldes (varios eran titulados "ordinarios" y uno "mayor") venían a ser juristas o letrados especialistas en leyes, contratados por el Ayuntamiento que les pagaba salario y dietas de viajes, que entendían en juicios y litigios entre particulares, delitos, etc... y a los que el Ayuntamiento solía encargar la defensa de sus intereses en los diferentes contenciosos que se suscitaran.

El Archivo Municipal de Talavera ha guardado un importante tesoro de documentos, a través de los cuales se puede reconstruir la interesante labor que realizó el autor de "La Celestina" y los muchos y delicados asuntos que tuvo que abordar, todos ellos relacionados con aspectos importantes de la vida y jurisdicción de Talavera y su Antigua Tierra. Hay que dejar claro que siempre lo hizo en calidad de hombre entendido en derecho, Bachiller en Leyes, título alcanzado en la prestigiosa Universidad de Salamanca. En Talavera se ganó una excelente reputación y bien merecida fama de hombre entendido y justo. Un documento de 12 de mayo de 1514 refiere, a propósito de un nombramiento, que "el bachiller Rojas es buen letrado y persona que lo hará bien".
Fernando de Rojas no fue un simple funcionario del Ayuntamiento de Talavera. Fue normalmente alcalde ordinario y, en no pocas ocasiones, alcalde mayor. Este cargo le facultaba para ejercer justicia: oír pleitos y litigantes y dictar sentencia. Además, por su condición de letrado, con frecuencia era facultado por el Ayuntamiento de Talavera para gestionar los asuntos más importantes y delicados en que se veían implicados los intereses de la ciudad.
La documentación existente en el Archivo Municipal refleja las actuaciones de Rojas en materias tan delicadas como jurisdicciones y deslindes territoriales (asunto que provocó frecuentes conflictos entre Talavera y las aldeas o lugares de su Antigua Tierra). Otro asunto delicado para Talavera fueron sus relaciones con el Concejo de la Mesta, algunas de cuyas cañadas cruzaban el alfoz talaverano, ocasionando inevitables choques de intereses. Procesos inquisitoriales y asuntos de las Santa Hermandad requirieron también la intervención de Fernando de Rojas, cuya vida en Talavera estuvo entretenida por una intensa actividad profesional.



Al repasar los documentos (actas, recibos, resoluciones, sentencias...) nos damos cuenta de la importancia que alcanzó Fernando de Rojas, pues se relacionó con las personas más importantes de Talavera. Así su nombre figura repetidamente en los documentos al lado del de Pedro Cervantes, Diego Girón, Francisco Barrionuevo, Pedro Gómez, Bernardino de Meneses y otros Meneses y Loaisas. Tuvo que comunicar asuntos con el Arzobispo de Toledo, Señor de Talavera de la Reina y su Tierra, sobre los más delicados asuntos, que requerían un tratamiento inteligente y detenido, con la Chancillería de Valladolid, etc. Y en todas las actuaciones era designado como la persona y el jurista más adecuado para la defensa de los intereses de Talavera.

Uno de los conflictos más arduos que litigaba Talavera tenía que ver con Mejorada a propósito de los límites jurisdiccionales entre las tierras de ambas. La propiedad de los montes limítrofes era reclamada por una y otra parte desde muchísimos años atrás. La última resolución de la Chancillería de Valladolid concedía dichos montes a Mejorada y esto se interpretó como un agravio directo del presidente de la Chancillería para con Talavera y su Señor, el Arzobispo de Toledo, a la sazón el Cardenal Cisneros. Fernando de Rojas fue comisionado en calidad de alcalde mayor para tratar el asunto con Cisneros, según consta en documento de 23 de julio del año 1511: "Poder al bachiller Fernando de Rojas, alcalde. Este dicho día los dichos señores dieron su poder conplido al señor bachiller Ferrando de Rojas, alcalde mayor en la dicha villa, para que pueda yr al cardenal nuestro señor a le fazer relaçion e le informar de los agravios que el presidente de la Chançillería de Valladolid faze a esta dicha villa... Este día los dichos señores mandaron librar al dicho señor alcalde para yr el dicho camyno dos mil maravedises, de los quales a de dar cuenta, y le an de ser pagados cada día de los que allá estuvyere a çiento e çinquenta maravedises".
A este propósito es especialmente interesante otro documento fechado el 3 de septiembre del mismo año 1511. Fernando de Rojas era por entonces el alcalde mayor y el documento llevaba en el margen izquierdo la siguiente aclaración: "continuaçion de la posesyon de los montes de Talavera que son de aquella parte e desta de Mejorada". El documento revela la actitud que solía tomar Talavera ante la negativa resolución de la Chancillería de Valladolid: la justicia en pleno se personaba en los montes y hacían alardes de tener poder sobre ellos, paseándose por toda su extensión y ejerciendo en ellos, al aire libre, la justicia, según los pleitos y litigios que se les presentaran. Ese día citado fueron a los montes todos los miembros de la justicia talaverana: el licenciado Barrionuevo, corregidor nombrado por Cisneros; el bachiller Fernando de Rojas, "alcalde mayor en la dicha villa e su tierra"; el comendador Pedro de Cervantes, Diego Girón y Diego de Meneses, "regidores de la dicha villa"; y Martín Azeytuno, "procurador del conçejo de la dicha villa". El documento los cita por este orden, que es el riguroso por la calidad de sus cargos, y describe cómo al día siguiente (cuatro de septiembre) tomaron posesión de los montes y pasearon por ellos, cortando ramas de los árboles, gesto simbólico de su poder, dominio y propiedad sobre los mismos (a pesar de que la Chancillería de Valladolid había fallado a favor de Mejorada). A continuación, el señor alcalde mayor, Fernando de Rojas, mandó pregonar que se hallaba así sentado dispuesto a escuchar todos lo pleitos que hubiese ese día, tanto de Talavera como de las tierras (previamente, el día anterior, se había pregonado que los juicios de ese día no se verían en Talavera sino en los montes por hallarse allí la justicia en el acto de la toma de posesión). Para escuchar los pleitos y dictar sentencia, Fernando de Rojas se sentó "al pie de la torre del Atalaya, la questá çerca del lugar de Segurilla ques en los montes e término de la dicha villa de Talavera". Poco después se trasladó al "valle e cañada ques çerca de la villa de Mejorada, junto a donde está un horno de fazer teja e ladrillo, estando allí presentes los dichos señores contratando la dicha su posesyón, estando el dicho señor alcalde asentado para ver e librar pleitos como lo tiene por costumbre e de su mandamiento".

En calidad de defensor de la jurisdicción de Talavera, Fernando de Rojas hubo de hacer frente a otros conflictos, suscitados en otros lugares de la extensa geografía de la Antigua Tierra talaverana. Así, el 9 de octubre de 1521, se le encomendó "el negoçio de los alcaldes de Alía y Gonçalo Gómez de Guadalupe". A comienzos de 1522 Toledo estaba sin arzobispo, que era el Señor de Talavera como sabemos, y como a él le correspondía pagar los gastos de la defensa de la jurisdicción, tenía que hacerlo el Ayuntamiento de Talavera entretanto se nombrara nuevo arzobispo. La situación era conflictiva, pues la nación se hallaba en plena Guerra de las Comunidades, y Toledo y su Arzobispo eran protagonistas en el conflicto. pero lo que nos interesa resaltar es que, sucediera lo que sucediera, en la paz y en la guerra, Fernando de Rojas era siempre el jurista idóneo designado para la defensa de la jurisdicción territorial de Talavera y los asuntos de deslindes y pleitos contra las aldeas de la Antigua Tierra y las villas y señoríos limítrofes. De todo esto es clarificador documento de 3 de enero de 1522: "Este dicho día los dichos señores dixeron quel salaryo que se da a Rojas, el bachiller, e a Juan garçía, procurador, por el cargo que tienen de defender la jurediçión, que presente lo faze pagar la dicha villa porque lleva las penas del fysco en sede vacante no avyendo prelado, porque de otra manera al prelado le incumbe defender su jurediçión y deve a costa de sus penas fyscales pagar letrado y procurador que para ello tenga en su dicha villa".

Otra institución que ocasionaba constantes conflictos para el Ayuntamiento de Talavera era el Concejo de la Mesta. En Talavera la poderosa asociación de ganaderos celebraba sus asambleas invernales. En el amplio alfoz de Talavera invernaban buena parte de los ganados que, desde las cañadas segoviana y leonesa, discurrían por tierras talaveranas a través de numerosos ramales. Prácticamente toda la tierra de Talavera era cañada para el libre paso de ganado, con la única obligación de respetar viñas y dehesas. Esto ocasionaba frecuentes problemas y los labradores se quejaban frecuentemente de daños causados en árboles, siembras, colmenas y viñas. Fernando de Rojas tuvo que intervenir en este tipo de pleitos, en que Talavera siempre quiso hacer valer su derecho inmemorial a juzgar a los ganaderos, ya que ningún alcalde de pastores tuvo jurisdicción en Talavera y su tierra, desde que ésta era "de la Reina". Los asuntos de la Mesta eran los que ocasionaron principalmente que Fernando de Rojas viajara hasta Toledo para tratar con el cardenal Cisneros, por su calidad de Señor de Talavera y su Tierra. A ello alude un documento de 30 de julio de 1511: "Este dicho día los dichos señores cometieron al dicho señor Diego Girón, regidor, que tome cuenta al bachiller Fernando de Rojas, alcalde, del camyno que fue al cardenal nuestro señor a le ynformar de los pleitos de la Mesta y otras cosas, para el qual camyno le fueron librados dos mill maravedises, y sy más se le deve, se lo manden librar". En otro documento de 12 de agosto de 1511 consta que el bachiller Rojas trató largamente de los asuntos de la Mesta con el cardenal ("su reverendísima señoría") y el Ayuntamiento acordó enviar a Juan Vázquez Rengifo a Valladolid a solucionar "dichos pleitos" junto con el licenciado Paradinas, enviado por el cardenal.
Otros muchos asuntos y pleitos de todo tipo tuvo que solucionar Fernando de Rojas, juicios menudos y diarios sobre los aspectos más variopintos del vivir cotidiano de Talavera. Ya S. Gilman, en la espléndida biografía de nuestro personaje, describe su intervención en un par de procesos inquisitoriales: el de Diego de Oropesa y el de su propio suegro Álvaro de Montalbán... No le faltaron a Fernando de Rojas pleitos de la Santa Hermandad que juzgar y así por uno de ellos se le abonan "las costas de un proceso que se causó contra Bartolomé Sánchez".



Alguno de los casos que se le encomendaban eran especialmente curiosos y llamativos. Así el 18 de julio de 1511, siendo Rojas alcalde mayor, tenía que juzgar a un hombre acusado de "sométyco" (sodomía, delito que antiguamente se tenía por muy grave): "Este dicho día ante los dichos señores paresçió presente el señor bachiller Fernando de Rojas, alcalde mayor en la dicha villa, e les hizo relaçion cómo él tiene preso un hombre porque le acusan de sométyco, el qual le tiene recusado e requerido que tome acompañado". Rojas venía a solicitar a sus compañeros del Ayuntamiento que nombrasen dos regidores para, juntamente con él, entender en dicha causa. Fueron nombrados sus dos asiduos colaborados Pedro de Cervantes (el tío-abuelo de Miguel de Cervantes) y Diego Girón (padre del licenciado Pedro Girón, cronista de Carlos V)...
Desde antiguo, el pecado o delito de sodomía era uno de los más viles y horrendos que podía cometerse. La ley lo castigó siempre con la muerte. En época de Fernando de Rojas estaba vigente la Pragmática del 22 de agosto de 1497, dada por los Reyes Católicos en Medina del Campo, tendente extirpar del todo tan abominable delito. Su tenor era el siguiente:cualquier persona, de cualquier estado, condición, preeminencia o dignidad que sea, que cometiere el delito nefando contra naturam seyendo en él convencido por aquella manera de prueba, que según derecho es bastante para probar el delito de heregía o crimen laesae Majestatis, que sean quemados vivor en llamas de fuego en el lugar, y por la Justicia a quien perteneciere el conocimiento y punicion del tal delito; y que asimismo haya perdido por ese mismo hecho y derecho, y sin otra declaración alguna, todos sus bienes así muebles como raices, los quales desde agora confiscamos, y habemos por confiscados y aplicados a nuestra cámara y fisco. Y por mas evitar el dicho crimen mandamos que si acaeciere que no se pudiese probar el dicho delito en acto perfecto y acabado, y se probaren y averiguaren actos muy propinquos y cercanos a la conclusión dél, en tal manera que no quedase por el tal delincuente de acabar este dañado yerro, sea habido por verdadero hechor del dicho delito, y que sea juzgado y sentenciado, y padezca aquella misma pena, como y en aquella manera que padeciera el que fuese convencido en toda perfección del dicho delito, como de suso se contiene; y que se pueda proceder en el dicho crimen a peticion de parte o de cualquier del pueblo, o por via de pesquisa o de oficio de Juez, y que en el dicho delito, y proceder contra el que lo cometiere, y en la manera de la probanza, así para interlocutoria como para definitiva, y para proceder a tormento y en todo lo otro, mandamos se guarde la forma y orden que se guarda y de Derecho se debe guardar en los dichos crímenes y delitos de heregía y laesae Majestatis, para que de los testigos que fueron tomados en el proceso deste dicho crimen se pueda dar y dé copia y traslado de los nombres dellos, y de sus dichos y deposiciones al acusado, para que diga de su derecho". y todo esto se encargaba en la citada ley que fuese ejecutado con toda diligencia. "Mandamos a las nuestras Justicias de todos nuestros Reynos y Señoríos, que con toda diligencia hagan guardar y executar lo suso contenido; sobre lo qual les encargamos sus conciencias, y que sean obligados a dar a Dios cuenta de todo lo que por ellos, o por su culpa o negligencia quedare de castigar, allende de la otra pena que por Nos se les mandare dar, y hagan juramento especial de lo cumplir así, al tiempo que fueren recebidos en los oficios".

De toda esta documentación del archivo municipal de Talavera, exhumada y publicada en su día por Inés Valverde (en la revista "Celestinesca", vol. 16, nº 2, otoño 1992) se deduce, pues, la actividad profesional de Fernando de Rojas en Talavera de la Reina como treinta y tres años de defensa de los intereses de la ciudad frente a problemas que minaban la integridad de su jurisdicción y la economía de sus agricultores moradores frente a los ganaderos trashumantes de la Mesta. Otros pleitos y litigios en que tenía que actuar como juez, en virtud de su calidad de alcalde ordinario o mayor, eran los comunes: deudas impagadas, robos, etc... de vez en cuando tuvo que arbitrar algún delito extraordinario, como el mencionado caso del "sométyco".
La actividad de Rojas en Talavera no se reducía, desde luego, a los deberes y obligaciones de su cargo. Se relacionaba y mantenía negocios con los miembros más eminentes de la sociedad talaverana de la época. Basta echar una ojeada al texto de su testamento, para ver el negocio de los censos que tenía montado, lo cual le proporcionaba pingües beneficios. En calidad de notario, testificaba testamentos y todo tipo de documentos. El señor Valle Lersundi, heredero de Rojas en nuestro tiempo, publicó algunos y, entre otros, poseía el testamento de Pedro Martínez de Mariana, secretario y canónigo de la Colegial de Talavera, hermano del deán Juan Martínez de Mariana, bachiller y padre natural del P. Juan de Mariana. Pues bien, dicho testamento se hizo en presencia de Rojas y él lo dio validez.
También se relacionó con el ilustre talaverano y poderoso señor Juan de Ayala, corregidor de Talavera, en cuyas casas Cisneros había celebrado el Sínodo de 1498 y, entre otras cosas, había costeado el célebre retablo desaparecido de la Colegial (¿trabajó en él Juan de Borgoña?). Pues bien, de la herencia de Juan de Ayala se le debían a Rojas, unos 16.000 maravedís por servicios impagados, y así lo hizo constar en su testamento. Y es que Rojas actuó como abogado y mayordomo de Ayala. El hecho de que Rojas fuera enterrado en el Convento de la Madre de Dios confirma esa relación, opina S. Gilman, ya que había sido construido en 1517 con el patronazgo de un miembro de la familia, doña María de Ayala, monja que fue enterrada en el convento más tarde.
Fernando de Rojas ejercía, sin duda, en Talavera las actividades lúdicas que el entorno le ofrecía y eran costumbre de la época: cacerías, excursiones a los montes del norte y del sur, incluso a las faldas de la sierra, en busca de caza menor y aves... Recibía frecuentes visitas: en la célebre "Probanza de Hidalguía" de su nieto los que testifican hablan de que a su casa acudían gentes diversas y numerosos forasteros.
El ajedrez debió ser su principal recreo. Sabemos que poseía un "Libro de Axedrez" en su biblioteca y un tablero con sus piezas de ajedrez, pues los menciona en su testamento entre los objetos de su propiedad: "Item el libro de Axedrez"... "Item un tablero de axedrez con sus tablas y axedrezes". Y ello le da pie a Gilman para imaginar a nuestro autor en sus ratos libres: "Otra posibilidad era el ajedrez jugado con miembros de la familia o con amigos. Incluso solo, Rojas podía entretenerse con las posibles combinaciones de finales de partida que Sempronio había recomendado a Calisto para distraerse del tormento amoroso. Si, como muchos jugadores de ajedrez, tomó en serio el juego, para 1541 había superado los sencillos problemas y doctrina elemental contenida en su ejemplar del "Arte de Axedrez", de su condiscípulo Luis de Lucena, publicado juntamente con "Repetición de amores" en 1497".
De la lectura de su testamento se deduce una muy clara actitud cristiana ante la muerte, conforme a las costumbres de la época, lo que contradice a mi modo de ver las teorías románticas que quieren ver a Rojas como un converso en difícil situación, atosigado por la vividura del momento y bajo la espada amenazante de la Inquisición. Nada de eso. El preámbulo o encabezamiento del testamento es suficientemente elocuente: "e temyendome de la muerte, ques cosa natural de la qual nynguna persona puede huyr ny escapar; e creyendo como creo firmemente en la Santísima Trynydad, Padre, Hijo, Espiritu Santo, tres personas e un solo Dios verdadero; y creyendo todo aquello que tiene y cree la Santa madre yglesia como bueno e fiel xpiano, en la qual fee y creencia protesto de bivir e morir, en que primeramente mando y encomyendo my anima a Dios Padre que la crio e hizo a su semejança e a su precioso Hijo Ihu Xpo, que la redimio por su santa e preciosa sangre, e al Espiritu Santo que la alumbro, y el cuerpo a la tierra donde fue formado". No hay razones para dudar de su sincero cristianismo. Aquí no hay vividura ni simulación de converso.
Se expresa a continuación la voluntad de ser enterrado en un convento: "Yten mando, quando a dios nuestro señor fuere servido de me llevar desta presente vida, que mi cuerpo sea sepultado en la yglesia del monasterio de la Madre de Dios desta dicha villa de Talavera". Y en la cláusula siguiente se expresa un detalle que dice mucho de su peculiar concepción del cristianismo, su devoción franciscana: "Yten mando que sea enterrado en el abito de señor San Francisco y paguen por él lo que justo sea". Por cierto, conocemos incluso el pormenor del precio de dicho hábito franciscano, con el que fue enterrado Rojas, dado que el recibo del pago que hizo su viuda, Leonor Álvarez, se conservó entre los papeles del testamento, que vino a mano de su heredero el señor Valle Lersundi: "Conozco yo, Ana López, que reçebí de vos, señora Leonor Álvarez, seysçientos maravedises por razón de un ábito en que s'enterró el señor bachiller Rojas, que sea en gloria".
Y para abundar en su ortodoxia, el testamento añade unas cláusulas en que quedan encargadas numerosas misas en diferentes monasterios de Talavera: San Francisco, la Madre de Dios, la Santísima Trinidad... y en su parroquia talaverana, San Miguel, "donde yo soy parrochiano".

En ese testamento, que redactó en Talavera el 3 de abril de 1541, es mencionada respetuosamente su esposa Leonor Álvarez, para quien manda la devolución de su dote matrimonial (nada menos que 80.000 maravedís). Rojas nombra herederos de sus bienes a sus hijos: "E cumplidas e pagadas todas las mandas e legatos e pías cabsas en esta carta de mi testamento contenydas, dexo e nombro e instituyo por mis legitimos e universales herederos en el remanente de todos mys bienes e acciones e derechos al licenciado Francisco de Rojas e García Ponce e Álvaro de Rojas e Juan de Montemayor e Catalina de Rojas, muger de Juan de Santo Domingo, e a Juana de Rojas, mys hijos, e hijos legitimos de la dicha Leonor Alvarez, mi muger, para que ayan y hereden todos mis bienes muebles e rayzes e semovientes e acciones e derechos". Seis hijos contaba Rojas en el momento de su muerte.

El testamento es otorgado y firmado, como queda dicho, el 3 de abril de 1541. Los recibos de las misas de su funeral llevan la fecha del día 8 del mismo mes. Como estas misas solían decirse a los tres días del enterramiento, hay que pensar que Fernando de Rojas debió morir el 5 de abril de 1541.

El año 1936 vino a Talavera de la Reina el estudioso Luis Careaga con el ánimo de indagar y buscar la tumba de Fernando de Rojas. El resultado de sus indagaciones lo expuso en un artículo que tituló "Investigaciones referentes a Fernando de Rojas en Talavera de la Reina" (publicado dos años después). Había realizado excavaciones en el convento de la Madre de Dios, que aún estaba en pie, y explicaba que había localizado los restos de Rojas, un esqueleto en un enterramiento en el centro del presbiterio con la siguiente disposición: un poco inclinado hacia la izquierda, con la cabeza reposando sobre la mano izquierda. El señor Careaga recordó una frase de los preliminares de "La Celestina" en que el autor se retrata a sí mismo "asaz veces retraído en mi cámara, acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores". Además, ciertos restos considerados como de tela de hábito franciscano contribuyeron a facilitar la identificación.
Ya en los años sesenta, cuando era inminente la definitiva demolición del Convento de la Madre de Dios, fueron extraídos dichos restos y depositados en una caja de cobre permanecieron custodiados en el Ayuntamiento, hasta que en 1980, en una ceremonia popular y emotiva fueron colocados en el lugar que actualmente ocupan, en un nicho abierto en la pared del Claustro de la Colegial que lindó en su día justamente con la casa en que murió Rojas.
El día 2 de diciembre de 1999, como colofón a todo un año dedicado a conmemorar el V Centenario de su obra inmortal, la impar "Celestina", el Ayuntamiento de Talavera, que él honró con una actuación impecable a lo largo de su vida y defendió en los arduos litigios en que se vio envuelto, le reconoce como alcalde honorífico, ilustre diría yo y glorioso modelo para los que lo han sido y son en nuestro tiempo.

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