Ediición nº 21 de Octubre/Diciembre de 2012

El otoño, de Giuseppe Arcimboldo (1530-1593)

Y llegó el otoño…

Las estaciones del año se suceden con esa exacta puntualidad que propicia los diversos ciclos vitales de la Naturaleza en su transcurso que, incansable, renueva generosamente la vida en sus distintas manifestaciones, dando a las diversas criaturas que forman parte, viven y habitan en ella, el tiempo para que nazcan, vivan, se reproduzcan y mueran en un despliegue multicolor que recorrer todo el amplio espectro del arco iris cromático, dando así a cada estación los tonos más adecuados a la luz solar y al propio estadio en el que se encuentran los seres vivos, entre los que destacan por su despliegue multicolor las diversas plantas y árboles que se convierten así en los inmóviles testigos mudos y mensajeros del constante devenir del tiempo y las sucesivas estaciones.

El otoño, es, pues, el anuncio de que la Naturaleza se prepara para la hibernación, apagando progresivamente los colores con que se reviste y dejando, en ese ahorro energético de despliegue cromático, la energía suficiente para soportar los duros días de invierno, tan escasos en luz solar y en calor, que nos invita a todos, hombres y animales, a buscar refugio: a unos en el calor interior de las casas; y, a los otros, en las madrigueras y cobijos que preparan ya con previsora antelación a los fríos días invernales.

A pesar de ello, el otoño es la estación más caliente en cuanto a la actividad literaria y artística se refiere, porque empiezan ahora las numerosas presentaciones de libros, estrenos teatrales y cinematográficos, las exposiciones diversas, conciertos y demás eventos culturales y artísticos que dinamizan la vida ciudadana, que se convierte así, por arte de las creaciones literarias y artísticas, en la verdadera primavera del mundo cultural y artístico con el frenesí de las nuevas creaciones, ofertas múltiples y variadas a un público deseoso de olvidarse de la crisis económica, del estrés de la vida cotidiana y de la preocupación constante por el incierto futuro que se vislumbra.

Este retrato que ilustra la presente edición, de Giuseppe Arcimboldo, pintor manierista italiano del siglo XVI, corresponde a una serie de retratos de temas diversos que realizó, y que en esta ocasión representa el otoño, de la serie de las estaciones del año, que pone de manifiesto su visión personalísima del retrato grotesco, adornado al retratado con los frutos y plantas que corresponden a la estación otoñal que acaba de empezar..

Guiseppe Arcimboldo

Giuseppe Arcimboldo, pintor manierista italiano, (c. 1530-1593), famoso por sus grotescas composiciones alegóricas (grutescos) que parecen ser el antecesor del arte surrealista que surgió en pleno siglo XX. Se puede afirmar que fue el creador del estilo grotesco en cuanto a retratos se refiere.

Hijo de Biagio Arcimboldo, pintor que le enseñó los secretos del oficio. Arcimboldo comenzó a realizar diseños para ser reproducidos en vidrieras y tapices para la catedral de Milán.

Se trasladó a residir en Praga, en 1562 y pasó, posteriormente, a Viena, ciudad en la que comenzó a pintar en la corte de los Hasburgo.

Fue el creador de un estilo personalísimo de retratos que estaban compuestos por agrupaciones de diversos objetos: frutas, verduras, objetos domésticos que dan como resultado unos retratos vibrantes de coloridos, singulares y distintos a todos los demás pintores de su época y posteriores.

Sin embargo, su talento creador y curiosidad le hizo querer buscar, investigar en toda clase de cuestiones relacionadas con el arte, por lo que organizaba todo tipo de actos, eventos y realizaba invenciones de artefactos, además de aconsejar al emperador en cuestiones artísticas y de innovaciones relacionadas con el arte y la creatividad..

La casa imperial le encargó varias series de cuadros que fueran variantes sobre un mismo tema, que le hizo crear una serie de obras, a modo de collage pictórico, en la que combinaba los objetos más variopintos para crear con ellos rostros y figuras alegóricas. Algunos estudiosos ven en esas composiciones singulares ciertos mensajes alegóricos, tanto por los objetos pintados como por la composición de la obra, que se referirían a la figura del emperador y de su reinado.

Abandonó Praga en 1587, lo que causó un gran disgusto al entonces emperador, Rodolfo II, que le tenía una gran admiración y estima, volviendo a Milán, ciudad en la que falleció pocos años después, en 1593.

Su obra, dotada de una singularidad innovadora y sorprendente, constituyen no sólo el primer referente antecesor del movimiento surrealista, sino que es una clara muestra, la mayor exponente de lo grotesco, pero sin embargo dotada de una sorprendente, inigualable y grotesca belleza.

Con este cuadro de fondo como alegoría al otoño, lleno de guiños de complicidad al espectador por parte de su genial pintor, les damos la bienvenida, deseándoles un feliz otoño pleno de realizaciones y proyectos por cumplir sin desánimo, porque la propia Naturaleza nos enseña siempre que, después de un ciclo vital se sucede otro ininterrumpidamente, porque todos ellos, es decir, las sucesivas estaciones que vienen a ser el trasunto de los distintas épocas de toda existencia, con más frío o calor, luz o sombras, todas forman parte de ese misterioso ciclo siempre lleno de sorpresas y, posibilidades, distintas pero siempre generosas en promesas y opciones que es la propia vida.

Bienvenido seas siempre, lector, y gracias por tu visita.

Ana Alejandre
Editora

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