Ediición nº 21 de Octubre/Diciembre de 2012

Juegos Olímpicos y Juegso Píticos

LOS JUEGOS OLÍMPICOS Y LOS JUEGOS PÍTICOS

por Mª Dolores Gallardo López
El pasado mes de agosto muy posiblemente todos, de alguna manera, hemos estado pendientes del magno acontecimiento deportivo de los Juegos Olímpicos celebrados en Londres. Debido a ello me parece que puede resultar interesante para muchos lectores de esta revista recordar las grandes competiciones deportivas del mundo griego: los Juegos Olímpicos, por supuesto, pero también los Juegos Píticos.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Uno de los más hermosos frutos que produjo la cultura griega fue la institución de los Juegos.
Olimpia, capital de la región de la Élide, en el Peloponeso, con sus Juegos desempeñó en la Antigüedad un importante papel en la vida de los pueblos griegos. Después, la propia ciudad y los lugares olímpicos -como veremos más adelante- desaparecieron de la faz de la tierra.
Olvidada durante siglos, Olimpia fue al fin descubierta de nuevo y puesta en valor en la época del Renacimiento.
A partir del siglo XIX Ernst Curtius y otros arqueólogos comenzaron las excavaciones sistemáticas de los antiguos lugares olímpicos.
También a finales del XIX el barón Pierre de Coubertin renovó, mejor dicho creó en Paris (1894) los Juegos Olímpicos de la Edad Moderna. Se realizaron por primera vez en 1896 en la ciudad de Atenas.

Los Juegos en Olimpia. En el aislado valle del río Alfeo y en el monte de Crono en la ciudad de Olimpia existió desde muy antiguo un manantial sagrado, un ara en honor a la diosa Rea y otra dedicada al dios Crono. En este entorno se comenzaron a celebrar unos Juegos en los que se honraba a los dioses y se demostraba el excelente entrenamiento físico de los participantes.
Tiempo después en Olimpia estuvo ubicado el gran templo de Zeus, testimonio petrificado del origen religioso de estos Juegos en sus dos frontones (el oriental con la leyenda de Pélope, el occidental con las bodas del héroe lápita Pirítoo) y en las doce metopas de la cella de Zeus (mostraban los doce trabajos de Hércules).
El templo, construido entre el 468 y el 456 a.C. por el arquitecto Libón de Élide, era de orden dórico. En el interior estaba la enorme estatua de Zeus sentado en su trono, obra del gran escultor Fidias, revestida de oro, marfil y piedras preciosas; estaba considerada una de las siete maravillas del mundo.
Durante la época del apogeo de los Juegos Olímpicos la influencia de Olimpia se extendió a Grecia central, a la parte norte del país y posteriormente a las ciudades griegas de Asia Menor y a las islas ubicadas frente a Asia; después también a las colonias griegas de Sicilia e Italia meridional.
Los Juegos Olímpicos abrieron el camino a la competencia pacífica de los diversos pueblos griegos. Dado que participaban en ellos atletas de todo el mundo griego y que algunos llegaban de lugares muy alejados, resultaba conveniente espaciarlos en el tiempo a fin de que no interfirieran en eventos locales. Tradicionalmente se celebraron cada 4 años. Las ciudades griegas que se hallaran en guerra en esos momentos establecían una tregua, a fin de propiciar la participación de todos los atletas.
La corona que recibían los vencedores estaba tejida con hojas de olivo. Se hacían listas oficiales de los vencedores de los Juegos, que se conservaban cuidadosamente.
Desde que se introdujo la fundición del bronce, los escultores consideraron un honor realizar las estatuas de los vencedores de los Juegos; las costeaban las ciudades de procedencia de los atletas.
Tenemos documentación sobre los Juegos Olímpicos desde el 776 a.C. Sin embargo los investigadores coinciden en que el origen de los mismos es muy anterior a esos primeros testimonios conservados.

Decadencia de los Juegos. Poco a poco, por razones históricas, que sobrepasan el margen de este pequeño artículo divulgativo, los Juegos Olímpicos fueron decayendo. En el 313 a.C. un general del rey Antíoco de Siria conquistó Olimpia y, para pagar a sus mercenarios, saqueó el gran templo de Zeus. En el 210 a.C. la ciudad fue nuevamente saqueada por un tirano de Esparta.

Los Juegos en época romana. En el año 146 a.C. Grecia cayó bajo el dominio romano. Los Juegos dejaron de ser pan-helénicos para dar entrada a atletas de otros pueblos, pero las listas de los vencedores de los juegos desde el 146 a.C. -momento de la conquista- hasta el 8 a.C. indican que durante ese período siguieron perdiendo importancia.
Algún tiempo después algunos emperadores romanos, simpatizando en cierta medida con los ideales griegos, pusieron los Juegos Olímpicos al servicio de su Imperio.
En Olimpia aparecieron, por ejemplo, Tiberio (en su juventud condujo una cuadriga), Gérmánico -el bienamado de Augusto- y el emperador Nerón también tomaron parte en los Juegos.
Algunos emperadores contribuyeron espléndidamente a la construcción de nuevos y magníficos edificios.
Al lado de las estatuas de los vencedores olímpicos se colocaron las de emperadores romanos (las de Augusto, Claudio, Tito, Trajano y Adriano) y de algunos importantes mecenas.
El ambiente que se respiraba en los Juegos cambió: ya no era la fiesta religioso-deportiva griega por excelencia, sino la reunión de una heterogénea amalgama de gentes que, a veces, llegaba desde los confines más apartados del Imperio.
Sin embargo, poco a poco los Juegos volvieron a decaer pues en las postrimerías del Imperio los Juegos ya habían perdido toda su razón de ser: sintomáticamente el último vencedor de los Juegos Olímpicos cuyo nombre sabemos fue un príncipe armenio llamado Varazdates.

Desaparición. La decadencia fue progresiva. Se organizaron por última vez en el 393 d.C. Lo poco que quedaba del espíritu que había inspirado la institución de los Juegos, desapareció al ser declarado el cristianismo religión oficial del imperio romano y prohibida la veneración a los antiguos dioses.
El emperador Teodosio I, por influencia de San Ambrosio, prohibió los Juegos Olímpicos en el año 394. Al año siguiente las hordas del rey bárbaro Alarico invadieron Olimpia. Pero todavía debió quedar bastante de la antigua Olimpia puesto que en el año 426 el emperador Teodosio II ordenó la destrucción del templo de Zeus y la devastación dela ciudad por las llamas.
Con el paso del tiempo la tierra se acumuló, las hierbas y los árboles crecieron en los antiguos lugares; lo poco que pudo quedar lo arrasaron posteriores terremotos.

LAS AVENTURAS DE HERACLES Y LA INSTITUCIÓN DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Los escritores griegos, especialmente los poetas, nos han trasmitido relatos un tanto fantásticos sobre el origen de los Juegos Olímpicos, por tanto resulta extremadamente difícil ofrecer una idea clara sobre su comienzo histórico.
La Mitología griega atribuye la creación de los Juegos Olímpicos al héroe griego Heracles, Hércules en el mundo latino.
Heracles, hijo de Zeus y la heroína tebana Alcmena es el máximo héroe de la Mitología griega. Las aventuras del héroe se extendieron por todo el mundo conocido, incluso bajó hasta el mismísimo reino de los muertos, el Hades.
La serie de hazañas más famosa es conocida como Los doce trabajos. Le fueron ordenados por el rey Euristeo, de la ciudad de Tirinto.
Ya hemos visto más arriba, al hablar del gran templo de Zeus en Olimpia, que cada una de las doce metopas de la cella de Zeus mostraban uno de estos doce trabajos.
Los seis primeros de la serie se desarrollaron en la región del Peloponeso, pero después el ámbito de las hazañas del héroe se fue ampliando. Los siguientes tuvieron como escenario los límites del mundo conocido por el griego antiguo: el séptimo trabajo (llevar al rey Euristeo de la ciudad de Tirinto el toro de Creta) hizo al héroe viajar al sur del primitivo mundo helénico; con el octavo (llevar a Euristeo las yeguas antropófagas de Diomedes) viajó a Tracia, es decir el noreste del mundo; con el noveno (llevar a Euristeo el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas) llegó al mítico territorio de las amazonas, situado en el este del mundo.
Con el décimo trabajo (llevar a Euristeo las vacas de Gerión) y el undécimo (llevar las manzanas del jardín de las hespérides) Heracles llegó a los confines de occidente, donde ningún hombre había puesto el pie: la isla de Eritía -ubicada más allá del río Océano y cercana ya al mundo de los muertos-, y al jardín de las hespérides respectivamente.
Con el duodécimo trabajo (llevar al rey Euristeo el perro Cérbero) se adentró en el Hades, el mundo de los muertos.
Así pues, el mundo entero e incluso el propio Hades fueron testigos del valor, el arrojo y la inteligencia de Heracles, el hijo de Zeus. Todas estas hazañas estaban representadas en las metopas de la cella del templo de Zeus en Olimpia. Como premio por llevar a cabo felizmente estos doce trabajos fue otorgada a Heracles la inmortalidad.

Campaña contra el rey Augías y la institución de las Olimpíadas. Finalizada la serie conocida como Los Doce Trabajos el héroe llevó a cabo, entre otras muchas hazañas, varias guerras en distintas regiones del Peloponeso: el ataque a Augías, rey de la región de Élide; una expedición contra Lacedemonia; otra contra la ciudad de Pilos, en la región de Mesenia. El resultado fue que sojuzgó por completo el Peloponeso.
Ahora nos interesa ocuparnos del largo enfrentamiento que mantuvo con Augías, rey de la ciudad de Elis. Este fue el motivo del enfrentamiento: en el quinto trabajo de la serie de los Doce el héroe debía limpiar los establos de Augías; previamente pactó con él un precio, después el rey se negó a darle lo estipulado. Por esa razón tiempo después Heracles, al frente de un magnífico ejército, atacó a Augías.
En el enfrentamiento entre ambos, Augías puso al frente de su ejército a los dos monstruosos Moliónidas.
Heracles cayó enfermo y se firmó una tregua. Los Moliónidas no la respetaron y mataron a gran parte del ejército del héroe. En algunos textos se dice que incluso Íficles, hermano de Heracles, murió a consecuencia de la herida que uno de los Moliónidas le infligió.
Seis años después Heracles, al frente de un nuevo ejército, logró capturar en una emboscada a los dos Moliónidas y los mató. A continuación se dirigió a la ciudad de Elis, mató al rey Augías y saqueó la ciudad.
Después de esta victoria Heracles organizó unos Juegos.
El mismo Heracles quiso participar como concursante en la prueba de lucha. Se dice que, como nadie osaba enfrentársele, el propio Zeus, para honrar a su hijo, tomó forma humana y se le enfrentó.
El final del enfrentamiento tiene dos versiones: a) después de estar la lucha igualada largo tiempo, Zeus se dio a conocer y b) Zeus, en su apariencia humana, se dejó vencer.
Heracles por este enfrentamiento tomó el título de Palemón, es decir "Luchador".
La Mitología griega considera esos Juegos como el origen de los Juegos Olímpicos. Las Olimpíadas se celebraron en honor de Zeus cada cuatro años en la ciudad de Olimpia y como hemos visto más arriba, se convirtieron en los Juegos más importantes del mundo griego.

3. LOS JUEGOS PÍTICOS

Estos Juegos conmemoraban el triunfo del dios Apolo sobre la serpiente Pitón. Originariamente fueron una fiesta local de carácter religioso celebrada en el santuario de Apolo en Delfos. En ella se celebraba un concurso musical.
Los primeros Juegos Píticos se celebraron el año 582 a. C. Se dice que el primer ganador del concurso musical fue un cretense llamado Chrisótemis: cantó un himno en honor del dios acompañándose de la cítara.
Tiempo después al concurso musical se añadieron pruebas gimnásticas, hípicas y una carrera de carros, a imitación de los Juegos de Olimpia. Más tarde se añadieron también concursos dramáticos y poéticos.
Con todo ello estos Juegos Píticos se hicieron así mucho más famosos y concurridos. Todas las ciudades griegas estaban invitadas a participar y, si había ciudades en guerra, se establecía, al igual que en los Juegos de Olimpia, una tregua sagrada para celebrarlos.
También se estipuló que se celebraran cada cuatro años, a dos años de diferencia con el período también cuatrienal de los Juegos Olímpicos.
Los Juegos Píticos se iniciaban con sacrificios al dios Apolo. Los concursos musicales, los dramáticos y los poéticos se desarrollaban en el teatro construido para este fin; las pruebas gimnásticas en el estadio y las carreras de carros en el hipódromo. Los vencedores de estos Juegos recibían una corona de laurel (árbol vinculado con Apolo), tenían los mismos honores que los vencedores de los Juegos Olímpicos y adquirían el derecho de que sus estatuas fueran colocadas en el santuario.
El poeta tebano Píndaro compuso doce odas triunfales- las llamadas Píticas, que se han hecho inmortales- en las que celebraba a vencedores de los Juegos Píticos.

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