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Edición nº 3 - Junio/Agosto de 2008

Dos obras de Gualupe Luceño

Entrevista plástica

Entrevista a Gudalupe Luceño, pintora

por Julia Sáez-Angulo (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte).


Guadalupe Luceño, de los mandalas a la geometría constructivista·

Guadalupe Luceño es una artistas que se ha adscrito con convencimiento y firmeza a la línea constructivista que ha dado una rica nómina de nombres en el arte español. Ha expuesto recientemente en el Centro Cultural Sirio de Madrid. Nacida en Santander y educada en Suiza, la pintora ha entrado con fuerza en el circuito artístico y en las colecciones especializadas como la de Antiqvaria o la de “artistas geométricos” de Javier López de Toledo. Sus comienzos pictóricos se apoyaron en los mandalas, pero hoy ha derivado a una geometría más pura o descontextualizada.

“Mandala es un concepto devaluado por su explotación comercial. No hay manual de autoayuda que no ponga un mandala en la vida de sus víctimas. El ámbito editorial, sobre todo el dirigido a la infancia, está inundado de cuadernos de dibujo que permiten colorear “mandalas”, supuestamente como terapia para apaciguar los espíritus hiperactivos de los castigados y vapuleados infantes de nuestras sociedades, también supuestamente desarrolladas. Es difícil escapar a la apisonadora mercantil, aplanadora, uniformadora, que representa la publicidad en todas sus manifestaciones. Y para alguien como yo, que en un principio cometió la imprudencia de presentar su abstracción calificándola de geométrico-mandálica, el afán reinante de simplificarlo todo supuso el riesgo, ya confirmado, de ser apisonada”, explica la autora.

“Obviamente, yo no pinto mandalas, pero no es menos obvio que el mandala me interesa como manifestación tanto estética como filosófico-religiosa, como estructura que acoge conocimiento, como continente de sabiduría, recipiente de memoria universal. Pero, sobre todo, debo al estudio de los orígenes y de la historia del mandala el descubrimiento de los diagramas mnemónico-sapienciales mitraicos y gnósticos, gracias al imponente trabajo de investigación realizado por Ignacio Gómez de Liaño en las miles de páginas que abarcan los dos tomos de El círculo de la sabiduría. Luego, del mandala me interesa básicamente su carácter diagramático y mnemónico. Y eso es, en definitiva, lo que hago: diagramas receptores de pensamiento que ayudan a recordar, que fijan la memoria bien estructurada o lastimosamente fragmentada, como la mía”.

“Su estructura geométrica respondía inicialmente a una simetría concéntrica, cuyo centro estaba claramente definido. En los últimos tiempos esa perfecta —o, si se quiere, rígida— simetría se ha visto alterada por interferencias o Störungen, como me comentaba recientemente, al referirse a algunas de mis últimas obras, la profesora Elisabeth Walther, destacada semióloga, gran conocedora del arte concreto e impulsora —junto con su marido, el célebre filósofo alemán, Max Bense— de la Escuela de Stuttgart”.


Música y poesía


La música ha sido estado en su formación académica y la pintora lo explica: “Es fácil imaginar que la simbiosis entre pintura y música lleva ineludiblemente también a la poesía, a la comunión con ésta. Ha habido una tal comunión entre la poesía de Luis Luna y mi pintura, por un lado en forma de un trabajo directamente inspirado en el poema “Estudio sobre muro” que me dedicó; por otro, en la magnífica Suite siria que Luna compuso para la exposición “Visiones en Casiún” en el Centro Cultural Árabe Sirio y recitó, acompañado por el laúd árabe de Hames Bitar, en su inauguración celebrada el 18 de septiembre de 2006. Aquélla fue una verdadera simbiosis de música, poesía, pintura y filosofía, habida cuenta de que la presentación corrió a cargo de Ignacio Gómez de Liaño. Pura magia”.

Relación con otros artistas


Le pregunto si se relaciona con artistas del entorno español y dice: “Muy a mi pesar, me relaciono poco con los artistas con los que comparto contemporaneidad. Tal vez se deba a mi trayectoria un tanto atípica que me ha mantenido siempre alejada de los llamados círculos y circuitos del arte. No tengo formación académica artística, lo que implica no haber compartido años de estudio con otros artistas. No he expuesto hasta después de cumplir 40 años, lo cual significa que nunca he formado parte de proyectos dirigidos a artistas calificados de jóvenes, noveles, emergentes y similares. Y soy esencialmente solitaria, que no misántropa. He tenido breves encuentros con José Luis Alexanco, Julián Gil, Pedro Grifol, Diego Moya, Fernando Verdugo, con numerosos artistas de Raqqa, pero obviamente no puede hablarse de una relación, a excepción hecha de la instaladora italiana Angiola Bonanni, el grabador y pintor iraquí Jafar Kaki y la acuarelista siria Itab Hreib, con los que me une una amistad allende la actividad artística”.

“Capítulo aparte merece la gran pintora estadounidense, Margaret Marley Modlin, las tres emes mágicas con las que solía firmar sus magníficas obras de gran formato, que fechaba con “el año de la Luna...”, contando los años transcurridos desde el primer alunizaje. Había nacido en Carolina del Norte el 5 de enero de 1927 y nuestro primer encuentro se produjo allá por el año 1991 en circunstancias realmente curiosas. Recuerdo que apareció ante mí vestida de riguroso negro, con gafas de sol negras y un pañuelo negro cubriendo su cabellera. Tenía su casa-estudio tapizada con sus obras apocalípticas cuyo estilo calificaba de Ultimate fantasy. Hasta su muerte el 28 de octubre de 1998 mantuvimos una relación muy intensa, entreverada de interminables charlas, hasta altas horas de la madrugada, en aquella pequeña cocina del piso de la calle del Pez. Tenía un concepto místico del arte, entendía su creación como una misión que le había sido encomendada desde esferas divinas. Aunque se confesaba baptista —cristiana preconstantina—, estudió durante diez años con un levita, el Dr. Frank Neil Pohorlak. Sentía gran curiosidad por las religiones, entendiéndose a sí misma como parte de un todo espiritual superior, si bien su obra se inspira, además de en el Antiguo Testamento, muy especialmente en el Apocalipsis”.

“Margaret, además de gran amiga, fue una gran maestra para mí, tanto en el aspecto puramente técnico como en el filosófico. Un gran ejemplo de artista pura que cultivaba una técnica pictórica prístina, meticulosa, muy lenta; que, a pesar de que fuera la primera extranjera invitada a exponer en el Círculo de Bellas Artes en 1978, cuando la conocí ya había tomado la firme determinación de alejarse de los circuitos del arte. Prácticamente no salía de su casa y murió sin haber alcanzado la notoriedad que, a mi juicio, merece su magnífica obra”.

De lecturas y magias

Mujer de cultura germánica y española, le pregunto por sus lecturas: “La magia de ser parte de un todo está en que somos lo que somos gracias a la trama de esa red que tejemos entre todos. Pero, aunque todas las sensaciones, todos los sentimientos y pensamientos, todo el conocimiento esté ahí, a nuestro alcance, lo cierto es que sólo nos alimentamos de una ínfima parte, y ésta depende en gran medida del entorno sociocultural en el que casualmente aterrizamos un buen día. A mí me tocó vivir la infancia, la adolescencia y el principio de la edad adulta en un entorno cultural germanófono, concretamente en Suiza, lo cual, entre otras cosas, orientó en un determinado sentido mis preferencias literarias y musicales de aquellos años. Yo no crecí con La Celestina, El Lazarillo de Tormes, El Cantar de Mío Cid, El Quijote o la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer. Esas lecturas las fui descubriendo a una edad a la que los españoles las recitaban de memoria. Mis autores de lectura obligada fueron Eichendorff, Grillparzer, Heinrich Heine, Jeremías Gotthelf, Gogol, Gottfried Keller, Goethe. Pero mis autores elegidos y preferidos han sido Stendhal, Thomas Mann, Hermann Hesse, Stephan Zweig, Heinrich Böll, Italo Calvino, Döblin, Broch, y en un lugar muy destacado Elias Canetti”.

“Pero también los clásicos, la oratoria, el género caballeresco y trovadoresco, la poesía occidental y oriental, la filosofía, la historia de las religiones, los tratados sobre la memoria, sobre pintura, sobre el color, han sido fieles acompañantes del querer saber, conocerse a sí mismo, remontarse a épocas remotas y recorrer el camino abierto por otros para poder hallar el propio”.

“Todas esas lecturas me han ayudado en el largo camino de la búsqueda de lo que somos y, en particular, en la conformación de mi particular medio de reflexión y expresión a través de la pintura. Y en ese preciso contexto remito nuevamente al ya citado Círculo de la Sabiduría cuyas reflexiones me permitieron transformar mis intuiciones en conocimiento, me proporcionaron las claves de esa historia mandálica que es también la historia de un fenómeno de transculturación que tendió un puente entre Occidente y Oriente desde los diagramas del conocimiento gnósticos hasta el mandala tántrico. Porque Ignacio Gómez de Liaño es, y no porque lo diga yo, uno de los filósofos que más han contribuido en la historia de la filosofía a establecer un verdadero diálogo entre Occidente y Oriente”.

La meca artística de Palmira

Guadalupe Luceño expuso durante el 2003 en Siria, con motivo de una exposición que realizó en Damasco. “Tenía deseos de conocer la tierra en la que se habían gestado los primeros diagramas sapienciales gnósticos y de ver la llamada Bóveda del Zodíaco en el templo de Baal de Palmira, precedente romano de la bóveda de Bamiyán en Afganistán que llevaría con el tiempo al mandala clásico. Habrá que esperar a que concluya la reconstrucción de Bamiyán, emprendida por la UNESCO y Japón tras su destrucción en marzo de 2001”, explica.

“Siria ha supuesto un viaje en el tiempo, a la cuna de la civilización europea, a esa Mesopotamia que abarca también el sureste de Anatolia e Iraq. Pero también a unas raíces más cercanas en el tiempo, como las andalusíes. Extrañamente, llegar a Siria fue como volver a casa. Así me sentí visitando Palmira, Bosra, Raqqa junto al Éufrates, Alepo, Hama junto al Orontes.. y Damasco, ciudad hermanada con Córdoba, de la Ruta de la Seda, de la tentación de Jesucristo, del largo silencio de Pablo de Tarso, de las mil mezquitas — y de la Gran Mezquita de los Omeyas—; ciudad fascinante, deslumbrante y mágica”.















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