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Edición nº 3 - Junio/Agosto de 2008

Gaspar Moisés Gómez. poeta.

Los poetas escriben sobre la obra poética de J. AurelioSánchez Tadeo


En este epartado se incluyen los textos que aparecen en Con un vidrio del cielo me he cortado (Soliloquio II, en clave de mí) el último poemario publicado por J. Aurelio Sánchez Tadeo y que definen, con su voz autorizada de dos grandes poetas que lo acompañan en esta nueva travesía poética, pero con el lenguaje claro y diáfano para quienes no son expertes en poesía, la calidad humana y poética de quien, además de amigo, es una voz que conmueve en su sinceridad y humanidad que traspasan su propia obra poética.

Empezamos con el prólogo escrito para el poemario Con un vidrio del cielo me he cortado, por el también poeta, Gaspar Moisés Gómez, amigo de Sánchez Tadeo desde muchos años atrás, por lo que conoce sobradamente su figura humana y artística y es voz autorizada para definir al autor y su obra.

Prólogo


JUAN AURELIO 0 LA SENSIBILIDAD


Varias modulaciones vienen a fundirse aquí en un solo cántico: el del Amor, ya sea con mayúscula o minúscula, pues su medida es siempre asombrosa.

Cuando algo llega desde los adentros, revivido sentimentalmente y por conceptos bien sedimentados, aquello deviene en poesía, ya predomine lo uno o lo otro. Y entiéndase que hablo de sentimiento y no de sensiblería, pues, en tal caso, significaría tan sólo una excrecencia espuria. Reivindiquemos esa parte subjetiva (si así se quiere llamar) en la poesía, pues yo no creo paladinamente en lo que algunos pretenden sea indiscutible, al definir el poema como un simple «objeto poético», pues no logro entender que el poema llegue nunca a desprenderse del claustro materno que le da su principio, su autoría.

Nunca el poema es ajeno a quien lo escribió, aunque, al ser leído, en atenta complicidad, pueda ser también de infinitos posibles lectores. Pero quien le da su forma textual (ya sea más abierta o cerrada) no es sino el que le pensó y le sintió, íntimamente en su principio, y, después, lo plasmó con esa grafía en la que queda por siempre moldeado. Si ese autor o sujeto activo no existiera, querría decir que todos iríamos a beber de una fuente sin agua. Y este autor, Aurelio, llega en este libro con esa agua que necesitamos, con aquella que nuestra sed espera siempre, por saber que llega de un manantial legítimo.

Él nos hace partícipes de esa emoción primera que qui¬zás tuvo el hombre cuando fue expulsado del Edén. Para aquél todo sería nuevo y extraño, porque venía del arroba¬miento divino hacia el asombro ante las cosas. Y como había que nombrarlas, originaria e ingenuamente, no era posible sino una exclamación asombrosa.

La emotividad, la emoción, predomina sobre lo con¬ceptual en este poeta. Sin que ello quiera decir que en este poemario no se dé esto último. La idea, el concepto nos pueden también mover a una reflexión íntima. Solo que la poesía no busca un «por qué» simplemente, sino que «es» sin «por qué» alguno, de forma inexplicable, en el empeño de la propia personalidad.

Ni aún los autores que se consideran como «objetivis¬tas» -Mallarmé, por no decir más- se libran del empleo del «yo» o del «nosotros», dándonos a entender que esa obra de la imaginación que es el poema, no sea a la vez sujeto y objeto en unidad inquebrantable. En unos autores esta¬rá más o menos implícito el sujeto, pero nadie puede ima¬ginarse una obra del espíritu sin un autor sensible.

Por el cauce que corren la fervorosas urgencias de J. Aurelio Sánchez Tadeo, es el de la emoción ante todo, aun¬que sin caer, por ello, en retóricas vanas. Él habla por nece¬sidad, a la vez que otros deberían callar para siempre. No sé si se adivina que lo que llamo sentimiento no es ese manto que envuelve a los débiles, para hacerles parecer más débiles aún. Su contrario -la sensibilidad-, sí debe preocuparnos, ya que de lo neutro y lo vano no es posible obtener salvación alguna.

Sí se refiere a «Ta», su amor en la eternidad, rememorada con tanto 'ardor en el libro Soliloquio en clave de ti, es el hombre a solas clamando. Porque en el hueco que ella dejó, resuena todo tan infinitamente lejos y a la vez tan próximo como para hacerse mil y mil preguntas sobre el más allá, sin que sea posible obtener respuesta alguna. Y el recuerdo pervive aquí, en este libro, a pesar del tiempo.

«Subir sin más / por propio impulso», escribe el poeta, y nosotros estamos con él, porque nos sentimos en vuelo, aquí en la propia tierra. «Sin más», porque quizás somos, seguramente, ese «propio impulso». Mística en una vertical establecida en el centro del ser. Aquel «porque sí», sin otra explicación, pues sobran las palabras y sólo el silencio puede ser un significante.

No camina esta poesía por parajes abstractos, metiéndose en jardines confusos. En cambio, sí nombra o canta J. A. Sánchez Tadeo, con la palabra sencilla y plural. Aquello que debe expresarse, después de haber callado tiempo y tiempo.

Los temas son los que siempre nos conciernen: las memorias de la mujer en su enamoramiento; el poema a una simple flor; su Ávila como territorio siempre por ganar, ya que hay algo que nunca conseguiremos entender apropiadamente, sobre todo en lo que por demás nos llega a seducir.

Y el poeta parece que se quiere dar alcance a sí mismo. Tanta pasión pone al verso que no sabemos quién adelanta a quién, si el poema al hombre o el hombre al poema. Quedándonos nosotros con ambos -persona y poema¬porque de seguro es un camino que debemos recorrer con él: adelantados en esa sola causa que es ir más allá, inquie-tantemente, en cada poema. Y lo hace como un guerrille¬ro del verso, jugándose todo a veces a una carta difícil: hasta cuando consigue que se avengan octosílabos con eneasílabos, sin que ello nos parezca chocante, pues su energía en la expresión hace que olvidemos toda métrica.

Dice en uno de sus versos que «hasta el metal se fati¬ga» (grave y rotunda verdad inspirada), mas él se inscribe en el «club de optimismo». Cae y se levanta, sin mirar lo que queda atrás. Sabe que es un milagro el vivir y por ello apura la belleza de las cosas, tanto las que siguen aquí como aquellas que ya recordadamente se perdieron.Su poesía se respira, porque un oxígeno muy sutil recorre lo que escribe. Y lo hace con un ritmo acorde a sus arterias; expresándose sin artilugio alguno. Su ritmo es el de su propio respirar y, por ello, nunca se falseará a sí mismo. Tanto si se plantea el verso libre como si se somete al estricto soneto, lo hace comprometiéndose, sin otra regla que no sea la suya. (Aclarando que lo riguroso del soneto no le lleva a ser un sonetista a la violeta, pues estos suyos se acometen y acaban como un verdadero poema, sin que se llegue a caer nunca en la sensación de que catorce versos con sus rimas es un soneto, pues, al dar término a su lectura, no tenemos idea sino de que aquello se cerró como convenía y era «necesario» que acabase: sin haber tomado conciencia de rimas ni sílabas y sí, en cambio, de que aquello era lo intangiblemente poético). Palabra de la tribu. Palabra primera del Génesis. Y a lo cual debe tenderse, aunque sepamos que nunca se .alcanzará la perfección ni aún con el más estricto silencio.

Y conociendo tantos poemas vacuos e inanes como se publican; yo señalaría uno de este libro, titulado La retama, por su carácter «ontológico», y, por lo que expresa, también como «antológico». Sólo citaré unos versos de dicho poema: «Lo humilde / brilla por sí mismo / y se nota»... «así también se siente / la flor de la retama/ sencillamente hermosa».

... Y Ávila, y de todo lo que le es próximo, ¿qué se puede decir más que lo que se escribe en El Soto del Adaja? «No hacen falta más palabras / las justas son suficientes, / hasta la palabra amor / me sobra / sabiendo lo que yo siento». Es ese saber y sentir, ese concepto y sobre todo sentimiento de quien no canta a su ciudad como un «poeta oficial de Ávila» sino como quien, en verdad, conoce el devenir de cada piedra, de cada paso de sus personajes, del brotar de sus chopos, de la casa que le vio nacer.

Este libro, que se titula CON UN VIDRIO DEL CIELO ME HE CORTADO, le llegará a cortar, a quien lo lea, en esa parte más delicada que toda persona tiene: en esa fibra más sensible de lo espiritual que nos corresponde y que nunca podremos tocar sensiblemente, aunque sí nos dejará esa llaga que no queremos que se cure, porque aspiramos a ser en algo eternos, pues al leer esta poesía y, contra todo, poder decir que aún mucho del azul de aquel celeste espacio de Ávila se nos quedó apegado milagrosamente al niño que fuéramos.Y sobre el autor diremos que es un «joven» al filo de los 80 que no ha perdido el entusiasmo, como se demuestra en este libro en el que, cuando tú quieres pensar una cosa, él ya la ha realizado.

Como escritor tiene en su haber multitud de artículos, publicados en diversos periódicos y revistas. Ha obtenido importantes premios en certámenes poéticos. Y, además, el Nacional de Turismo en el año 1966, el Segundo Premio Nacional de Bibliofilia en el 2003 y finalista en el Premio Nacional de la Crítica en ese mismo año.

Fundó, con otros nueve escritores abulenses -en 1953- la revista «El Cobaya», hoy vigente en su segunda época.

Como poeta es autor de los libros Al amor de las palabras. El silencio de la piedra. Del infinito delirio, Soliloquio en clave de ti. El Ávila que viví...

GASPAR MOISÉS GÓMEZ
Poeta.
(Premio hispano americano de poesía «Juan Ramón Jiménez» (1996)

Introducción

J. aurelio Sánchez Tadeo, poeta.

Continúa el propio poeta y autor del poemario presentado en este apartado, explicando "el secreto de los años", de esa larga y fructífera vida dedicada a la poesía y, por ello, a la pasión inextinguible por la vida y por el recuerdo de su amada.

Introducción

EL SECRETO DE LOS AÑOS

Aurelio Sánchez-Tadeo


Cuando la inquietud del ánimo se acaba, es que el camino de la vida se acorta.

El misterio de que los años no tienen nada que ver con la prolongación del espacio de la mente, está en el milagro de la inspiración y allí es en donde aquellos que, como yo, vivimos esa inquietud a través del Arte, justo al filo de los ochenta, celebramos con alegría espiritual la cuarta veintena de la singular juventud que, para sorpresa de lingüistas y académicos nos permite seguir existiendo fuera de las estadísticas.

Ahí está el secreto de esos ochenta, que misteriosamente se esconde en las páginas de este libro, por obra y gracia de Esther Martín, genial artífice que ha sabido desentrañar mi creación poética, materializándola y guardándola delicadamente dentro del singular marco creado por ella en el interior de la contraportada de esta obra, que los lectores descubrirán asombrados, pues en sus adentros está la propia grafía original de mis versos manuscritos, junto a flores y hojas desecadas que mágicamente verán reflorecer y reverdecer, porque en las unas y en las otras pervive el espíritu de mi amada Ta, de mi Ávila del Alma y de mis otros mundos interiores.

Diferentes; pero espléndidos en su creación y concepción del Arte, son los cuatro dispares personajes que me acompañan en esta aventura casi extrema. Dos pintores preclaros: Luciano Díaz-Castilla, que por sus desvelos ha sido fundamental para que yo haya podido realizar esta publicación y Florencio Galindo profesor de la Facultad de Bellas Artes de San Fernando, que uniendo el expresionismo y el impresionismo propios de las magistrales paletas de ambos, han iluminado con sus colores el lirismo de mis ideas hechas palabra.

Si como dijo Leonardo da Vinci: «Quien no valora la vida, toda la vida, es que no se la merece», yo tengo la suerte de justipreciarla cada día, dando gracias al Altísimo por ayudarme a gozarla todavía en buen uso, con la inestimable base de mis genes familiares que son los que permiten manifestarme poéticamente con la pluma y el papel; y ser objeto de lectura y crítica como la que en el prólogo y en el epílogo dé mi poemario han certificado con inigualable estilo literario mis bienaventurados compañeros en las Letras, Gaspar Moisés Gómez, desde siempre en mi corazón y Juan Manuel González miembro directivo de la Asociación Colegial de Escritores de España, que en prolijo ejercicio repasaron de arriba abajo los 1.222 versos, de las 52 composiciones libres y los 14 rigurosos sonetos que contiene, -sesenta y seis poemas en total- arrancados con mucho esfuerzo de mi propio espíritu, pues según palabras del Académico Pere Gimferrer ser poeta en la juventud es fácil, lo difícil es serlo de los cincuenta en adelante.

Con creces, en esta circunstancia estoy y no sería delicado ni elegante que en esta introducción no resaltara mi reconocimiento al Ayuntamiento de nuestra ciudad, a la «Fundación Tejerina» y al Grupo de empresas «Meydis» que, con su resuelto apoyo, participan conmigo en la publicación de los 666 ejemplares numerados que componen esta edición en la que he puesto a estas alturas de mi edad todas mis ilusiones poéticas.

Además, manifiesto mi profundo agradecimiento al grandísimo poeta Antonio Colinas: Premio Nacional de Literatura -1982-, Premio Nacional de la Crítica -1975- y, entre otros más, Premio de las Letras de Castilla y León -1999-; que me ha regalado la maravilla de su palabra escrita, en atención al profundo y bien demostrado amor que a Ávila tiene; acompañándome y protegiéndome en ésta mi particular aventura poética.

Interludio

Antonio Colinas, poeta

Ahora se expone el nterludio escrito por Antonio Colinas, poeta, sobre la nueva obra de J Aurelio Sánchez Tadeo y las impresiones que le provoca la lectura de dicho poemario. No puede haber mejor comentarista que un poeta hablando de otro poeta con el profundo conocimiento de hombre y obra que posee de ambos.


IINTERLUDIO

Hemos terminado de leer los poemas de Aurelio Sánchez Tadeo y autor y lector lo han fiado todo a la ternura, me refiero a que más allá de valoraciones analíticas o estrictamente literarias, la poesía de Aurelio nos conmueve por su ternura, por su emoción; también por su fidelidad a los antiguos temas de su poesía, pero por encima de todos ellos al del amor.

Un amor de sugnificación múltiple, pero que a la vez posee coordenadas muy precisas: la de la amada (que por no estar ya presente adquiere una significación muy honda), la de los seres o cosas queridas y la de su tierra Ávila. Como Cronista Oficial de esta ciudad Aurelio Sánchez Tadeo podía haber recurrido a la erudición –a la que hoy reconocemos tópicamente como “culturalismo”- para revelarnos su realidad y la de su tierra, pero él ha preferido seguir llanamente el recurso de la emoción, del simple y claro decir para dar sentido a esa realidad y a sus poemas.

Bien es verdad que, en una parte de éstos –en los sonetos- la forma y lo literario muestran mejor el oficio del que escribe, pero yo me quedaría con ese tono fuerte y claro de su poesía en metros breves, en la que reconocemos muy directamente esa voz que lo distingue, su voz. Dice así el alma del poeta, como nos señaló Antonio Machado, lo que simple y claramente quiere y debe.decir. Adquiere su palabra una intemporalidad que la diferencia y la escritura acaba siendo lo que esencialmente debe ser: expresión y mensaje para todos de lo más fundamentado y sentido del hombre.

La poesía de Sánchez Tadeo va acompañada de otros textos y de otras obras de artistas que la acrecientan y enriquecen. Es, otra vez, el diálogo con los veneros de la amistad, la sintonía con esos afectos gracias a los cuales el ser humano –el poeta, en este caso- se salva y nos salva.

ANTONIO COLINAS
Poeta
Premio Nacional de Literatura (1982)
Premio de las Letras de Castilla y León (1999)












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